Puede parecer una locura teniendo en cuenta que a Amiel le agarraron por la espalda y le golpearon contra el suelo con tal brutalidad que el pequeño sufrió las heridas de haber caído de un quinto piso. Su cráneo estaba roto. Cuesta imaginar que alguien que cogía a sus hijos de las piernas y los tiraba al huerto - como han testificado amigos de los padres de Godella- no esté loco. Pero Gabriel, el padre de los niños de Godella acusado de matar a sus hijos, no lo está. De hecho es calificado por los forenses como una persona inteligente. Su cambio de look en el juicio muestra que Gabriel ha querido dar otra imagen en el juicio. Amaría tampoco es la misma.
Según el relato de los psiquiatras esto es lo que les dijo María, la madre de los niños en pleno brote psicótico: “He matado a mis hijos porque me lo ha pedido Dios y yo soy María Magdalena". También aseguró que su hija no tenía alma y que su hijo controlaba su mente. Para los expertos: “Ha perdido el control de sus facultades mentales. Se recomienda su ingreso en un centro psiquiátrico cerrado". En cuanto al informe psiquiátrico de Gabriel ha quedado demostrado que es inteligente y que posee un carácter dominante.
En el juicio han descartado alguna enfermedad mental en el hombre y han explicado que puede prestar un testimonio "tanto verdadero como falso" de los hechos: "Ni alucinaciones ni ideas delirantes", han concluido. Así se han pronunciado los forenses en el juicio que se sigue en la Audiencia de Valencia contra Gabriel y su pareja, María, acusados de asesinar a sus dos hijos: Amiel, de tres años y medio, e Ixchel, de apenas seis meses, en una casa de campo de Godella.
Los expertos que también han examinado a la acusada han manifestado que sufre esquizofrenia paranoide, que la droga y su pareja le afectaban a su estado de salud y que siempre ha mantenido un relato coherente de lo que ocurrió la noche en la que murieron los menores.
Sobre Gabriel, los forenses han explicado que pese a que en las diferentes entrevistas que le realizaron buscaban un trastorno de personalidad o alguna enfermedad mental, no la hallaron. "No hay deterioro", han dicho, para agregar que es una persona "inteligente".
Han expuesto que Gabriel siempre ha negado creer en rituales, reencarnaciones, extraterrestres o en sectas --pese a que así lo mantienen su pareja y varios testigos--: "O bien lo negaba, o bien matizaba estas cosas haciéndolas comprensibles con su religiosidad y su simpatía por la cultura maya".
"Su funcionamiento intelectual es plenamente satisfactorio y no hemos hallado ni alteraciones de la percepción ni alucinaciones ni alteraciones ni del curso ni del contenido del pensamiento", han asegurado. "Ni deficiencia mental ni enfermedad mental. Está perfectamente capacitado para dar su testimonio válido, tanto verdadero como falso. A su criterio y a su libre elección", han apostillado.
Respecto de María, los expertos han manifestado que ha mantenido en el tiempo un relato coherente y "espontáneo", sin varias sus afirmaciones pese a que, con los tratamientos, fue mejorando en su salud mental. En todo momento manifestó a los forenses que fue Gabriel el que la convenció de que todos habían sido víctimas de abusos y aseguró que le volvió loca. También mantiene que el día de los hechos se despertó, se levantó y vio a los niños muertos. Pensó que una secta los había matado, así que los enterró de forma rápida, porque tenía que ser antes de que amaneciera. Califica a Gabriel de maltratador psicológico, de un psicópata sectario que le convenció de una realidad que no existía. Afirmó que el hombre tenía celos de su hijo mayor y que le daba palizas a ella y a los niños.
Los forenses insisten en que María sufrió en el momento de los hechos un trastorno psicótico con pérdida de la percepción de la realidad, con alucinaciones e ideas delirantes que gobernaban su conducta. Reiteran que el hachís y la figura de Gabriel fueron factores "determinantes" para el desarrollo de su brote. "Tenía anuladas sus capacidades para saber y comprender lo que estaba haciendo", han reiterado. Por ello, los expertos recomiendan para ella tratamiento psiquiátrico en un centro cerrado y, posteriormente, tratamiento ambulatorio con supervisión extrema por su seguridad.