En la playa de Barcelona no entraba un alfiler en el primer fin de semana de julio. Imposible mantener la distancia de seguridad. A rebosar de bañistas, con el aforo completo predominaba un cartel: “Playa cerrada”. Pero en los controles de accesos, donde muchos se aglomeraban para poder entrar, había quien decidía colarse saltándose las normas.
“La gente no tiene mucho cerebro”, denunciaban algunos vecinos.
Mientras, en Málaga fueron 29 playas las que cerraron durante unas horas. “Ha estado hasta arriba de gente”, confirmaban los bañistas, asegurando que se hacía imposible mantener la distancia de seguridad dispuesta como medida preventiva frente al contagio de coronavirus.
Igualmente, en San Lorenzo, Gijón, representativa era la imagen de una trabajadora que no podía dar abasto enviando a los bañistas a otra entrada intentando que nadie se le escapara.
Y en Sanxenxo, Pontevedra, más de lo mismo: pese a que se han colocado numerosas cuadrículas o parcelas que marcan el espacio que deben mantener los bañistas, estaban vacías, concentrándose la gente directamente en la orilla.
La excepción la marcaba Vigo, donde lo que contrastaba era ver la imagen de los bañistas respetando las parcelas.
En cualquier caso, lo evidente es que, pese a los reiterados avisos de Sanidad apelando a la “responsabilidad individual” en un momento en que hay más de 70 brotes de coronavirus en España, a muchos les sigue costando cumplir las normas dispuestas para protegernos a todos.