Las terapias con perros han demostrado una eficacia inusitada en el desarrollo de la sociabilidad. Después de seis meses de confinamiento, las caras de emoción de cinco alumnos de un colegio de educación especial de Barcelona cuando Soul irrumpe en sus aulas no dejan a nadie indiferente.
Con orgullo Héctor nos presenta a su mejor amigo, Kiko, que llegó a su vida hace cuatro años. Aunque como Héctor bien explica lo suyo no fue precisamente amor a primera vista.
“En aquel momento tenía mucho miedo porque nunca había visto un perro tan grande. Al principio no estaba seguro de si me iba a ayudar”, dice Héctor, que sufre TEA (Trastorno del Espectro Autista)
Kiko poco a poco fue haciéndose un hueco en su día a día. “Kiko me ayuda cuando estoy nervioso, agobiado… El viene lo acaricio y se me pasan los nervios y me quedo tranquilo”, explica Héctor.
La madre de Héctor, Manuela, tampoco se imagina ya sin Kiko. “Si no estuviera Kiko habría situaciones muy difíciles de resolver”, señala.
Héctor, debido al autismo, tiene dificultades para socializar. Y gracias a su fiel compañero encuentra la seguridad que necesita.
Y cómo él otros niños, emocionados, reciben a Soul. Desde que este perro aparece por la puerta se olvidan de los problemas. Es tenerle cerca y sentirse completamente en paz.