José Antonio Valero ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Universitario de Torrevieja tras recibir una brutal paliza que le dejó semiinconsciente. Le costaba moverse, era incapaz de hablar, no podía comunicarse sin dolor. Su mayor consuelo era acariciar la huella de su mascota grabada en escayola, su perra Mabel.
Los sanitarios se dieron cuenta de este gesto y, por ello, desde el hospital no lo dudaron ni un minuto: José necesitaba el apoyo de Mabel para mejorar. Acercaron a la perra hasta su cama en uno de los momentos más difíciles de su vida. “Siempre está ahí”, expresa José de su “niña”.
Tras esta sorpresa navideña, el paciente comenzó a mejorar. “Está más estable, puede hablar, puede mover una mano y una pierna y se vale por él mismo”, explicaban los sanitarios del centro. “Los niveles de ansiedad que conlleva el no estar acompañado han mejorado”, añadían.
El paciente, que ya se recupera en casa, debe su mejoría a los profesionales que cuidaron de él en todo momento, también emocionalmente. Pero, también debe mucho a su mejor amiga.