Tiffany Tate, de 22 años, y Michael Roe, de 33, están acusados de asesinar a su hija, Holly, en su casa de la localidad inglesa de Crowborough en septiembre de 2018. En el juicio se apuntó que uno de los progenitores acabó con su vida y el otro permitió que sucediera. Por ello, el jurado deberá ahora decidir quién es el autor material de la muerte, que habría ocurrido después de que la pequeña prematura, de sólo ocho semanas, fuese violentamente zarandeada.
Tanto el padre como la madre niegan el asesinato. Según la autopsia realizada, la bebé tenía sangrado y hematomas alrededor de su cerebro, sangrado en ambos ojos y 12 fracturas de costillas. Y es que Holly sufrió lesiones cerebrales en al menos tres ocasiones. A su llegada, los doctores la encontraron fría y ya sin actividad cardíaca. Los médicos lucharon por salvarla antes de trasladarla al Hospital Pembury, en Tunbridge Wells, donde se certificó su fallecimiento.
Durante la apertura de la acusación, la fiscal, Sally Howes, dijo al tribunal que cuando Holly nació prematuramente, la señora Tate no la visitaba todos los días y tuvo que ser persuadida para que acudiera a ver a la pequeña. Además, indicó que la madre se "frustró" con su bebé y admitió haber afirmado que "tenía ganas de arrojar a Holly contra la pared".
Howes apuntó que la doctora Nicola Cleghorn, quien examinó a Holly, "considera que la causa más probable de las fracturas de costillas es una lesión infligida, muy probablemente un apretón excesivo alrededor de su pecho y, junto con las opiniones sobre la lesión cerebral traumática, apoyarían que haya habido un episodio de temblores". Por otra parte, la patóloga forense, la doctora Charlotte Randall, dejó claro que la muerte se debió a una lesión en la cabeza.
El juicio, que se espera que dure cuatro semanas, continúa.