El Gobierno catalán ni siquiera ha esperado a que la Justicia se pronuncie sobre la orden: los bares y restaurantes de Cataluña echan el cierre por mandato de la Generalitat.
“Es el principio del fin”, “la última estocada”, afirman los hosteleros, víctimas de un sector herido de muerte.
“Es una lápida”, manifiestan, sumidos en el estupor y la indignación.
Pasadas las 19:00 horas de la tarde de este jueves el Govern decretaba el cierre, lanzando un auténtico jarro de agua fría sobre los propietarios y los numerosos trabajadores afectados.
“Tenemos muchas ganas de seguir, pero no nos lo ponen fácil”, cuentan, con la voz quebrada ante el escenario que tienen por delante.
Los malos presagios se extienden entre miles de empleados, temerosos de que, efectivamente, el negocio sea por completo insostenible. Solo con la comida a domicilio no salen las cuentas.
Si se alude a pequeñas ayudas, la indignación se hace aún más visible, porque nada cubre su desconsuelo. Hay quien incluso ha decidido regalar el excedente o consumirlo, porque el cierre de estos establecimientos durará, como mínimo, 15 días. Y ya muy pocos se atreven, siquiera, a pensar en el futuro.
La segunda ola no da tregua en Cataluña y en los últimos días de nuevo está dejando un importante ascenso de los contagios. En el último balance se han registrado 2.251 nuevos casos y 26 fallecidos más.
Con la transmisión al alza, ta tasa de riresgo de rebrote ha subido de 362,16 a 378,41, mientras en los hospitales la presión continúa también subiendo de forma paulatina.
Concretamente, en el último informe se registran 1.062 hospitalizados, lo que supone un aumento de 38 respecto al último recuento.