Padres rompiendo barreras. Tres palabras que resumen el movimiento de varias familias en Manresa al matricular a sus hijos en escuelas con un alto nivel de estudiantes inmigrantes para combatir las 'escuelas gueto'. Y lo hacen porque están convencidas de que "la diversidad es una oportunidad para aprender", según Yolanda Delgado, a lo que añade Núria Casellas: "La mayoría de los amigos de mi hijo en la escuela son de familias extranjeras y no los cambiaría por nada del mundo".
De hecho, Jan cursa cuarto de Primaria en uno de los siete colegios públicos catalogados "de alta complejidad" de los 13 que hay de titularidad pública en esta ciudad barcelonesa. La comunidad educativa de Manresa acusa una gran segregación escolar, el fenómeno por el cual el alumnado de un centro no representa la diversidad de su población, sino de un colectivo específico. Y, en el caso de los centros nutridos de estudiantes inmigrantes, mayoritariamente magrebíes, las diferencias culturales, así como las dificultades socioeconómicas propias de algunos entornos familiares complicados, llevan a muchas familias de clase media a evitarlos y a optar por la educación privada o concertada.
"Prejuicios", resume Yolanda, dinamizadora de la plataforma de familias XAFEP. "Hay una parte de la población manresana que no se acerca a estas familias que, sobresaturadas con problemas más vitales, tampoco participan de las AMPA", según Yolanda, que lamenta: "Si tienes que buscar trabajo y solucionar las necesidades más básicas, no puedes atender a este tipo de cosas". Por ello, tras cuatro años intentando estrechar vínculos entre las diferentes comunidades, Yolanda recibió el mensaje de Martí Prats, padre recién llegado a Manresa desde Barcelona que valoraba dónde matricular a sus hijos: "¿Hay alguna estrategia colectiva contra la segregación escolar?".
Desde entonces, una veintena de familias se han interesado por la iniciativa, que promueve la matriculación de los niños en centros de alta complejidad; la prematrícula para el próximo curso acaba el miércoles 24 de marzo. Martí ha elegido la escuela más cercana de casa para que su hija comience el primer curso de parvulario, pero como segunda opción ha puesto una de alta complejidad, con muchos alumnos de familias extranjeras: "Hay que valorar positivamente la composición social del centro, pero la gente lo mira al revés, creyendo que la presencia de, por ejemplo, magrebíes es mala, pero nuestros hijos cogerán más competencias en un entorno diverso que en uno homogéneo".
En este sentido, Martí insiste en que "como más se aprende es enseñando y tener compañeros a los que tengas que ayudar es riquísimo porque adquieres unas competencias brutales", algo que comparte Yolanda: "Cuando un niño asienta su aprendizaje es cuando tiene la oportunidad de explicarlo". Asimismo, confían en que, si conocen la diversidad de su entorno desde su etapa académica más temprana, no verán a aquellas personas diferentes como extrañas.
"Hay personas con necesidades diferentes y, por ejemplo, tener un compañero con autismo es de un valor incalculable porque, así, el resto sabe que su aprendizaje debe llevar otro ritmo y que lo deben de tratar igual de bien". Mientras Yolanda lo explica, recuerda la 'lección' que su hijo le enseñó con cuatro años: "Los padres nos podemos quedar un rato en clase y los niños hacen un círculo. En ese momento, animé a un compañero a que fuera con el resto, a lo que mi hijo me soltó un 'mamá, ¡necesita su tiempo, déjalo!' Es decir, tenía otro ritmo y eso es riqueza y se tiene que vivir".
Tanto Yolanda como Martí o Núria hablan de "responsabilidad social" y lo hacen atendiendo a una realidad compleja que afecta a muchos municipios catalanes. "El alumnado de situación social más desfavorecida es la principal víctima de la segregación porque, sin compañeros de clase media o cuya lengua materna es la del país, tiene más posibilidades de fracasar", asegura el padre. Algo que también afecta a los nativos que estudian en colegios sin diversidad: "Esos alumnos no están viviendo la realidad, no comparten lo que se encuentran en la ciudad", en palabras de Yolanda, conocedora de que si la gente no actúa "con conciencia", la segregación escolar sería más polarizada y perjudicaría las relaciones en la ciudad.
"Es una oportunidad para aprender y, si vivimos en una realidad en la que hay gente que ha tenido que dejar su país por motivos vitales y nosotros estamos aquí, acerquémonos, ofrezcámosles nuestra ayuda y, de igual manera, nos pueden ayudar ellos cuando lo necesitemos". En este sentido, la dinamizadora de la asociación de familias concluye: "Hay que saber dónde estamos y, si no quiero que la escolarización sea con los ciudadanos que tenemos, es que no me gusta donde vivo y quizá me lo tendría que replantear y encontrar otro lugar". "Cataluña es lugar de acogida y las escuelas deben reflejarlo, no tiene que dar ningún miedo", agrega la madre de Jan.