Carlos, un joven andaluz de 34 años, ha sufrido homofobia en su pueblo desde que era niño, antes siquiera de saber que era homosexual: los insultos y las amenazas un día se convirtieron en agresión física que, tras un largo camino judicial, fue reconocida con la agravante de delito de odio por homofobia.
Tras el asesinato del joven Samuel en A Coruña, Carlos quiere alzar la voz y contar su historia porque considera que estas agresiones son intolerables y ha llegado el momento de que se denuncien estos comportamientos.
"Siempre tienes el riesgo, al ser visible. Si no fuese visible no tendría tantos problemas, pero como se te nota que no eres igual que ellos, ya es motivo para que te peguen. (...) Lloré en la concentración por Samuel porque siento que podía haber sido yo, que me podía haber pasado a mí directamente, por eso he decidido hablar aunque es un tema que no me gusta remover", explica este joven andaluz en una entrevista con Efe.
Carlos cuenta que es "de los gais que no puede ocultarlo" y que en su pueblo lo "machacaron" desde pequeño por su condición sexual, incluso antes de que fuera consciente de su homosexualidad.
Conforme fue creciendo, empezaron a ponerle apodos, a insultarlo y amenazarlo en las redes sociales.
"Un día, a la salida del autobús, en pleno centro, me cogieron dos chicos y empezaron a insultarme y a llamarme 'maricón'. Yo normalmente no salto porque sé lo que hay detrás, pero ese día salté y les pregunté qué problema tenían conmigo. Uno me agarró y otro me dio un puñetazo en el oído", recuerda.
Ese mismo día, Carlos denunció los hechos ante la Guardia Civil, que dos jueces diferentes calificaron como falta sin la agravante de delito de odio por homofobia, pero tras el segundo recurso un tercer juez sí la consideró.
El joven, que se fue del pueblo a una gran ciudad, lamenta que sufrir violencia esté normalizado en el colectivo LGTBI y ha hecho un llamamiento a que las víctimas denuncien.
A su juicio, la sociedad se ha polarizado mucho con el discurso de la extrema derecha que, ha dicho, está calando entre los más jóvenes.
Espina es una joven trans sevillana de 24 años que asegura que los insultos, la discriminación y las miradas hostiles son su "día a día": "Aquí todo el mundo quiere meterse en tu vida, como si tuvieras un problema, coartarte la libertad. (...) Cada persona encuentra la manera de poder sobrevivir", relata.
"Parece que tenemos que ser maniquíes, y no sólo la transexualidad y la homosexualidad, cuando te sales un poco de lo normativo, del canon impuesto, del blanco y del negro, al final te acaban señalando. Pero la vida tiene muchos colores y yo, aunque me vista de negro, por dentro soy de purpurina", defiende.
Espina ha denunciado en más de una ocasión agresiones. La primera vez, estaba en el instituto, aún no había hecho la transición, y varios compañeros fueron expulsados del centro como consecuencia de su comportamiento.
"Despuntaba por la manera de vestir, yo tenía cara de niña y eso daba lugar a agresiones de todo tipo. No podía pasar por un pasillo, me estaban esperando y me tiraban al suelo, me escupían, me pisaban la cabeza, me querían quitar la ropa", rememora.
Esta chica sevillana asevera que los delitos de odio contra el colectivo LGTBI se denuncian poco porque la policía no los cree y la justicia tampoco se moviliza para condenarlos: "Hace un año me amenazaron de muerte, lo denuncié y aún no me han llamado", critica.
Tras el asesinato de Samuel, estuvo un día entero llorando y sintió "una impotencia muy grande": "Es muy duro que una persona, sin hacerle nada a nadie, la última palabra que escuche antes de morir sea 'maricón' y luego la maten".
Espina pide educación en diversidad tanto en los colegios como en las empresas para mitigar estos comportamientos y hace hincapié en no identificar al colectivo LGTBI exclusivamente como víctima.
"Está muy bien visibilizar las agresiones, pero hay que reforzar también la imagen de supervivencia, contar que se puede, que somos muchos los que hemos pasado por esto y hemos tirado para adelante porque mucha gente se acaba suicidando", concluye.
Desde la Federación Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (Felgtb), la experta en delitos de odio Arantxa Miranda destaca que el porcentaje de infradenuncia por lgtbifobia es altísimo y aboga por formar a los cuerpos policiales igual que se ha hecho para delitos con víctimas menores o para combatir la violencia de género.
"Los policías tienen que saber detectar indicadores de polarización que determinan si es o no delito de odio", como que se insulte a la hora de agredir, que el agresor haya mostrado en redes un comportamiento agresivo hacia el colectivo LGTBI o que sea un momento de relevancia para la víctima o el autor, como la celebración del Orgullo.
Miranda niega que la sociedad española sea lgtbifóbica, aunque reconoce que al ser cada vez más visibles, las personas que pertenecen al colectivo están más expuestas a estas graves conductas, y considera que "no ayuda nada el discurso de odio que se está viendo en la política".
Tras el asesinato de Samuel, la directora general de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI del Ministerio de Igualdad, Boti García Rodrigo, subrayaba esta semana que "consentir impunemente los discursos de odio es el primer paso para encender la mecha que conduce a los delitos de odio".
García Rodrigo, que ha solicitado una reunión urgente con la Fiscalía especializada de delitos de odio, pedía a la ciudadanía que ninguna de estas violencias quede sin denuncia.
"Todas, todos y todes somos Samuel", sostenía.