“Hoy hace justo un año que murió mi padre”. Con esas palabras empieza el productor de televisión Andrew Kimmel un desgarrador relato en el que ahonda en el desamparo en el que se encuentran los enfermos con problemas mentales en Estados Unidos y la cruda realidad del sistema sanitario del país, capaz de hundir económicamente incluso a familias bien establecidas y con una base financiera sólida.
Su padre, como también su hermana, fue una víctima más. Una que acabó quitándose la vida de un disparo en el corazón ante el miedo de ser una carga para su propia familia.
“Era un hombre muy trabajador, honorable, cariñoso y una gran persona. Sirvió varios años en el Ejército de Estados Unidos como médico, pero afortunadamente nunca fue enviado a Vietnam. Construyó su carrera trabajando en el sector de la fabricación de ropa, como hiciesen antes sus progenitores”, escribe Andrew Kimmel en un hilo en Twitter en el que, publicación a publicación, ha conmovido a miles de usuarios y ha logrado despertar conciencias, una tarea a la que está entregado con el objetivo de evitar sucesos como el que ahora comparte.
Fue justo “hace 11 años” cuando su familia sufrió el primero de los reveses más duros: su hermana empezó a sufrir una enfermedad mental que evolucionaba de un modo tan gradual que “si no lo sabías, uno podría decir que no había nada mal”. Sin embargo, todo fue a peor. “Mi hermana perdió su trabajo; su apartamento; sus amigos… Se mudó con mis padres, quienes les ofrecieron todo. Pero su salud seguía deteriorándose”, cuenta, explicando que estuvo durante un mes acudiendo a una sala de psiquiatría antes de ser devuelta al cuidado de sus padres sin ninguna pista sobre el camino a seguir para su tratamiento ni opciones a largo plazo.
Fue entonces cuando su padre, quien siempre había vivido por y para su familia, se entregó en cuerpo y alma en busca de soluciones para cuidarla, tratarla y ayudarla: buscó costosos programas de apoyo; procuró que viviese en un entorno más adecuado y pasaron tiempo en una granja en Massachusetts, la incorporó en un programa mental universitario que le costaba 20.000 dólares al mes antes de que la expulsaran… Sin embargo, “no había opciones. No había ninguna ayuda para su enfermedad, que cada vez la estaba debilitando más. Mis padres empezaron a perder amigos cercanos. Nuestras propias relaciones internas se habían vuelto verdaderamente tensas. La falta de ayuda, la frustración y el estrés que soportaron mis padres no puede ser expresado con palabras”, cuenta el productor.
Sumido en la desesperación no encontrar un camino para ayudar a su hija, la angustia y el desconsuelo terminaron por hacer mella también en su propia salud. En medio de esa lucha sin soluciones, sin amparo y sin respuestas, el padre de Kimmel sería diagnosticado también con una enfermedad incurable: neuropatía periférica; una insuficiencia de los nerviosos que llevan la información hasta y desde el cerebro y la médula espinal, produciendo dolor, pérdida de sensibilidad e incapacidad para controlar los músculos, entre otros.
“Él decía que sentía como si su cuerpo se estuviese quemando por dentro, y necesitaba visitas mensuales de una doctora para proveerle de transfusiones de plasma, dejándole mermado durante días”. Sin embargo, él “continuó trabajando” y buscando ayuda para su hija.
“Agotadas todas las opciones en la costa este, mi padre decidió mudarse con mi madre y mi hermana a California con la esperanza de encontrar un tratamiento mejor, empezando un nuevo negocio y estando más cerca de mí” continúa relatando Kimmel, quien explica que, en ese mismo momento él obtuvo una oportunidad de trabajo que aceptó en Buzz Feed en Nueva York.
No obstante, cualquier atisbo de esperanza iba a verse nuevamente frustrado. Las cosas no fueron mejor en California. Pese a que los centros de salud mental eran mejor, “las opciones de tratamiento a largo plazo” para su hermana “eran virtualmente inexistentes”, y además, en lo financiero, se quedaron sin el principal inversor de su nuevo negocio, lo que les dejaba directamente sin dinero.
Con 70 años, el padre de Kimmel se había arruinado en el intento de ayudar a su hija. Estaba “sin trabajo en un mundo laboral y un país que no le brindó ninguna opción”. El único sustento económico llegaba por parte de Medicare,–programa federal de seguro médico en EEUU para personas mayores de 65 años, jóvenes con discapacidades y otras enfermedades terminales y crónicas– y no era suficiente. “Lo que cubría era cercano a nada”, precisa Kimmel, quien indica que fue en ese punto cuando su padre le pidió ayuda. Durante todo este tiempo, lo había evitado, e incluso había ocultado a su mujer, con quien estuvo casado casi 50 años, que su situación financiera estaba en el colapso, con impagos y sin posibilidad de seguir pagando el alquiler.
Con todo, explica Kimmel, su padre, que durante su juventud siempre llevaba regalos a casa tras cada uno de sus viajes, se las arregló para hacerle llegar “paquetes de Amazon que contenían un cuaderno en cuya portada se leía ‘el mejor hijo’ y otro con las frases más inspiradoras del mundo dentro de un USB", junto a una nota en la que contaba lo "orgulloso" que estaba de él le instaba a "aprender de esos discursos motivadores”.
Tras ello, Kimmel, que permanecía en contacto desde Nueva York, finalmente fue a visitarle, se sentaron juntos y tuvieron una conmovedora conversación en la cual su progenitor le explicaba cómo se encontraba en un callejón sin salida, “sin saber qué hacer”, “sin poder conseguir un trabajo”, desolado, –él también–, por una enfermedad que le sometía a “un continuo dolor”, y. además, “sin poder pagar el techo” bajo el que vivían.
“No tenía respuestas para él”, se sincera el productor ante todos en las redes sociales, explicando que esa noche ambos se sentaron juntos en el sofá y estuvieron viendo una serie de televisión. “Me dio las buenas noches y pude escucharle fuera de la habitación durante unos instantes antes de que regresase a su cuarto”.
“La siguiente tarde mi padre se disparó en el corazón. Aún no sé cómo o de dónde sacó el arma. Sus últimas palabras a los médicos fueron: ‘fallé a mi familia’.
Sin serlo, el padre de Kimmel se sentía culpable de no haber podido encontrar una solución para su hija pese a todo el esfuerzo que, durante los años, depositó obstinadamente en ello. Lo intentó todo y se arruinó intentándolo, pero nunca le dieron la ayuda que necesitaba. En sus momentos finales, en ese callejón sin salida, se suicidó bajo el miedo de sentir que pudiese convertirse en una carga para su familia.
No fue él quien les falló. Fue un sistema sanitario incapaz de dar respuesta y solución a una crisis que se agrava en Estados Unidos. Los enfermos mentales no reciben la atención necesaria, siendo inmensos los costes para intentar recibirla.
“Hay una crisis de salud mental en este país. Los cientos de miles –si no millones de dólares– que gastó mi padre de sus ahorros para intentar pagar a mi hermana los tratamientos que necesitaba no debería haber tenido que pagarlos en primer lugar”, finaliza en su hilo de Twitter Andrew Kimmel, quien denuncia los “recortes continuados en programas de salud mental”.
“Mi padre no tenía otras opciones. No quería ser una carga. Sabía que su salud no mejoraría sin poder permitirse pagar su cuidado. Sabía que no tendría trabajo por culpa de su edad y su salud. Y por culpa de ello, sabía que valía más muerto que vivo".
“Ningún cónyuge, ningún padre debería tener que tomar esta decisión. Especialmente en una de las naciones más ricas del planeta. No nos fallaste. Nosotros te fallamos a ti. Te echo de menos, con todo mi corazón. Te amo, papá”, finaliza.