Además de afectar directamente a su salud, nuestro propio consumo podría incitar el de nuestros hijos ya que en el inicio de cualquier sustancia "los padres y los iguales, el medio social y el desarrollo de las experiencias propias de cada individuo" influyen "de la misma manera", según explica la psicóloga clínica especialista en infancia y adolescencia María del Valle de la Orden. Con ello, la experta se refiere a la teoría del aprendizaje social de Albert Bandura y a los diversos estudios realizados a partir de esta.
En una sociedad en la que el 91,2 por ciento de los españoles entre 15 y 64 años ha bebido alguna vez en la vida y el 69,7, ha fumado, según la Encuesta sobre Alcohol y Drogas (EDADES) 2017-2018, "el uso está absolutamente normalizado y generalizado" por lo que la decisión del juez de la Sección Primera de la Audiencia de Córdoba de retirar la custodia a un padre de sus dos hijos por el consumo de tabaco resulta, cuanto menos, polémica.
De hecho, el comportamiento que el magistrado ha tachado de "absolutamente irresponsable" es bastante común. En España, el 47,8 por ciento de estudiantes de 14 a 18 años vive en hogares donde se fuma a diario, según la XII edición de la Encuesta sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias.
Además, nueve de cada diez menores no encuentran ningún problema a la hora de conseguir un cigarro y, de media, lo consumen por primera vez a los 14 años. Así, aunque "el medio social en la actualidad ha asumido y está comunicando muy bien que el tabaco mata", si los padres fuman, "es mucho más probable" que lo hagan sus hijos porque "lo tienen en casa", reconoce la psicóloga.
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La situación puede extrapolarse al alcohol ya que, al igual que ocurre con el tabaco, para nueve de cada diez menores no supone ningún problema conseguirlo y, además, lo perciben como la droga legal menos peligrosa que existe.
Esto sucede porque "el uso está absolutamente normalizado y generalizado", es decir, "que te tomes una cerveza en una terraza con tu hijo al lado es absolutamente 'normal'". Hasta los ocho años, al niño "no le importa si lo que se toma su padre es una caña o no", pero con el tiempo aprende que "si el padre se toma un par de cervezas, él también puede". En este sentido, puntualiza, "si el chico normaliza eso tampoco hay mayor problema. Está normalizando un uso 'normal' del consumo de alcohol".
"El problema es cuando los chicos normalizan un uso anormal", subraya, porque "no es lo mismo que tu hijo te vea beberte una cerveza a que te vea borracho". En este caso, "de alguna manera, cuando desde pequeño has visto beber a tu padre más de lo normal y enfrentar determinados problemas envalentonándose porque se ha tomado tres copas, entiendes que el enfrentamiento de determinados problemas se tiene que hacer por ese camino".
El niño aprende que "si su adulto de referencia soluciona sus problemas mediante el alcohol, este es un solucionador de problemas". Y aunque, recalca, "cuando hay un problema de alcohol, ni los niños ni los adultos beben porque hayan visto beber a otros, sino para superar problemas personales", "en la mayoría de los casos hay una influencia negativa", es decir, el menor tiende a "normalizar".
Por ello, es importante que "los propios adultos sepamos si bebemos con normalidad. Yo tengo a gente en consulta que me dice 'yo bebo lo normal, 4 o 5 cañas o un cubata todos los días'. Y ahí está el problema, en que eso no es lo normal".
Esta normalización se agrava cuando son los dos padres los que consumen alcohol. "Cuando los dos progenitores beben y eso no crea ningún conflicto familiar porque los dos beben a la par, la posibilidad de que el niño beba es mayor todavía", sentencia.
"En el menor de los casos", es posible que suceda la circunstancia contraria. Cuando solo uno de los progenitores bebe y el otro reprime este comportamiento, "le pone al chico en la disyuntiva de esto que hace el otro es bueno o malo y le da la posibilidad de pensar". Así, "hay chicos que ven que el alcohol es un problema en su casa (que su padre pega a su madre, que pierde el trabajo…) y eso provoca un rechazo absoluto". Por ello, considera que "la actitud del otro no debe ser de tolerancia".
Por otro lado, recuerda que la influencia de los padres no es el único factor que afecta al consumo y "son raros los casos en los que los chicos beban porque el padre les incite". "Los menores como los adultos beben porque tienen problemas, porque por alguna serie de circunstancias la experiencia personal les ha dicho que beber les ayuda a resolver un determinado asunto", destaca.
Junto a los padres, a partir de los 12 años, "la presión de grupo es muy importante y son los iguales los que nos influyen". "Si donde yo me quiero integrar consumen alcohol, me afecta porque yo no tengo la capacidad de decir 'no' porque eso implica salirme de un grupo de referencia que yo necesito", agrega.
El medio social, es decir, "cómo la sociedad nos vende el consumo del alcohol" también afecta. Aunque la publicidad explícita no es legal, existe una influencia implícita en muchos escenarios que manda "indirectamente la señal de que el alcohol de alguna manera desinhibe, que puede facilitar la interacción social".
Asimismo, la propia experiencia del individuo con el alcohol puede generar una adicción. "Hay chavales que en un primer momento no se han emborrachado, se han tomado dos cervezas y se han venido arriba, se han sentido bien. Eso provoca la siguiente ingesta", ejemplifica.
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El cannabis es la sustancia ilegal más consumida por la población española. El 14,3 por ciento de los menores lo han probado, una cifra que duplica la de los mayores de 45 años. "Estadísticamente, es más raro que un padre consuma cannabis y, si lo hace, es raro que lo haga delante de su hijo", confiesa de la Orden.
No obstante, admite que "si en casa se fuma cannabis de forma habitual, hay mucha probabilidad de que el chico fume cannabis y que para el padre no sea un problema". "El consumidor de cannabis que no ha consumido otras sustancias te va a hablar de los beneficios del cannabis con naturalidad. De hecho he visto a padres que prefieren que su hijo se fume un porro a que se tomen un cubata", indica.
Por último, cuenta que ver a un padre consumir otras sustancias delante de su hijo "no es normal", es decir, "raramente un adulto que consuma cocaína lo va a hacer delante de su hijo. Hasta el propio consumidor es consciente, salvo que tenga una desestructura familiar enorme". Además, "la sociedad protege muchísimo en ese sentido".
En cifras, el número consumidores de otras drogas es mucho menor que el de alcohol, tabaco o cannabis y la edad de inicio de los menores es mayor.
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