Una de las mejores cosas que nos ha dejado la crisis del coronavirus es la solidaridad ciudadana, las miles de historias de agradecimiento y voluntad de ayudar al prójimo. Y una de las peores cosas han sido las indeseables muestras de egoísmo de una parte de los ciudadanos. Mensajes insolidarios recibidos principalmente por facultativos, enfermeras y trabajadores de servicios esenciales que después de dejarse la piel cada día para salvar vidas o para hacerlas más sencillas se encuentran al llegar a su casa con la incomprensión de unos vecinos temerosos del contagio, que incluso les instan desde el anonimato a abandonar sus viviendas.
Pero por cada gesto mezquino, siempre habrá cientos de grandeza. "A los profesionales que estáis trabajando, gracias. Cuidaos", es el cartel que ha aparecido en el ascensor común de un edificio de Ourense en el que residen tres profesionales sanitarios y una agente de la Guardia Civil, desafiando a aquellos que buscan estigmatizar y acompañado de unos aplausos impresos.
Pere García, coordinadora de admisión en el área sanitaria de Ourense, se ha encontrado este letrero, también sin firma, pero muy diferente al que reciben otros: "Vi el mensaje el miércoles cuando llegaba a casa de trabajar. Había un papel pegado en el ascensor. Fue muy emocionante porque vuelves a casa muy cansada y es un 'subidón' ver estos textos que nos ayudan a seguir trabajando", ha dicho a Efe.
Esta profesional, que se encuentra en la primera línea sanitaria, ha querido agradecer públicamente y a través de sus redes sociales lo sucedido en su inmueble, en la calle Sáenz Díez, el cual bautiza como "la comunidad Covid". Da las gracias por ello, por los aplausos en los balcones, por el ejército de mujeres que cose mascarillas y por los miles de voluntarios que se esfuerzan por llevar la compra o los medicamentos a las personas que viven solas o que tienen problemas de movilidad.
De los catorce vecinos que viven en este edificio orensano, la mitad tienen permiso para salir de sus domicilios debido a sus ocupaciones. En él residen dos doctores, Pablo Antolín, médico de urgencias; y Álvaro de Castro, de familia, y que dirige los servicios sociosanitarios de Piñor y Baños de Molgas. También una agente de la Guardia Civil, Sonia Teijeiro. Lejos de desencadenar posibles "recelos" por el hecho de estar presumiblemente más expuestos a posibles contagios, la reacción de sus convecinos ha sido justo la contraria. "Y eso da ánimos para seguir", insiste García.
Un periodista y residente, Alejandro Mínguez, que se encuentra ahora mismo confinado en Celanova (Ourense), no dudó en divulgar esta historia de agradecimiento, y de reconocimiento, por parte de una comunidad en la que, pese a que viven personas mayores y niños, como en esas otras donde hubo faltadas, los escritos son como se ve en positivo. Es la misma reflexión de la agente de la Guardia Civil Sonia Teijeiro, que asegura que se emocionó "mucho" cuando vio el cartel al "bajar a trabajar".
"Al principio, creí que era para que no usásemos el ascensor, después me emocionó mucho lo que ponía", resume esta profesional, que opina que, entre gente buena, con civismo y responsabilidad social, "no puede ser de otra manera".Ve "difícil de entender" por tanto la mezquindad, que no puede atribuir al miedo, contra quienes están arriesgando la vida en esta pandemia.
Con dos niños en casa y un trabajo de riesgo, esta agente sigue unos estrictos protocolos cuando sale de su hogar, así como en el trabajo y, de nuevo, al regresar al domicilio. Todo para que, en la medida de sus posibilidades, el virus no entre en casa y no afecte a los suyos. Sale "siempre protegida y manteniendo la distancia social" y al llegar a su puesto desinfecta todo. Otra vez más, de vuelta en su casa, se esmera "en lavar todo de nuevo".
Todo este proceder, como sabe cómo lo están pasando, ha hecho que en su rostro se ilumine una sonrisa al ver este bonito gesto que han tenido con ellos. Fácil entre tan pocos poner nombres y apellidos: Carlos Escudero y ayudante. Aunque el sentir, desde luego es común. Normalmente, se ven las caras, pues los que salen, cuando pueden, guardan fuerzas para batir palmas desde sus ventanas. Su historia es humanidad inteligente, la que abunda, y tan loable en esta pandemia.