Guarromán, Malcocinado o Los Infiernos son algunos de los nombres de pueblos más curiosos en nuestro país. Cuando se trata de conocer por qué se llaman así los pueblos y las ciudades, es difícil encontrar una respuesta única: muchas veces estos nombres responden a anécdotas locales y otras muchas a algún elemento característico del área geográfica (la presencia de determinada especie vegetal o animal, una determinada orografía, algún evento o particularidad climatológica...) La lista de motivos es tan infinita como curiosa.
El estudio del origen de nombres, ciudades y demás lugares tiene nombre propio: toponimia u onomástica de geográfica. Esa disciplina consiste en el estudio etimológico de los nombres propios de un lugar, y tiene su origen en el griego (τόπος tópos, lugar; y ὄνομα, ónoma, nombre). Los primeros en estudiar este área fueron cuentistas y poetas del siglo XIX, que explicaban a través de su actividad el origen del nombre de ciertos lugares, a veces en forma de leyenda.
Poco a poco, este estudio fue ordenándose y profesionalizándose y, a día de hoy, existe un amplio saber relacionado con el origen del nombre de los lugares que nos rodean, e incluso diversas formas de clasificarlos en función del tipo de origen de que se trate. Los más habituales se relacionan con apellidos o nombres de personas, pero con características de los lugares a lo que designan. Es el caso de Ocotlán, que significa 'donde abundan los pinos’.
En general, la toponimia se relaciona con otras áreas de conocimiento, como la dialectología, fonética, historia, lexicología y morfología de las lenguas de cada lugar. Es la forma de aproximarse de forma más certera al hecho o circunstancia que generó determinado nombre.
Existen, de forma esquemática, tres tipos de topónimos:
Es frecuente que el origen real del nombre de un pueblo o ciudad diste (a veces, mucho) del significado que popularmente se atribuye a ese nombre. De hecho, el hecho de que la leyenda pueda sonar mejor que la realidad empuja a muchas administraciones y empresas a explotar turísticamente estas teorías no contrastadas. A veces, simplemente, el significado poético que se ha atribuido a un nombre durante décadas resulta difícil de borrar en el imaginario social.
De forma más concreta, el origen del nombre de pueblos o ciudades puede relacionarse con la forma del terreno, su vegetación, su fauna, la presencia de dioses o diosas, sus colores, sus rocas, sus aguas, sus cultivos, sus caminos, su vida social, la etnia de sus habitantes, la apariencia física de las personas que viven en ellos, la presencia de mares o de montañas y otros accidentes del relieve, nombres de santos...
En el caso de España, uno de los casos más curiosos en cuanto a nombres de pueblos es el de Guarromán (Jaén): no es casualidad que en él se encuentre la sede de la Asociación Internacional de Pueblos con Nombres Feos, Raros y Peculiares. El pueblo fue fundado por deseo expreso de Pablo de Olavide, intendente de Carlos III, junto a la antigua Venta de Guadarromán, que recibe su nombre del árabe Wdi-r-rumman o 'río de los granados'. Aunque la denominación original de la población era Múzquiz o Muzquia, en honor al por entonces ministro de Hacienda Miguel Múzquiz, los pobladores siguieron refiriéndose al lugar por el nombre de la venta ubicada junto al camino real que unía Madrid con Sevilla.
Otro caso es el de Los Infiernos (Murcia): la tradición popular atribuye este nombre a un episodio del siglo XIX protagonizado por un vendedor ambulante al que varios niños de la aldea rodearon y apedrearon. Según la leyenda, el vendedor huyó asustado y, al ser preguntado de dónde venía, exclamó: "¡Vengo de los infiernos!”.
También es llamativo el nombre de Malcocinado (Badajoz): en este caso, el origen de este nombre tampoco está claro, pero existen varias leyendas al respecto. Una de ellas relata la existencia de una posada de bandoleros frecuentemente visitada por alguien llamado Marcos Cinado, de donde habría derivado fonéticamente el apelativo 'Malcocinado'. Otra de las teorías atribuye ese mismo nombre, Marcos Cinado, a un cacique que fundó el pueblo.