El inglés sigue siendo la asignatura pendiente de los españoles, aunque se haya avanzado en los últimos años. Siguen siendo muchos quienes pierden oportunidades profesionales por no poder desenvolverse con soltura en este idioma. Y las empresas siguen diciendo que les llegan pocos candidatos que realmente puedan trabajar en equipos internacionales con todas las garantías. Aquí te proponemos un plan para conseguir que tus hijos sean bilingües cuando vayan a incorporarse al mercado laboral.
Richard Vaughan es el rostro más popular de la enseñanza del inglés en España. A sus 68 años de edad, lleva 42 dedicados a dar clases de este idioma a través de su empresa, Vaughan Systems, y es el creador del método que lleva su apellido y de ideas tan innovadoras y populares como el pueblo inglés. Presentador de radio y de televisión, su firma se ha convertido en la empresa más importante de enseñanza de inglés en nuestro país, siendo responsable del inglés de algunos destacados líderes políticos españoles.
De su mano, hemos elaborado un plan para conseguir que tus hijos tengan resuelto para siempre el problema del inglés cuando vayan a comenzar su andadura laboral. La tarea empieza desde bien pequeños. Los recién nacidos deben oír, que no es lo mismo que escuchar, audios en inglés desde sus primeros días de vida. Que este idioma acaricie sus oídos De esta forma habrán tenido contacto con esta lengua un total de 365 horas al año. Y en sus primeros cinco años de vida sumarán casi 2.000 horas (1.825 exactamente).
Otro consejo sencillo es que desde los dos años de edad los dibujos animados en el televisor, en el vídeo o en las tabletas se pongan a los pequeños sólo en inglés. De esa manera se conseguirá que cuando el niño crezca y comience a elegir él mismo los programas manejando el mando a distancia, los tendrá ya identificados con este idioma y no con el español. Será algo ya natural para él.
Pero, ¿cuándo es la edad para comenzar ya a tener contacto con el aprendizaje del inglés de una manera más formal, con un profesor? Pues a partir de los cuatro años de edad ya se puede contratar a un profesor, angloparlante, que se traslade al domicilio para estar con el niño, por ejemplo, una hora cada semana. Si se tienen varios hijos, es mejor que los hermanos no estén juntos en este tiempo con el profesor. Separados. Si no se puede contratar esa hora a la semana para cada hermano, mejor repartir ese tiempo para cada pequeño por separado que juntarles.
Eso sí, los profesores han de ser excelentes. En este tema es mejor nada que malo. Si el niño se aburre y rechaza el inglés, mejor cambiar de docente. Hay que conseguir que el pequeño espere con ilusión el día de la clase. Si esto se consigue, no hay que perder nunca a ese profesor. Una forma de que los padres no tengan remordimientos a la hora de despedirle, de no herirle, es no comprometerse desde el principio. Decirle que es algo puntual y ponerle aprueba. Si funciona, se le pide que continúe; si no, aquí no ha pasado nada y es más fácil para ambas partes.
La siguiente fase llega cuando los niños comienzan ya la etapa de Primaria en el colegio. En ese momento lo idóneo es dedicar al inglés dos o tres horas cada semana con el profesor en casa, preferiblemente en una jornada no escolar. Por ejemplo, los sábados por la mañana. Se trata de que el niño esté descansado y no tras la salida de una larga jornada de colegio; que esté despreocupado, centrado, y no pensando en los deberes o repasos que tiene que hacer para el día siguiente.
Eso durante el curso escolar, pero es recomendable aprovechar los periodos vacacionales de descanso para hacer varios refuerzos más intensivos cada año. En el parón de las clases por Navidad, aprovechar para dedicar al menos dos o tres horas cada día, durante una semana (cuatro o cinco días consecutivos). En Semana Santa, la misma fórmula. Un mínimo de dos o tres horas diarias de inglés con el profesor angloparlante durante cuatro o cinco jornadas consecutivas.
Mientras que en las vacaciones de verano, muy largas, se debe aprovechar para hacer dos refuerzos. Uno al inicio del periodo estival, tras el término del curso escolar; y otro al final de las vacaciones, justo antes de incorporarse al colegio. Por ejemplo, la primera o las dos primeras semanas de julio, dos o tres horas de inglés cada día; y la primera semana de septiembre, también al menos dos o tres horas diarias.
Ese es el camino hasta la adolescencia. Siguiendo todos los años ese mismo patrón desde que tienen seis hasta los catorce, acumularán al menos 4.000 o 5.000 horas de contacto con el
inglés. Eso es suficiente por el momento, sin estudiar, sin notas, sin exámenes. Porque se trata simplemente de afinar el oído; adquirir confianza con el idioma; y tener seguridad para hablar con determinación. Da igual que sea usando un vocabulario reducido o dando patadas a la gramática. Eso se corregirá a partir de la adolescencia. Basta con audiciones, gusto por el inglés y confianza en la expresión oral. No se trata de que dominen esta lengua a los 12 años o 14 de¡ edad. El objetivo es que lo hagan cuando vayan a comenzar su vida profesional, a partir de los 18 o de los 22 años.
A partir de la adolescencia y durante la juventud lo idóneo es comenzar a incorporar ya las estancias en el extranjero durante algún periodo de tiempo. Pero han de ser estancias de calidad desde el punto de vista de la práctica y aprendizaje del idioma. Siempre son mejores las buenas clases individuales que los campamentos de verano, por ejemplo.
A los 13 años el cerebro comienza a cambiar y se vuelve más analítico y es entonces cuando hay que introducir la palabra escrita, la gramática, pero continuando con el bombardeo auditivo. En eso también puede contribuir que vean sus películas o series favoritas en versión original en inglés, no dobladas. Y durante la universidad serían convenientes clases de inglés al menos una hora cada día.