La recuperación de hábitos y libertades perdidas con el confinamiento causado por la pandemia de coronavirus culminará el próximo domingo 21 de junio con la llegada efectiva a la denominada nueva normalidad. Poco a poco los españoles han ido recuperando actividades cotidianas, pero el riesgo de infección va a seguir estando presente, por lo que, aun sin estado de alarma, se seguirán restringiendo ciertos derechos y libertades para garantizar que no se propaguen rebrotes del virus, al menos hasta que llegue una vacuna o tratamiento eficaz.
Son tres las normas principales que caracterizarán a la nueva normalidad: el uso de las mascarillas, el mantenimiento de la distancia social y el fomento del teletrabajo. Todas ellas medidas orientadas a regular las relaciones y distancias entre las personas como la clave para mantener el virus a raya. Aunque el aislamiento social, la higiene de manos y el uso parcial de las mascarillas han marcado estos tres meses de confinamiento, el nuevo escenario, con la autorización de mayores interacciones sociales, obliga a actualizar las recomendaciones sanitarias a la sociedad a partir de todo lo que hemos aprendido sobre la transmisión del SARS-CoV-2.
Para evitar nuevos brotes de Covid-19 lo primero que hay que tener en cuenta es la transmisión del coronavirus. Conocer las vías de contagio, la capacidad de transmisión en diferentes grupos de población, los lugares relacionados con mayor riesgo de exposición, así como desentrañar cómo ocurren los eventos de transmisión local. Ya sabemos que la enfermedad se transmite por microgotículas expulsadas por personas infectadas al exhalar el aliento, hablar, toser o estornudar.
La principal vía de transmisión sigue siendo el contacto directo o indirecto con secreciones respiratorias de un caso sintomático, pero los infectados sin síntomas también pueden transmitir la infección a otras personas en situaciones en que expulsa aire con fuerza, avisando por ello del mayor riesgo de contagio, en lugares ruidosos donde se habla más fuerte. Esas gotas respiratorias tienen que tener un tamaño superior a 5 micras para llegar a contagiar y son capaces de transmitirse a distancias de hasta 2 metros. Una distancia en las que esas microgotículas pueden depositarse en las superficies y de ahí pasar a nuestras manos, siendo también éstas una vía de transmisión al tocarnos después la boca, la nariz o los ojos.
La permanencia del SARS-CoV-2 en superficies depende del tipo de material, oscilando entre 4 y 72 horas. Sobre cartón puede sobrevivir hasta 24 horas y 72 en el caso del plástico con una temperatura de 22º y entre 40-60% de humedad. Pero no está clara la capacidad de transmisión del virus a través de esas superficies y algunos estudios ponen en duda que esta vía sea una vía frecuente. En este sentido, y ante la posibilidad de que éstas sean una vía que favorezca el contagio del virus, la higiene hospitalaria se ha acentuado y protocolizado durante la pandemia mediante dispositivos de limpieza, desinfección y esterilización cuando sea necesaria.
Sabiendo cómo se transmite el virus, es importante saber dónde es más común su propagación. Por lo general, la transmisión tiene lugar principalmente en espacios cerrados en los que existen contactos próximos y gran cantidad de personas. El virus no se transmite a través del aire como sucede con la varicela y la tuberculosis, ni permanece en el ambiente. No obstante, no existe evidencia clara de la transmisión de este virus a través de aerosoles con partículas de pequeño tamaño que puedan ser inhaladas.
¿Cuándo es capaz una persona infectada de transmitir la enfermedad? La cantidad de virus en la garganta alcanza su nivel más alto alrededor del día en que aparecen los primeros síntomas. Un estudio reciente indica que una parte importante de los pacientes infectados que han transmitido el virus (44% de los eventos analizados) lo han hecho durante el periodo presintomático (hasta 2-3 días antes de mostrar los primeros síntomas). La mayor capacidad infectiva se alcanza justo antes de mostrar los primeros síntomas, es decir, son capaces de transmitir el virus antes de que el sistema de salud los haya detectado.
Sobre la evolución y el comportamiento del virus, los expertos coinciden en una reducción de su carga viral a temperaturas más elevadas. Del mismo modo, la humedad también influye en la permanencia del mismo, por lo que puede orientarse a cierta estacionalidad. Se ha demostrado la susceptibilidad del virus al calor en estudios in vitro, lo que nos hace pensar en la probabilidad de que en verano se siga transmitiendo, pero con menor intensidad. No obstante, esto no debe suponer una relajación de las medidas de prevención de la transmisión.
Una vez tomada la media al virus, evitar la propagación es mucho más fácil, pese a la recuperación de las relaciones sociales. El riesgo aumenta cuanto mayor es el grupo de personas en un espacio cerrado, porque la distancia física entre ellas se reduce, y es por ello por lo que mantener una distancia de seguridad interpersonal suficiente, la higiene de manos y llevar mascarilla siguen siendo los secretos esenciales para no contagiarse. Si se relajan las medidas de prevención habrá más riesgo de contagio. La falta de autoaislamiento de personas sintomáticas, agrupamientos sociales, el no uso de mascarillas, el uso incorrecto de guantes y la ausencia de higiene de manos serán los mayores riesgos.
El mal uso de guantes es uno de los factores de mayor riesgo,teniendo en cuenta el aumento de las relaciones sociales. La experiencia nos dice que al llevarlos nos sentimos falsamente protegidos. Tendemos a lavarnos las manos, pero no los guantes. El virus no entra a través de la piel de las manos, las manos son solo un vehículo. Así que si vamos con guantes todo el rato, se convierten en el vehículo. Si con los guantes nos tocamos la cara o tocamos todo, más que protegernos suponen un riesgo.