Su calvario empezó a los 14 años. Ahora tiene 21 y puede decir que ha sobrevivido. Pero su historia es como la de muchas otras jóvenes que no se atreven a alzar la voz por miedo.
Caer en este pozo de falta de autoestima y hundimiento puede empezar por un pin. Dárselo puede suponer abrir la espita del control. "Yo le di las armas para destrozarme", confiesa esta joven contando un calvario en el que recuerda una frase del que ella consideraba el amor verdadero: "Te voy a hundir la vida". Se la dijo cuando ella dijo basta. Y ahí empezó un miedo que no llegó ni con el primer bofetón. Ese tras el que esta joven pensó que "me lo merecía y que el próximo día tenía que ser mejor novia".
Desde entonces la anulación fue total. Asumida. La joven, espejo de muchas, no quería que sus amigas se enteraran, que pensaran mal de su novio. "Luego te da vergüenza decir nada porque tu vida ya no es tan perfecta. Antes pensaba que los que te advertían decían mentiras". Y al final, el proceso avanza hasta que no se ve a las amigas, estás anulada. "Me hizo sentir que no valía para nada", explica.
Hasta que un día esta joven hizo lo que aconseja a todas. "Pedir ayuda, porque se puede salir de esto". Y sí, es un proceso duro, en el que te duele el corazón, en el que lloras, pero ese es el mismo día en el que "puedes volver a abrazar, en el que puedes volver a ver a tus amigas, romper con el entorno de la dependencia".
Hoy, siete años después y tras un largo camino ve que siempre le excusaba "incluso una vez que me dio un bofetón también le excusé y dije si es que al final le he enfadado yo", dice. A los insultos le sucedieron los golpes y llegó el sexo bajo amenazas, "me encerró en su casa y me dijo que hasta que no tuviese relaciones con él no podría salir".
Un punto clave en el aislamiento que sufrió esta joven fue el paso en el que su pareja le exigió todas las contraseñas, cuando las consiguió comenzó el aislamiento, algo que como ella misma cuenta hoy le quitó su privacidad y esa manera en la que los jóvenes, hoy en día, tienen la libertad.
Es el método más recurrente de control en la actualidad, ya que al control que ha existido siempre en la violencia de género se suma la facilidad que supone hacerlo mediante las redes sociales o el teléfono móvil. Sheila Fernández, Psicóloga de la clínica Adalmed, afirma que "Las redes sociales podrían sumar el 90% del foco actual de maltrato en adolescentes". Un control que fomenta la dependencia emocional, la antesala del maltrato.
"Con las redes sociales aumentan los métodos de control, y si una persona ese tema no lo tiene bien gestionado, y los adolescentes es muy difícil que aprendan a gestionarlo bien, las posibilidades de que esa relación termine en una relación de maltrato son mucho mayores que antes", dice Manuel Faraco, psiquiatra de la clínica Adalmed. Y lo cierto es que las cifras que dan los jóvenes son alarmantes, de los que tienen entre 15 y 29 años un 57% reconocen haber sufrido situaciones de violencia con su pareja.