Sentada en un banco de Bilbao consigo misma. Mercedes comparte la vida con la soledad. Tiene 88 años, soltera y sin hijos. Su imagen apareció ayer convertida en estatua hiperrealista sola en un parque de Bilbao. Hoy ella le ha puesto voz. Sus palabras son las de los mayores silenciados por el olvido: "A veces no hablo nada de la mañana a la noche y por la noche no me sale ni la voz", confiesa, aunque no esté arrepentida de no haber tenido hijos, tal y como están las cosas hoy en el mundo.
Pero Mercedes, aunque sea ahora el rostro y la imagen de la soledad no se considera digna de lástima. Y no hay por qué. De hecho siempre ha hecho lo que ha querido en su vida, aunque ahora como a muchos otros la soledad la haya atrapado. Habla cuatro idiomas. Los ha aprendido trotando por el mundo. Primero en Francia cuidando a tres niñas, luego en Londres, donde estuvo siete años como 'au pair' y trabajando en un hospital y luego en Mallorca. No tenía muchos estudios aunque sí mucha vida. Reconoce que las mujeres antes estaban destinadas a casarse pero no a estudiar. Dejó de trabajar a los 58 años, tras trabajar muchos años en una multinacional inglesa cerraron el centro de trabajo. Le dieron dos años de paro y tras eso la jubilación, cuando tenía 60 años, hace ya 28.
"Son muchas horas para estar sola", dice Mercedes, "Los días son largos, es tremendo, la vida se transforma". Cuenta que llega un punto en el que no la reconoces y tampoco te reconoces a ti mismo, "es que estás que no eres tú, como si la vida se te pasara". Era la mayor de ocho hermanos, pero de una familia tan grande solo sobreviven tres de sus sobrinos. Cuenta que hacen todo lo que pueden por ella, pero que al estar casados y tener hijos "No pueden todo lo que quisieran". Algo que nunca sobra, ella lo tiene claro, es el "cariño de la gente". Para las personas mayores que viven solas pide libertad con cariño y comprensión, que no sobra nunca.
Hoy acompañaba a la estatua que la representa bajo una frase "Para que nadie vuelva a ser invisible". Una frase que ojalá remueva conciencias, y que, como pide Mercedes, se comprenda a nuestros mayores. Rodeada de gente se sentaba junto a esta escultura hiperrealista, público que decía que "es una pena", otros que reconocían que "mueren solas" y algunos emocionados "hasta te emocionas, pensando en tus cosas, en tu familia".
En España más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas. Para Mercedes el tiempo se detiene, la vida se transforma y ni ella misma reconoce sus días. Cuando ya no hay recuerdos que acumular solo queda pensar en el pasado. La suya ha sido una vida feliz pero cuando creía que ya lo tenía todo llegó la vejez y se dio cuenta de que le faltaba el cariño de la gente. No olvida a Ana, su cuidadora de Cáritas, ni a esos sobrinos que la visitan, ni a esa mujer que le ayuda dos veces por semana. Pero recuerda que muchas veces la vida te deja sola. Como a su estatua.