No hace falta que repiquen las campanas en las iglesias de Cigales y de Rueda, en Valladolid, porque sus vecinos saben bien cuando hay misa por el rugir de las motos de sus párrocos. Esa es la pasión de Juan y Alfredo, dos curas muy moteros.
Debajo del casco y los guantes, al mando del manillar de la moto de alta cilindrada, y tras esa chupa motera, se encuentra Juan Antonio Molina, el cura motero de Rueda. "Cuando era adolescente era heavy metal, llevaba largas melenas", cuenta. De sus largas melenas no queda mucho, y de su espíritu heavy, el amor por las motos, con la que disfruta como si tuviera "zapatos nuevos".
José Alfredo Lanchero, en Cigales, se viste el hábito para dar misa, y un casco nada discreto para recorrer sobre dos ruedas los campos de Castilla. "Entras en conexión con la naturaleza, que es la creación de Dios padre", comenta al respecto.
Carretera hacia el cielo, de parroquía en parroquía. "Supongo que a la gente lo que le gusta ver es un cura que es cercano a la realidad de la gente", señala Juan. Los curas moteros se meten en los bolsillos a sus parroquianos. Algunos vecinos les dicen "padre tenga mucho cuidado, que son pocos". Con el rugir de sus motores, todos saben que la palabra de Dios llega al pueblo.