Fueron tres años sufriendo los abusos sexuales de su abuelo paterno. Aprovechaba cada oportunidad a solas con ella para someterla a todo tipo de vejaciones y tocamientos que el tribunal de la Audiencia Provincial de Granada que le ha condenado a cinco años de cárcel califica de “execrables”.
De 76 años, además de esos cinco años entre rejas, ha sido condenado a libertad vigilada durante seis años tras la ejecución de la pena de cárcel, así como a una indemnización valorada en 10.000 euros por daños morales.
El condenado, que responde a las siglas de F.O.G., abusó de la menor, que ahora tiene 13 años, entre 2013 y diciembre de 2016, aprovechando los momentos en que su nieta iba a verles. Sus padres se divorciaron en 2012, y a partir de entonces pasó a cumplirse un régimen de visitas con el progenitor, residente en Granada. Por ello, la pequeña, que ahora reside con su madre en Laredo, Cantabria, cada verano iba de vacaciones durante un mes a la localidad andaluza, así como lo hacía durante la mitad de las vacaciones de Navidad. Era entonces cuando la niña veía a los abuelos y empezaba su calvario.
“Aprovechando los momentos en que se encontraba a solas con el menor”, y “siempre movido por el ánimo de satisfacer su deseo libidinoso, sometía a su nieta a soportar tocamientos sexuales que, al principio” la pequeña “no comprendía por su escasa edad”. Así lo recoge la sentencia, contra la que aún puede interponerse recurso, en la que se exponen los hechos denunciados después de que la niña, en enero de 2017, confesase lo que había sufrido.
Durante aquellos terribles episodios, el septuagenario llegaba a “mostrarse desnudo en presencia de la menor, exponiendo sus genitales fuera de la ropa”, invitándola a “tocar su miembro viril o chupárselo, realizarle tocamientos en las zonas genitales o glúteos”.
Probados en la Sección Segunda de la Audiencia de Granada, la sentencia también recoge que el abuelo de la menor le realizaba “caricias desde el pecho hasta el pubis”, al tiempo en que le pedía a la niña que le enviase “fotos sexys” a través de su teléfono móvil.
El condenado abusó de forma reiterada de la menor cuando tenía oportunidad. En una de las ocasiones, cuando la menor se encontraba en el baño, él se lavó “sus genitales en el bidé” pidiéndola que mirara antes de decirla que “ella se lo haría pronto”.
También le pedía masajes “bajo la excusa de jugar a los médicos”; un abuso sexual continuado que realizaba antes de amenazarla con castigarla si contaba algo. Era “un secreto”, le decía, “impidiéndole” decírselo a nadie. De hacerlo, la advertía del castigo: el “encierro” en una “estancia a oscuras” o contarle “al padre que no había hecho los deberes”.
“La pequeña sentía miedo de decírselo a solas a la madre por la reacción que ésta pudiera tener”. Fue a los 10 años, durante una comida junto a su abuela materna y una amiga de su madre, cuando dejó ver lo que estaba sufriendo: “Si vierais lo que me hace a mí el abuelo”, dijo, antes de confesarle a su madre los abusos.
Debido a los terribles abusos a los que fue sometida, la niña, como refiere la sentencia, experimenta ahora “conductas anormativas y disruptivas, rebeldía, dificultad para acatar límites y normas”, a la vez que tiene “fenómenos de reexperimentación con recuerdos e imágenes recurrentes” y “miedos nocturnos”, requiriendo ayuda psicológica y psiquiátrica.