Joaquín Araújo: "Todos somos agua, considerarla un recurso es insultarnos a nosotros mismos"
Entrevista con el veterano ecologista, naturalista y escritor, que acaba de publicar nuevo libro: "Somos agua que piensa"
"El agua tiene que salir de los circuitos de la mercantilización. Tú mismo eres agua, se trata de que tú no tengas un valor de mercado"
"Nuestro modelo está en guerra con el planeta, está destruyéndolo. La ecología propone un gigantesco armisticio con nuestro mundo"
Tiene 74 años. Lleva más de 40 viviendo en el campo, de forma autosuficiente y alejado de todo, en medio del bosque, rodeado de árboles, agua y animales, en la comarca extremeña de Las Villuercas (Cáceres). Por eso, Joaquín Araújo - que es muchas más cosas de las que cabrían en un párrafo para describirle- se considera, sobre todo, “un campesino que escribe”.
Y “muy afortunado”. Porque vive “más coherentemente, más sosegado”, reconoce en entrevista con NIUS. “Pero también somos muy sufridores, porque las cosas van muy mal”, añade. Se refiere, con ese plural, a quienes, junto a él, plantaron las bases del ecologismo y la educación ambiental en España, allá por los años 70 y 80. Medio siglo después, la semilla no acaba de germinar, por una cosa o por otra.
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Ahora, “cuando parecía que por fin habíamos avanzado algo -ahora hay un ministerio, incluso, y una ministra con ganas de hacer cosas- llega la pandemia. Después, una guerra. Nos ha mirado el tuerto de los tuertos”, lamenta. Pero su mirada escapa al derrotismo. Hablar con él es contagiarse de energía, de aliento para seguir tratando de cambiar las cosas. “Hay que ser como el agua, rejuvenecer”, reivindica para sí mismo, riendo.
Hablamos con él por su nuevo libro, el número 114 ya, en su extensa obra. Bajo el título “Somos agua que piensa” (Editorial Crítica), Araújo rinde homenaje al agua, con su bella y particular prosa poética. Y nos recuerda que somos, básicamente, eso: agua. Mientras no lo entendamos, dice, no habrá cambio posible en la relación que tenemos con ella y con el planeta en general, que califica de “destructiva”. Un cambio en el que el lenguaje tiene mucho que ver. “No nos insultemos llamando al agua ‘recurso’, es un insulto a nosotros mismos”, advierte.
Pregunta: Ecologista, naturalista, divulgador, poeta, activista… y mil cosas más. Pero tú te consideras, ante todo, un campesino. Te defines a ti mismo como “campesino que escribe libros”. ¿Por qué?
Respuesta: He tenido la suerte de hacer demasiadas cosas a lo largo de la vida, he tenido más de 90 disciplinas en mi vida. Pero me identifico, sobre todo, con tres palabras. “Emboscado”, que engloba todo lo que tiene que ver con que vivo en un bosque, planto árboles… Campesino, porque vivo cultivando la tierra. Y escritor. Bueno, y activista, claro. Activista en el ecologismo desde hace más de 50 años. Tengo 52 años de militancia activa a mis espaldas.
P: Salvar los bosques, salvar el agua, salvar la vida… Lo que propugnas es mucho más difícil ahora que cuando empezaste a luchar por ello. Y a la vez, más necesario, más urgente.
R: Sin duda. En el trascurso de este medio siglo, este planeta ha perdido más de la mitad de la vida espontánea que tenía, de las zonas que tenían elementos naturales y ciclos ecológicos esenciales. El planeta ha perdido calidad en todo lo básico: calidad del aire, calidad de las aguas… Este mundo está más estropeado que hace 52 años, no cabe la menor duda. Y eso se ha concretado en dos grandes problemas: el desastre climático y la perdida de diversidad biológica. A pesar de lo mucho que se ha hecho desde la pedagogía, desde los medios, desde incluso desde el aparato legislativo, no ha sido suficiente para contrarrestar nuestra tendencia destructiva.
En la ciudad no produces nada primario, vives de lo demás y de los demás. Eres un parásito, desde el punto de vista biológico
Él, al menos, está tratando de hacer su parte. Joaquín Araújo ha plantado unos 26.500 árboles, tantos como días ha vivido. Cuida de sus animales y cultiva una huerta que le permite ser autosuficiente.
P: Llevas más de 40 años viviendo así.
R: Sí, en mi caso es casi una exageración. Vivo aislado, soy totalmente autosuficiente desde hace 22 años, tengo un 100% autosuficiencia energética. Vivo en medio del bosque, y la naturaleza me proporciona un montón de cosas renovables, que además, son cada vez más abundantes.
P: Pero vienes de vez en cuando a la ciudad. No sé qué te parece, cómo te sientes, cuando estás en Madrid...
R: Sí, vengo, pero cuanto menos, mejor. La veo como un tropiezo cada día mayor. Pero es que uno de los auténticos dramas, una tragedia absoluta, es que cada día 200.000 humanos dejan de ser humanos para convertirse en parásitos.
P: ¿A qué te refieres?
R: Las personas que viven en el campo ayudan a mantener los ciclos de la vida. Pero todo eso se va desvaneciendo poco a poco. Cuando estás en la ciudad no produces nada primario, vives de lo demás y de los demás. Eres un parásito, desde el punto de vista biológico. Mira, si hay diez garrapatas en un ciervo no pasa nada; si hay 1.000, el ciervo empieza a estar mal; pero si hay 10.000, el ciervo se muere. Pues esto es igual.
Aquí, tenemos el problema de eso que llaman ‘la España vaciada’. Pero es que necesitamos más gente en el sector primario y menos en el sector terciario.
P: Y cuando se llena esa ‘España vaciada’, muchas veces son proyectos muy ligados al turismo rural. Es decir, más sector terciario…
R: Sí, es una aproximación no del todo deseable. Pero está bien que haya turismo rural. Es que yo soy un privilegiado, porque no necesito vender lo que produzco. Pero yo no estoy en el circuito convencional, afortunadamente estoy fuera...
De lo que se trata es de ser productor primario, y eso conlleva compromisos morales, formas y métodos que no agredan a la tierra, sino que la acaricien y la potencien. Y también exige una compensación económica, claro. Lo que comemos tendría que valer cinco veces más de lo que pagamos, porque es lo justo y necesario. Pero mira lo que está pasando… Hay una especulación financiera con los alimentos. Hay multimillonarios del trigo y el arroz, y millones de agricultores empobrecidos.
Lo que comemos tendría que valer cinco veces más de lo que pagamos, es lo justo y necesario. Pero hay una especulación financiera con los alimentos. Hay multimillonarios del trigo y el arroz
P: Pero vamos al agua. ¿Cuál sería nuestro principal problema, hoy en día?
R: La cosa más grave que ha pasado con el agua es que ha empezado a cotizarse en Bolsa. Es decir, todo lo relacionado con la privatización, en muy diversas escalas. Que el agua forme parte de la gigantesca inmoralidad que es enriquecerte o empobrecerte por un juego de artificialidades encadenado. Cuando la primera propiedad del agua es que no puede ser propiedad de nadie.
El agua es un bien público absoluto, hay que democratizar hasta las últimas consecuencias su gestión, el uso del agua. Todo lo relacionado con ella debe estar en el sector público, con un control exquisito. No nos insultemos llamando al agua ‘recurso’. Llamémosla vida.
Los problemas empiezan cuando no se sabe qué eres. Todos somos hermanos de agua
P: Esa es una de las ideas centrales del libro, que está plagado de poemas, haikus, aforismos… Es una obra poética que rinde un precioso homenaje al agua. “Si los humanos no queremos ahogarnos en nuestra estupidez, necesitamos saber, comprender, admirar y hasta venerar a este principio de todas las cosas que bebemos para ser también posibles”, leemos.
R: Sí, es un acercamiento poético, que muchas veces es muy incomprendido. A veces, he tenido verdaderos problemas para expresarme poéticamente, en radio o en prensa. Pero hacerlo es otra vuelta de tuerca para que entendamos que la naturaleza, los seres vivos, se expresan en un lenguaje absolutamente poético, que la naturaleza es pura poesía. Casi todo lo que he escrito en mi vida es prosa poética.
Todo esto se entiende perfectamente si uno echa un vistazo a su perfil de Twitter, donde comparte fotografías y reflexiones sobre la naturaleza, desde hace diez años, siempre con su personal mirada poética.
P: En el acercamiento al agua, llama la atención, desde el arranque del libro, el lenguaje que utilizas. El agua es femenina, dices, "maternal". No usas el artículo en ningún momento y dices que usar el masculino es un error.
R: Lo esencial de la vida siempre tiene condición maternal, siempre es femenino. Por eso creo que es un error que ‘árbol’ sea masculino, ya lo explicaba en el libro anterior. Y ahora con ‘agua’ ocurre lo mismo. Renuncio a la utilización del artículo masculino porque es algo femenino.
Lo más grave es que el agua ha empezado a cotizarse en Bolsa. El agua es un bien público absoluto, hay que democratizar hasta las últimas consecuencias su gestión
P: Llama la atención, también, el uso de dobles vocales: una mayúscula y otra minúscula, tanto al referirte al agua como a la vida. Escribes ‘Aagua’ y Vvida’. ¿Cuál es la intención de hacerlo?
R: Lo de las dos letras es para llamar la atención de que lo esencial debe ser considerado, al mismo tiempo, particular y general. Todos somos agua. Fíjate que el 65% de tu cuerpo, de tu peso, es agua. Agua que hay dentro de ti. Pero a la vez, no podrías estar ahí sin el ciclo hidrológico en su conjunto, sin los grandes procesos naturales del agua… sin el agua que sale del grifo de tu casa. Todos somos un poquito de agua particular y un mucho de agua general.
P: Y por eso, "somos agua que piensa", dices. “Somos Aagua que se ha puesto a suministrarle a la inteligencia todo lo necesario para que ejerza sus funciones”. Hablas de que nos invade “una profunda sequía de ideas y emociones”. Y reivindicas que el agua es muchísimo más que un elemento o materia prima. “No nos insultemos considerando al agua recurso”.
R: El agua es la base de la vida, el principio de todo lo que consideramos nuestra identidad individual, generalmente alejada de lo que se piensa. Nosotros estamos construidos por nuestros propios pensamientos, pero esos pensamientos son imposibles sin agua. Y cuando algo tan importante cae en las redes de la mercantilización, cuando la principal relación con el agua es desde el punto de vista económico, cuando se denomina al agua ‘recurso’ (que es como lo de los 'Recursos Humanos' en las empresas), eso es un gigantesco insulto.
¡Por eso el título del libro! ¡Es que somos agua! Pocas cosas hay más dignas que el agua...
La idea de todo esto es decir: no se insulte usted a sí mismo, llamando al agua y llamándose a sí mismo ‘recurso’. Porque si cambiamos la percepción inicial, si entendemos que el agua es lo que nos deja pensar, sentir, y no sólo lo que te limpia y te riega el campo, si no la vemos como una mercancía más, todo cambia. En esa línea está lo de quitar el masculino y escribirla con dos letras.
Todos somos agua. Todos somos un poquito de agua particular y un mucho de agua general
P: Dices de ti mismo: “Miro con dos grandes gotas de agua”. ¿Qué significa?
R: Que mi ojo es un 95% de gotas de agua. Mirar es imposible sin la condición 'áquea' de los ojos. Pensamos con agua y miramos con agua. Por eso digo lo de que miro con dos grandes gotas de agua. Y además, el agua tiene los colores de todos los ojos que la han mirado.
P: El prólogo del libro lo escribe una de las personas que más ha hecho, desde hace décadas, por cambiar la gestión del agua en España: Pedro Arrojo, director de la Fundación Nueva Cultura del AguaÉl habla de lo necesario que es unir razón y emoción para tomar conciencia de las cosas.
R: Absolutamente. El racionalismo extremo, excluyente y productivista apenas araña la comprensión de todo esto. En ese aspecto, los que estamos en esto somos todos un poco prerrománticos, herederos de Goethe. Cuando hablas del agua, hablas de la sustancia más poética del mundo.
P: Arrojo plantea, entre otras cosas, la necesidad de “hacer las paces con los ríos”…
R: Claro. Hay que hacer las paces con la vida, porque nuestro modelo y nuestro sistema están en guerra con el planeta. Es un modelo violento, está destruyéndolo. Y en cambio, todo lo que propone la ecología es un gigantesco armisticio con nuestro mundo.
Pensamos con agua y miramos con agua. Pero no sabes que eres vida, naturaleza, agua... y te permites el lujo de destruirlo
P: Este martes, 22 de marzo, se celebraba el Día Mundial del Agua. En el libro leemos: “Sequías, contaminación, despilfarro, pero sobre todo el desastre climático están convirtiendo la sustancia más original del cosmos en algo cada día menos asegurado”. ¿Cómo nos afecta todo esto?
R: Ateniéndonos al ámbito geográfico al que pertenecemos, estamos seriamente amenazados por la catástrofe climática. Clima y agua son intercambiables, agua y vida también. Somos una de las porciones del planeta más amenazadas por la sequía, están amenazados los pilares de nuestra propia supervivencia. Tenemos que empezar a utilizar mejor el agua, en todas sus vertientes.
Pero es que se puede vivir con calidad usando mucha menos agua. Yo lo sé, como agricultor ecológico que soy. Tenemos que ser capaces de anticiparnos a esa escasez. Y, como hay tecnología suficiente, debemos cumplir con la obligación moral de limpiar a lo que nos limpia, vivificar lo que nos hace vivir.
Pero es que, fíjate, es todo. El error va desde la estupidez de decir que es un mal día cuando llueve, lo de decir que hace mal tiempo. ¡Pero si es al revés! Cuando en la tele hablan del tiempo y se dice lo de que ‘tal sitio se librará de las lluvias’, yo pienso: ¡Qué pena! ¡Si es lo que más necesitamos!
Yo, ahora mismo, estoy feliz, porque en Extremadura teníamos una sequía aterradora y ahora quizá tengamos una primavera viable.
Nuestro modelo está en guerra con el planeta. Es un modelo violento, está destruyéndolo. Lo que propone la ecología es un gigantesco armisticio con nuestro mundo
P: Hay un error de concepto, entonces…
R: El problema es que el agua tiene que salir de cualquiera de los circuitos de la mercantilización. Tenemos que entender que, como el agua eres tú mismo, se trata de que tú no tengas un valor de mercado. Pero los problemas empiezan cuando no se sabe qué eres.
No sabes que eres vida, naturaleza, agua... y te permites el lujo de destruirlo. Hay que entender que agua no es otra cosa, que eres la misma cosa. Y a partir de ahí, surgen otras actitudes: la fraternidad, el apoyo, la colaboración. Todos somos hermanos de agua, nos hermana la totalidad de la vida.
Yo, por ejemplo, voy mucho a ver nacer el agua, porque vas a verte nacer a ti mismo. Y eso, además de una verdad científica, es poesía.