A sus 22 años, Emily Parker, una joven de Glanaman, en Gales, Reino Unido, llevaba desde los 16 haciendo dietas sin resultado. Poco antes de que diesen las campanadas de 2019, la joven decidió dar un giro a su vida: se lo tomó en serio y, desde entonces, ha perdido más de 63 kilos.
“Me sentí incómoda esa noche”, cuenta la joven que recuerda que ese día había encargado unas medias por Internet que nunca llegaron, lo que la obligó a elegir otro atuendo. La talla de sus amigas no le valía, no le gustaba su físico y, por ello, “me cansé de ser 'la amiga gorda' y decidí hacerlo”.
Aunque tenía sobrepeso desde que era adolescente, aumentó aún más desde que nació su hijo. Según reconoce a ‘Wales Online’, tomaba muchos dulces y comida para llevar, mientras cuidaba del pequeño.
Dispuesta a cambiarlo, en enero de 2019, a través de una aplicación móvil comenzó a contar sus calorías, caminaba 10 000 pasos al día y compró un vestido de talla inferior para una boda que tenía programada en julio. Cuando llegó el mes de abril, la joven ya había perdido unos 31 kilos. Y, para el día de la ceremonia, incluso el vestido la quedaba grande: adelgazó otros 13.
Cuenta que modificó su dieta, que pasó a elaborar ella misma en casa. "Para el desayuno, comía algo con alto contenido de fibra como cereales. Luego, para el almuerzo, comía huevos llenos de proteínas y luego, para el té, comía pollo y verduras o algún otro tipo de carne con ensalada”, relata. Como truco, confiesa que se aseguró de tener en los estantes superiores cualquier cosa que quisiese comer para no poder alcanzar. Así, para marzo de 2020 logró perder más de 63 kilos respecto en poco más de un año.
Pero, además de los cambios en la dieta, Emily incrementó su actividad. Aparte de salir a correr, entrena dos veces al día durante 45 minutos. Asegura que su vida ha dado un giro radical: “Mi forma de pensar es completamente diferente”. Disfruta más de su hijo y está “mucho más feliz”. “Vale la pena”, zanja.