Insultar, escupir o dar patadas que duerme en la calle o dentro de un cajero de un banco es más frecuente de lo que se piensa, unas agresiones que apenas se conocen y por tanto no se juzgan, tan solo cuando algún testigo las denuncia o cuando los hospitales comunican partes de lesiones.
"La realidad es que todo eso ocurre, el problema es la ausencia de denuncia; las víctimas no tienen el empoderamiento necesario para contar los hechos dada su situación de exclusión social", explica a Efe el fiscal coordinador de Delitos de Odio y Discriminación de la Fiscalía Provincial de Barcelona, Miguel Ángel Aguilar, pionero en la lucha contra este tipo de delitos en España.
Gracias a testimonios de vigilantes de seguridad o de empleadas de limpieza de entidades bancarias o de la vía pública donde duerme cada noche la víctima, algunos de los casos llegan a los tribunales. Pocas veces son los propios agredidos los que denuncian, únicamente cuando van de la mano de una entidad social.
La ausencia de estudios y estadísticas que aborden la incidencia de esta clase de agresiones tampoco ayuda mucho a visibilizarlas.
Los escasos datos que existen, como la radiografía que realiza el Ministerio del Interior sobre los delitos de odio, ponen de manifiesto que son pocos los que llegan a enjuiciarse. En 2019 se contabilizaron 12 hechos motivados por aporofobia (rechazo a los pobres) de un total de 1.706 delitos de odio registrados.
Hace unas semanas un grupo de jóvenes intentó quemar con gasolina a una persona que dormía a las puertas de un local social del barrio del Raval, en Barcelona. Unos días antes, se conoció un vídeo difundido por redes sociales que mostraba la agresión a una persona que vivía en la calle en O Grove (Pontevedra).
Para el fiscal coordinador de Delitos de Odio y Discriminación de Barcelona, es urgente la reforma del Código Penal para que la aporofobia se contemple como motivo de discriminación en el capítulo de esos delitos y poder dar "una respuesta más enérgica a ese tipo de comportamientos, que son especialmente reprobables".
PREGUNTA: Ha habido un intento de quemar a una persona sin hogar en Barcelona, unos días antes se conoció otra agresión en Galicia... ¿Con qué frecuencia se producen estos delitos o agresiones?
RESPUESTA: Afortunadamente, hechos como el de Barcelona no son frecuentes pero sí ocurren hechos que no tienen esa transcendencia, repercusión o gravedad: entran en los cajeros automáticos, les insultan, les escupen, les pegan una patada... eso es más frecuente de lo que pensamos.
La realidad es que esto ocurre, el tema es la denuncia. La víctima no está en las mejores condiciones para presentar una denuncia; nos enteramos por terceros, la limpiadora del banco, el vigilante de seguridad, o cuando tiene repercusión en redes como el "youtuber" que daba galletas oreo rellena de pasta de dientes a personas sin hogar.
P: ¿Han aumentado en los últimos meses estas agresiones aprovechando quizá la mayor vulnerabilidad de las personas sin hogar por la pandemia?
R: En las cifras denunciadas no tenemos un incremento pero no sabemos lo que pasa con aquello que no se denuncia.
P: Supongo que se denunciarán los casos más graves.
R: No siempre, a veces pasan cosas graves y no se denuncian. La víctima no está empoderada, pero lo grave deja lesiones importantes y sale a la luz muchas veces por el parte médico; confío en que lo más grave sí que aflora porque esa persona es atendida hospitalariamente y trasciende.
Pero todos esos casos no tan graves, pero que afectan a su día a día, es necesario aflorarlo jurídicamente. Llevamos desde 2009 asumiendo asuntos de aporofobia; Adela Cortina le puso el nombre y nosotros empezamos a recoger todos los hechos motivados por este tipo de discriminación que no estaba reconocido legalmente, ni está todavía tipificado como un delito de odio.
Por la formación y la especialidad que tenemos afrontamos estos temas jurídicamente, pero no le podemos aplicar toda la contundencia legal que se aplica a otros delitos de odio porque no está reconocido en el Código Penal.
P: ¿Por qué es importante que se reconozca la aporofobia dentro del Código Penal?
R: Lo primero es el reconocimiento legal de este tipo de discriminación para poder visibilizarla. Ustedes como medios nos ayudan a poner de manifiesto el problema, pero luego es el legislador también el que debe contemplar esa realidad en el Código Penal.
Lo llevamos pidiendo desde 2009 en nuestras Memorias que eleva cada año la Fiscalía General del Estado.
P: ¿Pero qué cambiaría al introducirlo en el Código Penal?
R: Primero supondría la aplicación de una agravante, es decir, que estos hechos tengan mayor reprobabilidad, mayor reproche penal y mayor pena. Sería el reconocimiento en el Código Penal de que hay personas que cometen estos delitos por animadversión, rechazo u odio a una persona sin hogar, esto sería ya reconocer que existe el problema.
En segundo lugar, le daríamos una respuesta penal más adecuada. Por ejemplo, si nos encontramos un caso de discurso de odio contra homosexuales o inmigrantes podemos plantear si existe un delito tipificado en el artículo 510; si ese discurso de odio está en una página web que dice que hay que exterminar a las personas sin hogar, pues no podríamos encajarlo en el 510 porque la aporofobia como motivo de discriminación no está contemplada.
P: ¿Hay un perfil común del agresor o del grupo de agresores?
R: No lo hay, nos hemos encontrado de todo, desde personas con ideas extremistas hasta personas normales y corrientes. El factor común es actuar con prejuicios.
Por eso sería tan importante hacer campañas de sensibilización por parte de los poderes públicos y también en el ámbito educativo.
He tenido delante de mí a personas normales y corrientes que actúan así por prejuicios, clasismo, rechazo a determinados seres humanos por ser diferentes y, sobre todo, está asociado a la pobreza o la exclusión.
P: Lleva muchos años tramitando estos casos, ¿percibe un avance en el cerco judicial a estas actitudes y agresiones?
R: Hasta hace 20 años, como le decía, ni siquiera se utilizaba el término aporofobia y hoy forma parte del lenguaje de las fuerzas de seguridad y de la Fiscalía; se ha incrementado la formación de los profesionales y hay protocolos policiales; otra cosa es que al legislador le cueste hacer las reformas necesarias.
¿Significa que tenemos que estar complacientes? No, porque falta mucho por hacer, sobre todo fortalecer a la sociedad civil, a las entidades que trabajan con las personas sin hogar y, si es posible, empoderar a las víctimas para que denuncien o, al menos, hacer campañas para que las entidades civiles les acompañen.
P: Aunque sean pocos los casos que llegan a los tribunales, ¿hay muchas sentencias condenatorias?
R: Cuando se obtienen las pruebas suficientes para identificar los hechos, que tiene su dificultad porque debe testificar la víctima y a veces no es fácil localizarla porque no tiene un domicilio.
Pero en los casos que hemos sacado adelante, hay condenas. La legislación que tenemos permite perseguir este tipo de comportamientos, pero nos gustaría que la respuesta fuera más acorde.
P: ¿Hay una estimación del porcentaje de casos que no se denuncian?
R: No conozco ningún estudio, como sí los hay de otros delitos; deberíamos empezar por ahí. Igual que se hacen estudios de criminalidad para ver el tipo de delitos que se denuncian, habría que hacer estudios para conocer qué tipo de víctimas tenemos y ver qué hechos se denuncian.
La Agencia de los Derechos Fundamentales (FRA) de la UE tiene estudios de homofobia o racismo que hablan de que en un 80 por ciento de esos casos no se denuncian; me temo que en el ámbito de la aporofobia será mayor el volumen de casos que no se conocen.
P: El Observatorio Hatento -integrado por entidades de atención a personas sin hogar- habla de que el 47 % de las personas sin hogar ha sufrido delitos de odio.
R: Nosotros registramos en la Fiscalía de Barcelona unos 3 o 4 casos al año de una población de casi 5,5 millones de personas. No puedo dar la cifra de la memoria de 2020, pero va en la misma línea; la cifra de lo que se denuncia es muy estable; esa estabilidad nos debe llevar a la preocupación.
Estaría muy preocupado si se produjeran muchos, pero lo que me da preocupación es que no afloren, para mí es muy importante que se denuncien.