María Ángeles Freixas, la mujer de Gerona acusada de matar a su hija de 10 años ahogándola en la bañera tras drogarla con 80 pastillas para dormirla, se sienta desde este lunes en el banquillo de la Audiencia Provincial en un juicio que podría terminar con su condena a la pena de prisión permanente revisable. Los peritos psiquiatras que han declarado en esta segunda jornada han concluido que la procesada sabía lo que hacía y que sólo presentaba una "depresión moderada".
Un jurado popular deberá decidir sobre esta vecina de la capital gerundense que, el 30 de diciembre de 2019, disolvió ochenta pastillas de lormetazepam –benzodiacepinas- en un vaso de agua y se lo hizo beber a su hija para acabar con su vida cuando perdió el conocimiento.
El fiscal argumenta su petición para la procesada, que tiene 50 años, en un delito de asesinato con agravante de parentesco y atenuante de confesión.
La prisión permanente revisable nunca se había solicitado como condena en la Audiencia de Girona, aunque fiscalía reclama también una indemnización para el exmarido de la procesada y padre de la víctima de 200.000 euros.
La acusación particular en nombre del progenitor, ejercida por los abogados Óscar Ballester y Óscar Álvarez, pide veinte años de cárcel y la defensa, de la mano de David Muñoz, el internamiento en un psiquiátrico por una eximente completa de alteración psíquica al considerar que la procesada tenía las capacidades volitivas y cognitivas anuladas durante los hechos.
El juicio ha empezado este lunes con la selección de los nueve miembros del jurado y las declaraciones de testigos, Mossos d'Esquadra, la tía y el padre de la menor y de un periodista a quien la mujer confesó el crimen a través de las redes sociales.
Dos ancianas vecinas de la acusada han asegurado que, cuando las fue a buscar para decirles que había matado a su hija, "estaba fría como un robot programado, como si ella no existiera".
Una de estas testigos informó a los agentes de que creía que, meses antes, Maria Àngels Freixas ya había matado al hámster y al perro de la niña.
Los Mossos que acudieron al lugar del crimen han señalado que la acusada estaba "tranquila y fría" como si relatase "una cosa cotidiana y no tan grave".
El jefe del Área de Investigación Criminal también ha detallado que les dijo que "llevaba días pensando que quería matar a la niña y que aquel día decidió hacerlo".
La hermana de la acusada ha descrito un intento de suicidio y diversos ingresos hospitalarios por parte de la parricida tras sufrir una grave depresión posparto cuando nació la víctima, en 2009, así como que le diagnosticaron un trastorno bipolar, pero ha puntualizado que nunca le habló de hacerle daño a su hija.
El padre ha apuntado en su declaración que "la intención era que estuviera con la niña para que se intentara recuperar", para justificar que la madre se hiciese cargo de ella, y ha reconocido que se equivocaron.
Según el fiscal Enrique Barata, la mañana del 30 de diciembre de 2019, "con la intención de acabar con la vida de su hija y siguiendo un plan previamente ideado", la procesada adquirió en una farmacia tres cajas de un ansiolítico aprovechando le habían recetado este medicamento.
Tras recoger a la niña de clases de mecanografía, la llevó al domicilio, disolvió las pastillas en agua y se la hizo beber, con lo que de inmediato perdió el conocimiento y, después, la ahogó en la bañera, de acuerdo con el relato del ministerio público.
La segunda jornada del juicio que ha tenido lugar este martes en la Audiencia Provincial de Gerona ha tenido como protagonistas a los peritos psiquiatras que han tratado en algún momento a María Ángeles. según estos especialistas, la procesada sabía lo que hacía y que sólo presentaba una "depresión moderada".
Estos expertos, que en algunos casos ya habían tratado a Maria Àngels F. con anterioridad al crimen, han explicado que nunca ha explicado el móvil.
Aunque en el historial clínico de la acusada constaba como diagnosticada primero de una depresión post-parto y después de un trastorno bipolar de tipo 1, todos estos profesionales han dado poca veracidad a este último trastorno.
En su opinión, la mujer estaba aquejada más bien de una "depresión moderada”, que la hacía mostrarse "poco reactiva, apática, con frialdad emocional".
En este sentido, el psiquiatra de urgencias que la visitó tres días antes del crimen, cuando ella fue a pedir que la volvieran a ingresar en un centro de trastornos mentales, como había estado anteriormente, ha declarado que muchos pacientes lo solicitan cuando les dan el alta por que les cuesta adaptarse a su vida.
En esta ocasión, Maria Àngels F. le dijo que tenía "pensamientos feos", que "no se veía capaz de seguir adelante" y que "se daba miedo a sí misma".
Este profesional le dio la alternativa de un tratamiento ambulatorio en el hospital de día que ella aceptó, aunque ha admitido que, "sabiendo lo que ha pasado", ahora tiene dudas de si debió avisar a alguien.
También tenía conocimiento de que la procesada tenía una hija de diez años, pero en aquel momento entendió "que ella vivía sola".
Por su parte, el psiquiatra que la trata desde enero de 2020 en la prisión Brians 1 ha declarado que, aunque les llegó diagnosticada de un trastorno bipolar del tipo 1, creyeron que "no presentaba ideas delirantes ni síntomas psicóticos"” y que el diagnóstico no era acertado.
Desde hace mes y medio, y ya sin medicación, "hay más ansiedad, angustia, sufrimiento, pero se puede explicar por la situación vital" de la acusada, según ha asegurado este profesional, que ha aclarado que la paciente mantiene "un estado de ánimo en que la tristeza y la depresión es el estado basal".
Según este testimonio, "su tristeza ya es una forma de vivir y, cuando uno vive mucho tiempo así, ya no sabe qué es la tristeza", a la vez que ha precisado que los síntomas en el momento del ingreso "no son compatibles con una alteración de la realidad" ni presenta "indicios que hicieran sospechar que hubiera alteración a la hora de obrar y decidir qué es lo bueno y qué es lo malo".
La psiquiatra que redactó el informe del historial clínico de Maria Àngels F. y la entrevistó por videoconferencia durante la pandemia ha coincidido en ese análisis.
Su conclusión es que la acusada era una mujer que siempre había vivido acompañada, que presentaba una "depresión moderada" con tristeza, apatía y un "bloqueo" cuando se hablaba de la niña, "pero en ningún caso un cuadro psicótico".
A esta experta le dijo que se acordaba de todo lo que había hecho y que "sabía las consecuencias de lo que hizo, que había dos opciones: o prisión o internamiento psiquiátrico".
También que "no se veía con fuerzas de vivir fuera en la calle" y, preguntada sobre posibles ideas relacionadas con acabar con su vida, contestó "que no se iba a suicidar".
Para esta psiquiatra, la mujer estaba "en un estado depresivo de tristeza, que siente que no puede tirar adelante, pero sabía perfectamente lo que hacía, fue a comprar el medicamento -con el que drogó a la víctima-, lo preparó, había una planificación estructurada y había tiempo para frenarla, pero no lo hizo”.
Ante el intento de la defensa de mostrar que si la procesada había dejado la medicación le pudo influir el día de los hechos, todos los peritos han negado esta posibilidad porque sólo habían pasado seis días y "no habrían desaparecido los efectos de la medicación".
El fiscal pide prisión permanente revisable por un delito de asesinato sobre persona vulnerable con agravante de parentesco y atenuante de confesión y la acusación particular, en nombre del padre, veinte años de cárcel.
La defensa, de la mano de David Muñoz, sostiene que tenía las capacidades volitivas y cognitivas anuladas durante los hechos por trastorno mental y reclama una eximente completa de alteración psíquica y que la internen en un psiquiátrico.
El juicio seguirá mañana con la declaración de la acusada y la presentación de las conclusiones e informes finales de las partes.