La víspera del Apóstol, ese terrible día, el destino hizo añicos la rutina y el corazón de las señoras del pueblo de Angrois. La mayoría lleva más de 60 años viviendo cerca de las vías y nos cuentan que jamás habían sentido rugir a un tren así. Sin pensárselo dos veces todas salieron a bocajarro a prestar ayuda.