Cuatro jóvenes desnudos esperan sobre un escenario en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad de León. A plena luz del día, los estudiantes se van quitando la ropa mientras que otros pujan por ellos. Hasta 130 euros por llevarse al que más ha enseñado para que les lleven los apunten, les hagan fotocopias o les limpien la casa.
Ocurrió en septiembre de 2017 en León, pero la imagen no es nueva. Cada año, la universidad abre sus puertas y en ella entran miles de nuevos estudiantes con una mezcla de ilusión, nervios y optimismo. Lo que para muchos puede ser una nueva etapa crucial en sus vidas, comienza con una rancia tradición, prohibida en muchos centros: las novatadas.
Una práctica que, a pesar de que estén socialmente aceptadas, constituyen una forma más de maltrato. “Las novatadas normalizan que una persona pueda obligar a otra a hacer lo que quiera: forzarla a beber, a comportarse de una manera ridícula, a que asuma prácticas sexuales inaceptables, a someterse y a dejar de tener control sobre sí”, asegura el profesor de Antropología Social de la Universidad de Burgos Ignacio Fernández de Mata a Informativos Telecinco. “Refuerzan estereotipos de mando y explotación, de inquietud, de clasismo, de machismo de codificación sexual”, continúa el experto.
Sin embargo, para muchos de los estudiantes, estos comportamientos son divertidos. “Percibir todo esto como algo divertido, como bromas en vez de como maltrato, incide en una naturalización perversa de forma de violencia que en parte es simbólica, pero en parte es física”, asegura Fernández de Mata.
Una práctica vinculada a la identidad de grupo que el profesor defiende como una forma más de violencia. “Las novatadas parten de la premisa de la iniciación guiada: alguien, al que se erige en superior o experimentado, trata de domar y anular la individualidad del recién llegado para hacerle ‘uno de los nuestros’. El mensaje de que solo quién acepta el maltrato, se integra, es sumamente perverso”, afirma el experto.
Una práctica que distorsiona la realidadLas novatadas parten de un marco en el que se normaliza la desigualdad: unos mandan y otros obedecen. Los alumnos antiguos se sitúan en una posición de ventaja sobre los recién llegados, en lugar de reconocerlos como iguales. Por un lado están los veteranos, por otro, los novatos.
“Se les anula en sus identidades, se les cosifica. Una vez despersonalizados, son abusados”, explica el profesor Fernández de Mata. “Desde luego, habrá abusos duros y otros más suaves, pero todos ellos se producen en un contexto de suspensión de derechos. Las prácticas que se dan en las novatadas resultan inaceptables para cualquier ciudadano en un contexto normal o cotidiano”, continúa.
De hecho, muchas de estas prácticas podrían ser consideradas como delito. En el año 2014, el Senado ya aprobó una moción en contra de las novatadas con un manifiesto sellado por más de 160 colegios mayores. Además, la mayoría de las universidades las prohíben. Sin embargo, estas se realizan bajo el manto del silencio y con la seguridad de saber que, en la mayoría de los casos, la agresión se quedará entre los cuatro muros del lugar.
De las novatadas a ‘Las Manadas’Al final todo consiste en pertenecer al grupo, bajo cualquier consecuencia y mientras que el resto de la sociedad las acepta o mira para otro lado. Una dinámica que al final tiene mucha relación con la violencia machista y, en última instancia, con ‘Las Manadas’. Las violaciones grupales y las novatadas comparten factores en muchos casos, tal y como reconoce Fernández de Mata.
En concreto, tanto las novatadas como las manadas parten de la base de una desigualdad explícita. “Unos someten y otros mandan, regulan, exigen y controlan. Igual que en la violencia machista. Además, las novatadas consolidad la percepción de jerarquías, de diferencias culturalmente construidas”, señala el profesor de la Universidad de Burgo.
A ello hay que añadir la pertenencia a un grupo y el alcohol. “‘Las Manadas’ nacen de la configuración, sobre todo por parte de los varones, de grupos de amistad intensa y exigente” cuya “percepción del mundo es, desde luego, hipermasculinizada”. El contexto, además, se desdibuja debido al consumo de bebidas alcohólicas, que facilitan tanto que las víctimas no estén en condiciones de oponerse y resistirse como que los límites entre lo aceptado y lo no permitido se desdibujen.
La violencia, una forma más de diversiónLa violencia que subyace en estos actos no es algo nuevo. Es más, siempre ha sido un elemento consustancial a las sociedades humanas, en mayor o menor grado, tal y como recuerda Ignacio Fernández de Mata. Una práctica que para muchos incluso puede llegar a parecer divertida.
“La violencia sobre otros, el dolor ajeno, pueden ser percibidos como algo divertido. Nos resultan divertidas porque no nos afectan, las percibimos desde fuera”, asegura el experto. En muchos de estos casos, este tipo de comportamientos se llegan incluso a asumir como natural y pueden convertirse en un problema en el futuro.
“Cuando se empieza muy joven a aceptar como normales conductas violentas -a veces porque se han sufrido desde muy pequeños-, se empieza a construir una cadena de abusos y maltratos que pocas veces son reconocidos como tal”, afirma Fernández de Mata, quien continúa: “El bullying puede ser percibido como divertido, no desde luego para la víctima, pero sí para los victimarios. Las novatadas pueden ser percibidas como una juerga, especialmente para los veteranos”.
Comportamientos que, en momentos de liberación de controles, desinhibidos por el alcohol y reforzados por la hermandad del grupo, se reproducen una y otra vez. Todo bajo la percepción de que lo que se hace es algo que no es del todo malo. Bullying, novatadas o manadas, esto es lo que ocurre cuando la violencia se convierte en una forma más de diversión.