Mediocracia: cuando los mediocres toman el poder (Editorial Turner) ha levantado ampollas. Alain Deneault, filósofo, escritor y profesor de Sociología de la Universidad de Quebec no deja títere con cabeza en su última obra. Hizo lo mismo con la primera cuyo título no dejaba mucho lugar a las interpretaciones: Paraísos fiscales. Una estafa legalizada (2017). "De poco mérito, tirando a malo", dice la RAE para definir mediocre. Y lo que defiende Alain Deneault es que hoy estamos gobernados en todas las esferas de la vida pública por gente mediocre: universidad, medios de comunicación, política, empresas...
Pero no solo hablamos de esos políticos que subsisten a base tuit, de eslogan, de ocurrencia, que son de derechas, de izquierdas o de centro solo cuando los intereses electorales se lo permiten. El show sustituye al proyecto y la reflexión, del plató al Parlamento, la frase ingeniosa a los planes. Y con estos perfiles, con más forma que fondo irrumpen los Trump, Bolsonaros, Salvinis, BolsonarosBoris Johnson y también los políticos nuevos, porque la novedad se ha convertido en un valor. ¿Estamos ante una sociedad directamente más idiota? La pregunta ofende en sí, pero está en el ambiente.
No se han librado de esta corriente los expertos, de hecho Trump arremetió contra ellos en su campaña electoral y no le fue mal. Esos expertos que no supieron ver la crisis ahora dan respuestas, dicen los ciudadanos. Deneault también se suma a ellas y los considera ya una parte del sistema “que defiende los intereses de quienes los patrocinan, sean empresas que van en contra del medioambiente o políticos que quieren llegar al poder. No se puede esperar de ellos nada original ni potente”.
Habla el autor en su libro de ese profesor de universidad que ya no investiga, sino que rellena formularios burocráticos; del reportero que encubre los escándalos fiscales o es incapaz de hacer frente a las fake news, del artista revolucionario, pero que en el fondo está subvencionado. Porque lo que realmente deja claro Deneault, es que lo mejor que se le da a una persona mediocre es rodearse de mediocres. Y para él, en esas estamos. La realidad le da argumentos: muertes por selfies, vacaciones para ir a Chernobyl...
Lo que de verdad importa, pues, no es evitar la estupidez, sino adornarla con la apariencia del poder. “Si la estupidez no se asemejase perfectamente al progreso, el ingenio, la esperanza y la mejoría, nadie querría ser estúpido”, señaló Robert Musil, dice el autor nada más comenzar el libro, disparando con bala. Y da en el clavo cuando señala que la gente de este perfil usa términos como gobernanza o valores de excelencia para adornar su discurso. ¿Les suena? Porque la manipulación del lenguaje también es una forma de mediocridad. El oportunismo se convierte en un valor.
Considera Deneault que ante problemas como la crisis ecológica, la desigualdad económica, la dependencia de los combustibles fósiles, el hiperconsumismo, la cultura como industria de entretenimiento, y la inestabilidad del sistema financiero, “controlado por algoritmos, ya que el 70% de operaciones en EEUU ya se realizan a través de ellos”, la sociedad de hoy está capada, inerte, como si se hubiera vuelto, aunque duela decirlo, estúpida. La universidad tampoco se libra, porque se ha “convertido en un fin en sí misma, en la que los alumnos son producto y por eso luego surgen esos doctorados falsos convertidos en negocio". España es fiel reflejo de máster regalados y plagios descarados.
Una parte de la sociedad occidental está de acuerdo con él. Por eso en España, por ejemplo ningún político logra el aprobado, los periodistas están nulamente considerados (sí en cambio médicos, bomberos y policías, que realizan una labor de la que la sociedad se beneficia al instante) y los referentes parece que se han perdido, de la mano de lo valores.
Ante esta enmienda a la totalidad no todos opinan lo mismo. Daniel Innerarity es catedrático de filosofía política y social y director del Instituto de Gobernanza Democrático no se muestra tan categórico como su compañero de disciplina. "No niego que esos comportamientos se llevan a cabo, que existe esa realidad de la que habla Deneault. Pero creo que esa realidad es consecuencia de que el espacio público se ha hecho más grande, hay más expertos que antes, es un símbolo también de que la democracia avanza". Esa nueva realidad que ha traído la globalización y no lo olvidemos, las redes sociales provocan que nos pueda gobernar cualquiera como dijo en su día Zapatero.
Inneratity tiene sus dudas porque hoy, con unos políticos con muy mala prensa es fácil decirlo, pero también hay que ponerse en su piel. "Antes Helmut Kohl y François Mitterrand se llamaban y solucionaban un problema en Europa. Ahora es todo más complejo, hay más países en la UE, los del Este que se veían como espectadores quieren decidir. No creo que ahora los anteriores líderes fueran capaces de manejar los conflictos de la UE de igual forma. Gobernar en los 80 y 90 era más sencillo y tampoco nos acordamos de los mediocres de entonces, que también los había".
Inneratity considera que las redes también lo han transformado todo, también en el mundo de la comunicación, que no es que sea peor sino que tiene un "ambiente más precarizado y menos jerarquizado. Antes eran los periodistas los que decidían lo que era noticia. Ahora las redes marcan pautas es cierto que más frivolidad, pero al final los referentes se se han diluido. También se ha democratizado, pues, dar información, con lo bueno y malo que conlleva". Y en cuanto a la universidad, "ser catedrático ya no es garantía de nada. En España no se hicieron las universidades pensando en estar entre las cien mejores, se pensó en territorios y en estar entre las 500 mejores". No cree pues que la sociedad sea más estúpida sino que todo se ha vuelto más complejo. El debate está ahí.