El 10 de abril de 1988, Agustín, de 17 años, se desplazó en los autobuses fletados desde Boedo, en Argentina, a la sede de Rosario Central para presenciar el partido que enfrentaba a San Lorenzo y Newell's. Una vez allí, Agustín se quitó su sudadera, donde llevaba su documentación, tal y como informa el portal web Clarín. Antes de que se diera cuenta, apareció un nuevo vehículo que transportaba a aficionados del equipo rival, Newell's, que apenas dudaron en tirar piedras a los otros hinchas. Ambos grupos se enzarzaron en una pelea que fue interrumpida por la policía y que provocó que Agustín acabara en el calabozo y sin su documentación.
Agustín descubriría después que uno de los miembros de primeros auxilios cogió su documentación extraviada y pensó que pertenecía a Marcelo Burgos, también de 17 años, que había recibido un proyectil de 9 milímetros. El joven fallecería sin que los sanitarios pudieran hacer nada. De este modo, la Policía informó que el muerto, Marcelo Burgos, se llamaba Agustín Corvera.
La noticia impregnó los medios, la Policía detuvo a más de 150 aficionados de San Lorenzo entre los que estaba Agustín. Por otro lado, la familia de Agustín descubría que su hijo había fallecido. No tardaron en llorar su muerte, organizar una eucaristía con todos sus seres queridos y comprarle dos coronas de flores.
Agustín estaba en el calabozo escuchando todo e impotente por no poder llamar a su familia, que carecía de teléfono. Sin embargo, el progenitor del hincha, que se desplazó hasta Rosario para ver los restos de su hijo, se llevó la mejor noticia de su vida: su retoño estaba vivo. Todo había sido una confusión. Aun así, Agustín sintió que el ser humano era egoísta por naturaleza, ya que, la alegría de su padre, se vio traducida en la tristeza de la madre de Marcelo Burgos. "No fue una alegría completa porque una familia perdió a un hijo. Así como de este lado había una familia feliz, del otro lado había una triste", dijo la madre de Agustín hace 30 años.
Hoy, Agustín quiere recordar la muerte de Marcelo Burgos, y repite que el hecho de que su documentación fuera a parar junto al cuerpo, no significa que la víctima lo hubiera robado. Fue, simplemente, un error.