María Luisa Gómez, intensivista del Hospital de Ciudad Real tiene en su mente historias que no va a olvidar nunca. Historias muy duras, de gente que sabe que vive sus últimos momentos porque está perdiendo la batalla contra el coronavirus, de personas que quieren dar su último mensaje de amor a los suyos. No extraña que los sanitarios tengan secuelas tras estos meses de batalla. "Doctora, tengo dos gemelas de cinco años, ¿cuánto tiempo voy a estar? Esa madre no ha podido volver a ver a sus gemelas. O gente que escribe los nombres de sus hijos, de su mujer, y dice lo que debemos decirles para decirles adiós. Lo más duro son esos compañeros que son conscientes de lo que tienen y que saben que tal vez cierren los ojos y no los van a poder volver a abrir".
María Luisa no es la única que vive tragedias humanas provocadas por el coronavirus en su día a día. María, una médico interviniente con pacientes de coronavirus de un hospital de Madrid, que prefiere preservar su identidad, pone de manifiesto el estrés y la angustia a la que están sometidos. "Ver cómo el paciente ingresa, se pone enfermo en planta y vivir la muerte inesperada o injusta hace que vivas un mini-duelo con cada paciente, con una despedida. La persona que ha muerto no se te olvida. Los médicos tenemos los nombres de cada paciente grabados a fuego porque el trato al paciente de coronavirus ha sido un trato muy cercano. El contacto con ellos ha sido muy directo, pese al elevado número de pacientes que atendíamos”, señala María. Ser testigo de la muerte de una persona puede ser un acontecimiento traumático. Los sanitarios, aunque están preparados para ello, no dejan de vivirlo con dolor, frustración y con cierta sensación de fracaso, ya que "nos educan para el cuidado y para salvar vidas" dice María.
Y ese día a día, que muchos no creen suyo mientras no respetan las distancias y siguen haciendo sus fiestas o negando la enfermedad lo conocen bien esos sanitarios que ven la muerte día a día. El presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc), Ricard Ferrer, recuerda ahora la idea de salvar la Navidad y opina que lo que está pasando ahora con la tercera ola "era muy previsible".
Ferrer deja claro que el sistema sanitario estará tensionado "seguro" pero no es partidario del confinamiento domiciliario hoy por hoy: "No hace falta cerrar a la gente en casa, lo que hace falta es respetar los protocolos, las normas y las indicaciones". A su juicio quedan dos o tres semanas de subida de casos como consecuencia de unas medidas "que han venido con retraso" porque "se han priorizado" las navidades y "ahora toca" afrontar ese incremento de actividad.
El efecto del aumento de las restricciones de las autonomías no se verá, en su opinión, hasta dentro de unas dos o tres semanas y luego las bajadas de contagios "son lentísimas": "El día que llegue el pico no se ha acabado la situación", destaca el intensivista, que augura una situación "complicada" en las ucis durante todo el mes de febrero.
"Queda un esfuerzo muy grande durante estos dos meses", asevera Ferrer y no tiene ninguna duda de que cuando se doblegue esta tercera ola, se volverá a desconfinar y vendrán otras sucesivas, con la esperanza, señala, de que tengan menor impacto gracias a que sepamos contenerlas mejor y parte de la población esté ya inmunizada con la vacuna.
Así, mantiene que las olas "nos van a seguir tensionando el sistema sanitario hasta verano seguro y probablemente después serán cada vez más aplanadas posibles" porque "vamos todos aprendiendo y los protocolos son exquisitos vayamos donde vayamos". Por eso, afirma que no podemos estar siempre "en este juego de las medidas de confinamiento y la población inmunizada", porque "no nos podemos permitir como país mantener una situación como la que estamos ahora".
"No me quiero hacer ilusiones de que en marzo o abril vamos a estar bien porque no va a ser así, vamos a tener más población inmunizada pero al mismo tiempo vamos a ir retirando las medidas de confinamiento en función de cómo van los indicadores y por tanto me temo que la presión en los hospitales va a estar siempre ahí", insiste.
Toda esta situación que se prolonga desde hace meses, casi un año, de emergencia permanente provoca cansancio en el personal sanitario, que si bien se siente más seguro al estar más protegido y contar con más medios se enfrentan a una sobrecarga que no se puede mantener "permanentemente": "Esto hay que normalizarlo cuanto antes", incide. Eso sí, las sucesivas olas de la pandemia pillan a los hospitales con más camas preparadas y equipamiento que en marzo pero "los profesionales no los podemos generar en un día".
"Los intensivistas se generan en un año de especialidad, por lo tanto, donde las olas impactan más es en el esfuerzo que tienen que hacer los intensivistas, los enfermeros de cuidados intensivos, porque lógicamente no ha habido tiempo de disponer de más profesionales", apostilla Ferrer. Así que antes de saltarse las medidas, piensen en María Luisa y en todas las personas a las que ha tenido que decir adiós para siempre sin ver a sus familiares.