El 'preso futbolista' indultado esta Semana Santa en Oviedo: "Entrenaba a los yihadistas en la cárcel"

  • El indultado hizo "de mula" y recibió un paquete con una broca metálica que contenía 962 gramos de cocaína

  • Pasó casi dos años en prisión y estaba en tercer grado, con una pulsera telemática y obligación de firmar cada 15 días

  • Esta medida de gracia le exime de lo que resta de condena y borra sus antecedentes

Daniel es como le llamaremos en esta entrevista para preservar su identidad. Tiene 38 años y es padre de dos niños, una de seis años y otro de dos. Vive en Asturias. Ahora trabaja en la construcción aunque su pasión es el fútbol. Actualmente juega en un Club Deportivo. Ha pasado por varios equipos de tercera división. Durante 20 meses estuvo en la cárcel de Villabona. El Jueves Santo desfiló en la procesión junto a la Hermandad del Jesús Cautivo tras conmutar el indulto.

Sus hijos no saben el calvario que ha pasado durante estos últimos cuatro años. Agentes de la Policía Nacional le detuvieron en 2018 mientras esperaba un paquete con un kilo de cocaína en una oficina de correos de Llanera. La Sección Tercera de la Audiencia Provincial le condenó a un lustro y un día de prisión y al pago de una multa de 145.000 euros por un delito contra la salud pública.

Los investigadores pensaban que detrás había una organización criminal pero fue el único imputado en esta operación. A finales de 2021 salió del penal tras alcanzar el tercer grado y desde entonces llevaba una pulsera telemática para controlar sus movimientos. Además debía presentarse cada 15 días a firmar y sus viajes estaban restringidos.

El delito

-Pregunta: Todo comenzó en julio de 2018. Agentes del Grupo de Estupefacientes de la UDYCO te estaban vigilando en la sucursal para hacer una 'entrega controlada'. ¿Qué es lo que ocurrió?

-Respuesta: Yo vivía en México con mi mujer, que es de allí. Estaba embarazada de ocho meses y ya teníamos a mi hija mayor. Me vine a España durante unas vacaciones, yo solo. Ellos no tenían la nacionalidad ni pasaportes. Unos conocidos me dijeron que iban a enviar un paquete y que yo tenía que recogerlo. No sabía lo que había dentro. Hice de mula. Nadie se atrevía a ir y di yo la cara. Al ver que no llegaba fui a preguntar. Me pillaron en paquetería. Ni siquiera llegué a recogerlo ni hice nada con él.

La cárcel

Dentro había una broca metálica de grandes dimensiones con forma cilíndrica. Eso levantó las sospechas en los servicios aduaneros. La Policía tuvo que abrirla con una motosierra y dentro encontraron 962 gramos de cocaína de gran pureza. Estaba valorada en unos 160.000 euros, aunque una vez cortada su valor se hubiera multiplicado por tres en el mercado negro.

-P: ¿Cómo era tu vida en la cárcel de Villabona?

-R: Es jodido pero también es cierto que le acabas perdiendo el miedo. Cuando estás fuera te crees que es un infierno pero luego te das cuenta de que cualquiera puede cometer un error y acabar dentro. Puedes atropellar a alguien en una borrachera y matarle o entrar en un juego que no debías y cagarla. Lo malo es que -como se suele decir ahí-, en el talego se sabe cuándo entras pero nunca cuándo sales.

Hay muchas trabas. Gente conflictiva que te busca y que solo quiere peleas o robarte. En un arrebato le puedes golpear o hacerle daño y ya te has buscado la ruina. Tienes que tener la cabeza muy fría y saber a lo que vas. Hacer vida y marchar. Los primeros meses son un poco de incertidumbre cuando esperas a que llegue el juicio. Te lo tomas como algo temporal. Esperas que te concedan la libertad provisional.

Pero cuando te dicen los años que te han caído es cuando te llega el mazazo. Yo lo primero que pensé era que debía buscar algún sitio o algo donde trabajar para poder mandar dinero a mi familia. Hacía mucho deporte. Abrí un taller con Cáritas y yo era el entrenador personal de los yihadistas que están en primer grado y tienen prohibido salir al patio o juntarse con otros internos.

Estaba en el módulo de aislamiento, con una veintena de presos. Una o dos horas al día podía salir con un grupo a hacer un poco de gimnasia. Además trabajaba en el economato y les llevaba las bandejas de comida a las celdas. Yo tenía una rutina diaria. Estar dentro se hace muy pesado y tienes que mantenerte ocupado para que se te haga más ameno. Mi cabeza y mi corazón estaban fuera y eso me daba fuerzas. Solo esperaba a que llegara la hora de poder hablar por teléfono con mi mujer, aunque la tarjeta solo me diera para cinco minutos. Le decía que por favor solo me contara cosas buenas porque las malas no podía arreglarlas, solo darle vueltas y vueltas.

-P: Supongo que esa experiencia y pasar tanto tiempo sin ver a tu familia sería muy duro. ¿Qué has aprendido en prisión?

-R: Hay gente que en la cárcel vive bien. Tienes tres comidas al día, una cama, agua caliente. Encima les dan medicación, que es lo que muchos buscan. Consiguen muchas cosas. Si encima tienes un pequeño trabajo y generas un ingreso...Hay personas que no tienen familia, ni casa y prefieren estar allí. Yo me dí cuenta de que había internos que salían y a los tres días les volvías a ver, porque no tienen nada fuera.

Allí aprendí que si yo me busco un problema, no es solo para mí. Me conoce todo el mundo desde que jugaba al fútbol en equipos infantiles. Tengo una familia a la que perjudico. Durante todo este tiempo a los niños no les hemos dicho nada para evitar que puedan decirles algo en el colegio o hacerles bulling por este tema. A la niña le decíamos que papá estaba en Oviedo jugando al fútbol y que por eso no regresó a México.

Durante dos años yo no pude ver a mi mujer, ni a los niños por problemas burocráticos. Al pequeño le conocí 20 días después de salir de la cárcel, cuando fui a recogerles al aeropuerto de Barajas en Madrid. Mi mujer lo ha pasado mal. No tenía papeles ni podía viajar a España. Tuvieron que venir del consulado mexicano para hacer muchos trámites. Que durante todo este tiempo ella haya aguantado esto, que haya seguido conmigo y que me haya apoyado es algo que valoro mucho. Al fin y al cabo ellos no tienen la culpa de nada.

El indulto

P- Te quedaba un año en tercer grado. ¿Cómo te ha beneficiado este indulto?

-R: Yo hacía ya vida prácticamente normal. Cuando salí de la cárcel estuve muy poco tiempo en el CIS (Centro de Inserción Social). Como tenía familia y residencia fijada me dejaron irme a casa y no tener que regresar a la hora de dormir. Me pusieron una pulsera telemática, que en invierno se suele llevar en el tobillo y en verano en el brazo. Si vas a la playa por ejemplo, llama mucho la atención. Al final te acostumbras.

Es la prisión la que propone a los reos para el indulto. Yo tenía un curriculum ahí intachable. Ya bastante la cagué dejando así a mi familia. Ya que entras tienes que hacerlo bien. Si has cometido un error no puedes seguir haciendo más tonterías. Eso lo tenía muy claro. Con el indulto, en cinco años no puedes cometer ningún delito doloso o premeditado.

Cuando te lo conceden se eliminan todos tus antecedentes penales. De la otra manera cuando cumples la condena tienes que esperar varios años para poder limpiarlos. A mí me viene genial, porque a la hora de viajar eso puede suponer una pega en algunos países.

-P: En los últimos años se resolvieron de forma favorable menos del 1% de todas las solicitudes de indulto recibidas por la vía ordinaria. En el caso de las que llegaron de las agrupaciones religiosas, la cifra de aceptación subió al 13,8%. En esta Semana Santa el Ministerio de Justicia recibió 28 solicitudes de 15 cofradías y aprobó 9 indultos. Te sentirás afortunado. ¿Cómo te planteas el futuro?

-R: La pena se da por extinguida. Desde luego que no voy a reincidir ni hacer nada parecido en mi vida. Esto me ha enseñado que la vida no gira alrededor de uno. Con seguir tal y como estoy ahora soy un hombre feliz. Solo quiero disfrutar de mi familia y seguir jugando al fútbol hasta que el cuerpo aguante.

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