No ficha, mantiene siempre al mismo equipo, no innova y el nivel de exigencia está bajando. Si fuera un equipo de fútbol, la universidad española no ganaría la Champions, y de hecho no lo hace. Lo que no le consentimos a nuestros equipos sí se lo permitimos a las universidades.
El desempleo de los titulados universitarios en España se mantiene elevado y por encima de otros países del entorno. La población con educación superior con edades comprendidas entre los 25 y 69 años tiene una tasa de paro del 8,9%, el doble que la media de la Unión Europea, que asciende a 14,9%. En cualquier caso, la tasa de paro de los graduados universitarios en España es inferior a la del resto de la población activa. La oferta de titulados universitarios es superior a la demanda de empleo cualificado.
Según el último informe de “Clasificación mundial de Universidades QS” de 2020, ninguna de las universidades españolas se encuentra dentro de las 100 mejores del mundo. La mejor de este ránking, la Universidad de Barcelona ha quedado en el puesto 165; la segunda ha sido la Universidad Autónoma de Barcelona, en el puesto 188 dentro del ránking. Tan lejos de la élite los políticos son incapaces de llegar a un acuerdo en la materia. El reto de estar entre las cien mejores no se les pasa por la cabeza.
Los resultados, bien es cierto, se mantienen estables en el ranking QS en el caso de España, pero tienen una ligera tendencia negativa. Dicho estudio no es el único en su especie, ya que existen varios que analizan este mismo aspecto, ccomo el informe U-Multirank, que analiza hasta 20 indicadores de las universidades del mundo para averiguar cuales merecen los primeros puestos. Pues bien, entre estos baremos se encuentra "la tasa de graduación", que en la modalidad de grado en España con respecto al resto del mundo, es bastante negativa.
El informe U- Multirank sitúa en grupos del 1 al 5 (siendo el grupo 1 el mejor y el 5 el peor), otorgándole nuestras universidades los últimos puestos. En España el porcentaje de graduados con éxito se sitúa al 69,35% . Muy al contrario que en el nivel de los máster, donde España se sitúa en los primeros grupos de graduación (72,06%).
El jurista y catedrático de la Universidad de León, Francisco Sosa Wagner, en su última obra “Novela ácida universitaria. Aventuras, donaires, y pendencias en los claustros”, pretende denunciar en tono novelístico y humorístico la vida diaria universitaria y sus males. El jurista no solo achaca a los errores del mundo universitario sus bajas notas globales y pone también sobre la responsabilidad del alumnado: “El alumnado tiene una responsabilidad enorme, a la inmensa mayoría se le exige muy poco. Han conseguido cosas incomprensibles, como por ejemplo, el aprobado por compensación”, añade, aunque destaca que en este sentido hay excepciones en función de la facultad. En cuanto al papel que juega el profesorado Wagner considera que estos “son también victimas del sistema”.
La endogamia, entendida como el porcentaje que imparte clases en la misma universidad donde leyó su tesis doctoral, era del 68’8% en el curso 2017- 2018, cifra que refleja un lento descenso, pero que resulta especialmente relevante. En las universidades públicas la endogamia llega a una cifra del 74'3%, mientras que en los centros adscritos y en las universidades privadas, los porcentajes respectivos son del 47’7% y el 32’9%. Canarias y País Vasco encabezan esta endogamia.
Sosa Wagner considera que "la endogamia se debe al sistema de elección del profesorado, ahí se ha llegado a una situación absolutamente perversa. La movilidad de un profesor universitario en España es la misma que la de una estatua, no es posible moverse”. Y va más allá para tocar el sistema de elección del profesorado. "Son los propios candidatos a la cátedras los que en la mayoría de los casos ponen a los miembros del tribunal que les va a juzgar”.
Como muestra el informe Indicadores Sintéticos de la fundación BBVA, la tasa de abandono es un lastres para la universidad española. Cuando un estudiante abandona un grado –el 33,3% lo hace— sea para marchar a un grado distinto dentro o fuera de esa universidad, permaneciendo en el sistema universitario (11,9%) o para abandonar de manera definitiva los estudios universitarios (21,4%) hablamos de un rotundo fracaso. La tasa de abandono de la universidad pública presencial es del 27,4%.
En primer lugar, centrándonos en el abandono del título, observamos como la rama de Ingeniería y
Arquitectura (36%), Artes y Humanidades (33,4%) y Ciencias (31,1%) tienen un porcentaje de abandono significativamente superior al de Ciencias Sociales y Jurídicas (23,8%) y, sobre todo, Ciencias de la Salud (15,5%).
Hablamos de una pérdida de inversión en capital humano. Si, además, el abandono no se produce en el primer año, el valor acumulado de la financiación desaprovechada va creciendo. En las universidades públicas esos costes los soportan fundamentalmente los contribuyentes, que financian solidariamente la formación de los universitarios y que asciende a 974 millones de euros.
Para el curso 2018-2019 se ofertaron 8.526 titulaciones durante el curso 2018-2019 en las universidades españolas. De ellas, 2.920 fueron de grado y 3.567 de máster, además de 1.137 titulaciones de doctorado, 810 programaciones conjuntas de grado, lo que supone un ascenso en todas estas modalidades en referencia a años anteriores. Pero los más dinámicos fueron los dobles grados, con un ascenso del 7,7%, y los dobles másteres (12,2%). Así, las ramas más ofertadas en los grados fueron la de ciencias sociales y jurídicas con un 35’8%, al igual que en la modalidad de máster con un 41’2% y por otro lado la ingeniería y arquitectura con un 26’9%.
Respecto a los másteres, Francisco Sosa Wagner, hace referencia a la desigualdad de clases que genera el sistema de másteres, e incide en que no mejora la situación en la que se encuentra la educación española. "En general las tesis doctorales son trabajos dignos, ahora bien, también se está produciendo una devaluación de la titulación en la medida en que admite que centros que no son públicos otorguen la titulación de doctor, con unos tribunales que no son adecuados para juzgar ese tipo de trabajo”.
En el ámbito de “investigación” nuestras universidades también vuelven a suspender, situándose en los grupos 3 y 4, al igual que el indicador “transeferncia de conocimientos”, que hace referencia a la proporción de publicaciones científicas realizadas en colaboración con empresas, que también se sitúa en el grupo 4 del U-Multirank. La solicitud de patentes participadas por las universidades por vía nacional continúa en tendencia decreciente. También disminuyen los contratos de licencia y la creación de spin-off en las universidades españolas (este último con la cifra más baja en la última década).
Continúa, pues, la tendencia en relación a los resultados de investigación (más cantidad, menos calidad), ya que si bien el volumen de producción científica crece, su crecimiento convive con el descenso del liderazgo y la excelencia científica de España, que además registra un declive en la colaboración internacional.
En la dimensión de orientación internacional, con la excepción de la movilidad de estudiantes, los
resultados muestran que tanto en la oferta de grados y másteres impartidos en idioma extranjero
como en el profesorado extranjero en la plantilla de las universidades españolas o, en menor medida, en las publicaciones en colaboración con instituciones extranjeras, el grado de internacionalización de las universidades españolas es menor que el del conjunto de IES mundiales y de la UE. Es decir, la universidad española no ficha porque tampoco la autonomía universitaria y la burocratización se lo permiten.
El personal docente e investigador aumentó en el curso 2017-2018 un 2,1%, según el informe CYD. Concretamente en las universidades publicas presenciales, el personal docente aumentó un 1,6%, mientras que en las privadas descendió en un 5,2%. Cabe destacar que el profesorado de 60 años y más ha ido creciendo hasta suponer casi el 16% en el curso 2017-2018, equivalente a casi 20.000 personas. Falta renovación.
Pese a todo hay esperanza aunque es necesario que la educación centre el debate político y no como mero arma arrojadiza. Ponderando el número de universidades por la población de cada país los
resultados obtenidos son similares. España, junto a Italia y República de Corea, no tiene ninguna universidad entre las 100 primeras. Sin embargo, al aumentar el número de universidades consideradas la posición de España mejora. Cuando se considera al total de universidades ponderadas por la población del país, solo Australia, Reino Unido e Italia la superan.