Tener percepciones correctas sobre las bebidas alcohólicas es fundamental para abordar de manera adecuada el consumo por parte de menores. Por ello es necesario desterrar una serie de mitos que existen alrededor del consumo de alcohol. La Federación Española de Bebidas Espirituosas (FEBE), en su ‘Guía para padres: Porque los menores no deberían bebe alcohol’, ofrece un listado de alguno de estos mitos y sus realidades.
La realidad es que el alcohol es un depresor del sistema nervioso. Reduce la capacidad para pensar, hablar, moverse, etc.
Nada quita la borrachera de golpe. Se podrá estar más despejado pero se sigue estando ebrio, porque ni la ducha ni el café disminuyen el nivel de alcohol en la sangre.
La realidad de éste mito es que quien ha desarrollado tolerancia al alcohol no se emborracha menos, ya que el alcohol llega a la sangre en igual medida, pero muestra menos los efectos.
El alcohol puede producir relajación y hacer a alguien más interesado en el sexo pero interfiere en la capacidad sexual y se tiene menos en cuenta las consecuencias.
Estos métodos no funcionan porque el alcoholímetro mide igualmente el alcohol, aunque haya otras sustancias.
Por estas vías se expulsa menos de un 2% de alcohol, insuficiente para afectar al nivel de alcoholemia o a la borrachera.
La realidad es que la cantidad de alcohol que circula por la sangre es lo que determina lo borracho que se está. Mezclar diferentes bebidas no emborracha más pero puede provocar más malestar.
Por último FEBE advierte, de que “no existen alcoholes buenos o malo”, y que todas las bebidas alcohólicas que contienen alcohol y etanol son perjudiciales para los menores.