“Los médicos, las enfermeras y los cirujanos que han estado cuidando a mi hijo me han aconsejado escribir este mensaje para mostrar a todo el mundo lo peligrosos que pueden ser estos juguetes”. Con esas palabras empieza Martina Hodgson, una joven oriunda de Lincolnshire, Reino Unido, el calvario y el dolor que sufre después de que la vida de su hijo de tres años, Reggie, haya estado pendiendo de un hilo desde el momento en que se llevó a la boca un juguete de su hermano mayor.
Compuesto por bolas magnéticas, en algún momento que su madre desconoce cuándo se produjo, el niño se llevó el juguete a la boca y llegó a ingerir hasta 19 de estas bolas, algo que, repentinamente, el pasado 3 de noviembre le llevó directamente a la unidad de cuidados intensivos del hospital al temerse por su vida.
“El día 3 empezó a sentirse enfermo. El color de su piel era gris y teníamos dificultades para mantenerle despierto. Primero pensé que era algún virus, pero en el hospital se dieron cuenta de que estaba gravemente deshidratado, lo cual no podía entender porque él nunca paraba de beber. Decidieron hacerle más pruebas y le enviaron a realizar una radiografía. Fue entonces cuando se dieron cuenta del problema: la radiografía mostró que se había tragado unas pequeñas bolas magnéticas. Mi corazón se hundió y supe exactamente en ese momento que eran los juguetes magnéticos de su hermano mayor”, cuenta la progenitora en una publicación que ha querido mostrar a todo el mundo en Facebook.
“Inmediatamente le trasladaron al hospital de Nottingham. Durante el viaje en la ambulancia podía ver cómo su estado empeoraba. Le durmieron a las 7:15 horas de la tarde y durante tres horas estuvieron interviniéndole. Fueron las tres horas más largas de mi vida, ya que no sabía el alcance del daño que sufría. Resulta que estas pequeñas bolas magnéticas le habían provocado graves daños. Fueron localizadas en cuatro áreas separadas, en lugares que le habían provocado agujeros en sus intestinos. Provocaron que se doblara y se generase una obstrucción. Además, encontraron 6 bolas alojadas juntas, las cuales estaban completamente atascadas. Tenían que hacer un corte para sacarlas”.
Tras la agónica operación, Martina cuenta que cuando los cirujanos salieron a verla ella estaba en un incontenible estado de nervios: “Me estaba volviendo loca”, cuenta, explicando que, tras la terrible espera, los especialistas la dijeron, afortunadamente, que habían “logrado salvar su intestino”, si bien “había sido un complejo trabajo, ya que había muchos agujeros y todos necesitaban reconstrucción”.
“Todavía no está completamente fuera de peligro”, lamenta, añadiendo: “Ni siquiera sé cuándo se tragó esos imanes, pero el cirujano cree que han estado en su interior durante un tiempo, porque ya habían incluso comenzado a corroerse por dentro y estaban envenenando a Reggie”.
“Tiene alta infección y está en cuidados intensivos con oxígeno”, explica, asustada y muy preocupada todavía por su estado.
En el final de su mensaje, Martina lanza un ruego a todas las madres que puedan tener juguetes similares al que su hijo se llevó a la boca: “Por favor, si sus hijos tienen algunos de estos pequeños imanes, enséñele los peligros de llevárselos a la boca. O mejor aún, tirarlos a la basura. Mi hijo tiene suerte de tener todavía sus intestinos. Se había tragado 19 bolas. Pasó de estar un poco enfermo, en lo que pensaba que era tan solo un virus estomacal, a estar gravemente enfermo en muy poco tiempo, necesitando una operación mayor”.
“Estas cosas son peligrosas y no quisiera que nadie más se sienta como yo en estos últimos días”, finaliza.