La gordofobia, el acoso social que viven las personas gordas por tierra, mar y aire
La gordofobia, el término creado por el activismo feminista, define según el sociólogo Bastián Olea Herrera, de la Universidad Alberto Hurtado en Chile, a "la discriminación que sufren las personas gordas por el mero hecho de ser gordas, entendida como el rechazo social, los prejuicios, los estereotipos, la invisibilización, y la violencia de las que son víctima las personas gordas cotidianamente".
A las personas gordas se les define por defecto como "perezosas, inactivas, holgazanas, que no se esfuerzan, ni se cuidan a sí mismas. La idea de que la comida produce aumento de peso asocia a las personas gordas con los excesos, con los placeres, con la incapacidad de limitarse, e incluso con el pecado de la gula, y por lo tanto, con la inmoralidad." Es la opinión de este investigador chileno, que advierte de ese mensaje reforzado por la sociedad "nos presiona para mantenernos en forma, más por motivos estéticos que por razones de salud".
La obesidad no es sana, dicen los médicos y señalan una serie de enfermedades que provoca. De este hecho se ha apropiado el discurso gordofóbico bastante generalizado, para justificar la discriminación social señalando a los que no aprueban en la escala social basada en kilogramos. Y así el acceso al trabajo se vuelve cada vez más difícil para las personas con sobrepeso. El Observatorio de la Discriminación de la Sorbona reveló que tener más kilogramos de los aceptados socialmente representa tener un 50% menos de posibilidades de llegar a una entrevista de trabajo y tres veces menos posibilidades para acceder a puestos de cara al público.
Pierden sus trabajos, porque no encajan en el patrón estético establecido por la sociedad. Así son estigmatizados para trabajar de cara al público. Los candidatos gordos tienen un 50% menos de posibilidades de lograr una entrevista de trabajo; tres veces menos posibilidades para puestos de cara al público, según un estudio realizado en Francia por el Observatorio de la Discriminación de la Sorbona, que lleva años reflexionando sobre el empleo de las personas gordas. En España no nos quedamos atrás.
Marina de la Peña, una joven de 22 años, vivió esta discriminación por su peso, cuando el pasado mes de agosto la mandaron para casa sin servir ni una copa el primer día de las fiestas de pueblo, donde había acudido como camarera de refuerzo en un bar. "El primer día de trabajo estaba esperando para que me dijeran qué tenía que hacer cuando al llegar la mujer del dueño me miró de arriba a abajo y me dijo que no había trabajo". Así, sin más explicaciones dejándola en un estado en el que no pudo ni reaccionar. "No daba crédito. Cuando empecé a reaccionar sentí una sensación de humillación. No me vieron trabajar, solo me juzgaron por mi físico". Me sentí como una mierda".
Otro estudio británico firmado por los doctores Viner RM, Cole TJ deja en evidencia que las mujeres con obesidad desde la infancia a la etapa adulta tenían la mitad de probabilidades de tener un empleo remunerado y de tener una pareja"... En cambio, en los hombres, la obesidad continuada no se asoció significativamente con ningún resultado adverso."
Sus cuerpos no son bienvenidos, son cotidianamente maltratados, sufren discriminación por pesar más de lo que dice la sociedad; son las personas con "cuerpos desobedientes", como los define Olea Herera para los que muchos se han apropiado . La joven madrileña, una talla 46 o 48 de pantalón, asegura sentir en sus carnes la discriminación en general de la sociedad. "En las tiendas de ropa, donde ves que no hay nada para ti, pero también en los restaurantes, donde te miran comas lo que comas. "si te pides una ensalada, dicen 'mira la gorda que quiere bajar de peso y si comes mucho, también critican, 'porque lo que come como no va a estar gorda'."
Esta acusación silenciosa de los demás a las personas con sobrepeso de la que habla Marina de la Peña, la define muy bien la autora de 'La Cerda Punk', "ensayo desde un feminismo gordo, en el que Constanza Álvarez Castillo habla de "esa boca como órgano sobre-expuesto, intensamente vigilado. Qué entra, qué sale si está abierta, si está cerrada, si está... "
Cristina Pozas fue despedida cuando trabajaba en una tienda de Woman Secret, dedicada a la lencería femenina, que no fabrica uniformes talla XL, como el que necesitaba esta exempleada. Por WhatsApp le dijeron que iban a pedirlo, pero ese mismo día, la joven de 22 años escuchó a su nueva responsable diciendo que "si no tenemos la echamos y ya está". No le dio importancia a la conversación, porque no pensó que hablaban de ella, pero pocos días después recibió un burofax despidiéndola sin ninguna explicación. La responsable le dijo a una compañera de Cristina que "habitualmente no cogían a chicas con tallas superiores a la L, porque no se ve bien".
La experiencia de Cristina habla de esa discriminación en este "contexto consumista" del que habla Olea Herrera, sociólogo especializado en estudios de género y los estudios de la gordura, que "interpreta a las personas gordas como sujetos negligentes, personas que no se esfuerzan, que no han intentado hacer nada para adecuarse a las normas de belleza y salud, que no quieren moverse, ni ponerse a dieta, o bien que son incapaces de hacerlo. Y si son incapaces, se intuye que debe ser por razones de personalidad o carácter; son inferiores, ínútiles, menos inteligentes y desadaptadas socialmente".
"Me molesta que la gente no entienda que yo soy normal, que ser gorda es totalmente normal y lícito", se lamenta la joven de 22 años, que asegura que percibe la gordofobia, cada vez más en el plano laboral. "La noto en los lugares públicos, en los trabajos. Todo eso me hace sentir rabia".
En el siglo XIV ser gordo era erótico, sensual y chupiguay. Estar gordo era de gente rica y de buena familia, gente que comía bien, a la que los pintores inmortalizaron en sus cuadros. Rubens, Tintoretto y Tiziano pintaron cuerpos de carnes abundantes con abrumadoras caderas, porque las tallas XL eran el paradigma estético de la belleza. ¿Cuándo cambió esto y por qué?
"El ideal de belleza basado en la delgadez surge en la primera mitad del siglo XX, a la vez que la gordura empieza a surgir como preocupación médica. En la década de los ’20, el mercado de la belleza se masifica a los estratos populares", asegura Olea Herrera. Desde entonces, la delgadez se ha mediatizado en una sociedad obsesionada con la imagen, asociada "con el deseo y el éxito, mientras que la gordura se representa como objeto de burla, como algo propio de las clases bajas, como algo indeseable."
Así para este sociólogo "la gordura ha sido construida como el polo negativo de un sinfin de categorías (salud, belleza, género, rendimiento) y hemos aprendido socialmente a rechazarla, a la vez a reproducir este rechazo para reforzar que no somos parte de este grupo abyecto y socialmente estigmatizado."
En los últimos años el activismo gordo, vinculado al feminismo, ha abanderado la visibilidad XL en los medios y la batalla contra la discriminación de las personas fuera de la talla normativa, esas con las que compartimos oficina, aceras, que se sientan en la butaca del cine a nuestro lado. Esos que son, nuestras madres, nuestros hermanos o nosotros mismos, esos que alguna vez hemos mirado con desdén y para los que la escritora Constanza A. Castillo defiende en su manifiesto de autoafirmación.
"No queremos modificarnos o que nos acepten por lo 'que somos por dentro, ni autotorturanos con dietas y ejercicios extremos, queremos que los deseos se desaprendan y que nuestro cuerpo se transforme en potencia de deseo por el simple hecho de ser cuerpo".