Llega el verano y con él, los 'furtivos de bañador', esos bañistas que se dedican a esquilmar las playas. El desembarco de veraneantes es un dolor de cabeza para las mariscadoras gallegas, que durante esta época se ven obligadas a colocar carteles y patrullar en la costa para concienciar a la gente de que no les roben el marisco de la playa.
Y es que desde ahora a los furtivos organizados se juntan los 'furtivos de bañador', turistas que intentan llevarse el marisco a casa. El problema comienza cuando esas dos o tres almejas que quiere llevarse un matrimonio “se convierten en toneladas” con la invasión de varios individuos que quieren llevarse su producto.
Cansadas, las mariscadoras han llevado sus reivindicaciones a la arena y a las redes sociales. Pero el furtivismo no es sólo cosa del verano y no siempre muestra una cara tan inocente como la del turista. Son frecuentes los intentos de robo de moluscos en los que tienen que intervenir las autoridades policiales.
Sólo en la ría de Arousa, más de mil familias viven del marisqueo. Siembran, cuidan y recogen durante todo el año almeja o berberecho. Además, sólo el marisco recogido legalmente pasa los controles sanitarios. Es necesario recordar que la playa es de todos, pero el marisco no.
El marisqueo gallego se ha recuperado del fuerte golpe sufrido el año pasado con la pandemia de covid-19, según informa 'Faro de Vigo'. Los buenos precios acompañan al sector, que ha firmado un inicio de año con una facturación superior en casi un 20% a la lograda en el mismo período del año pasado.
Hasta el pasado 31 de mayo, las ventas de bivalvos en las lonjas de la comunidad dejaron 17,3 millones de euros pese a que el inicio del año estuvo marcado por el cierre de la hostelería, su principal cliente, debido a la tercera ola de contagios.
Sin embargo, el sector sigue sin alcanzar los niveles precovid, sobre todo respecto a los últimos años, en los que lo habitual a estas alturas del año era superar los 20 millones de facturación, prácticamente un cuarto de las cifras anuales.