"Pregúntaselo a cualquier piloto de verdad. Da igual que ganes por un centímetro que por un kilómetro. Ganar es ganar" (Fast and Furious I)
Son las cinco de la mañana de un día cualquiera. Nuestro hombre, un funcionario que prefiere preservar su identidad, sube a su coche a muchos kilómetros de su punto de trabajo. Un punto que en realidad es un mar de puntos. Todos los que se acumulan entre las costas de Huelva y las de Málaga. Es joven, pero hace ya más de cinco años que persigue a diario narcolanchas en el Estrecho.
"Las mafias de la droga siempre han preferido el Estrecho porque la distancia es mucho más corta. Estos últimos cuatro años han sido un auténtico desmadre. Semejante despliegue de lanchas por parte de narcotraficantes, no se ve en ninguna parte del mundo. Ni en el Caribe con el tema de la coca, ni en Galicia con el mismo tema hace años se vio algo así", afirma el hombre.
Pero los tiempos, nos dice, están cambiando. La presión sobre las mafias está dando resultados. "Después del último año y pico, que se les ha dado bastante caña, han cambiado un poco el método de hacer las cosas. Siguen haciéndolo, no tan descarado como entonces, que ya fue demasiado, y se han diversificado", comenta.
"Han vuelto a operar por la zona de Cádiz, a operar por la zona de Huelva, a operar por la zona de levante, y el Estrecho lo están dejando un poco como una especie de gasolinera. Cogen combustible en el Estrecho y ya se abren o para la zona de poniente o para la zona de levante", explica.
Nuestro hombre no para en ningún sitio. Su embarcación va cambiando de puerto en un intento de escapar al control de los narcotraficantes.
"Trabajamos de una manera itinerante. No estamos siempre en el mismo puerto para que no nos controlen. Ellos ponen mucha gente con teléfono, los 'puntos'. Saben si estamos en el hotel, si estamos navegando, dónde estamos, controlan todo. No estar en el mismo sitio se lo hace más difícil", comenta.
No hay horario. Una llamada y su grupo, cuatro o cinco personas, dependiendo de la embarcación, sale en busca de su objetivo. A partir de ahí, comienza una operación en la que se mezcla el silencio más absoluto y el rugir de los motores.
"Ellos tienen zonas donde se juntan las gomas, donde quedan y se dan cabos para permanecer juntas. Nosotros lo que hacemos es rastrearlas con radar, con prismáticos, mirando mucho, hasta que localizamos el objetivo. Intentamos siempre arrimarnos poco a poco para que crean que somos un pesquero u otra embarcación, y cuando estamos cerca iniciamos la persecución", declara el joven.
"Nosotros muchas veces trabajamos al alba. Siempre pensamos que por la noche están muy activos, por el día también, pero a las cinco o las seis de la mañana se quedan como más relajados. Cogemos a muchas gomas con los pilotos durmiendo encima del caballete”, añade.
Si se despiertan todo dependerá de la capacidad de reacción de la narcolancha y de si consiguen tomar velocidad suficiente para planear. Todo se vuelve rápido y frenético. Comienza una persecución que puede significar más de una hora a todo gas, corriendo tras una goma que muchas veces no saben si va llena o vacía.
"Por cada goma cargada hay dos vacías. Son señuelos que intentan llevarte haca otro sitio y a unas millas la que está cargada intenta entrar en costa", comenta.
"Esta gente pasa más de dos días en el agua. Muchos van a base de rayas, a base de una cosa que toman que se llama 'rivotril', que es una especie de ansiolítico que lo mezclan con alcohol y les pega un pelotazo de la hostia, porque lo que ellos hacen una persona normal en su sano juicio no lo hace", afirma el joven.
"Van metidos, van metidos porque tienen que ir metidos, porque son dos o tres días los que se pueden pasar esperando a que les den la carga o esperando a meter la carga", comenta.
Los narcos son capaces, por ejemplo, de escapar a una persecución de cinco embarcaciones policiales: "Hace un año, persiguiendo una goma que quería entrar en La Línea se unió la de aduanas gibraltareña, la de su policía, la de Guardia Civil y hasta un helicóptero. El piloto se dio la vuelta, nos puso la proa, y fue entrando entre nuestros barcos. Esquivo la nuestra, esquivo la de la custom, la de la pólice, la de la Guardia Civil, y se fue”.
Son también capaces de cruzar la proa de un gigantesco portacontenedores a menos de veinte metros: "Tu ves un mercante y crees que va despacio, pero un mercante va a 23 nudos. Lo que ellos hacen es pasar por delante a escasos metros de la proa y nosotros detrás en la persecución, porque por la popa con el agua de las hélices pegas un salto que sales volando", declara.
"Lo hacen para ver si nos podemos pegar la hostia con el mercante o parar la persecución… Yo he estado en varias persecuciones en las que han cortado la proa de un mercante y yo me he santiguado, he dicho, nos matamos, nos matamos aquí”, comenta.
Pilotos salidos del contrabando de tabaco que pasan de ahí a las gomas, algo así como la Primera División. Gente que, nos dice, sabe latín, pero que tras los últimos golpes policiales es cada vez más difícil de encontrar.
"Ahora que ha caído tanta gente, la logística está pasando a manos de los marroquíes. Los patrones no son tan buenos como eran antes. Pero aun con eso, es como tener un Ferrari en las manos. Pillarlos es otra cosa, son muy veloces, hacen maniobras muy jodidas y al final a veces tienes que parar porque dices, es que si no paramos se matan ellos y nos matamos nosotros".
La respuesta es inmediata: "Ellos cobran mucho más, con eso te lo digo todo. Lo que hacemos nos gusta, porque para meterte a las dos de la mañana a cincuenta nudos con un foco cantándole a tu patrón babor, estribor, con la goma encima, calados de agua enteros…Por el mismo precio ellos no lo harían", afirma.
Todo depende de una maniobra más, de unos centímetros logrados a golpe de motor. Si ganan ellos se pierden el mar, muchas veces tras arrojar su carga.
"Si se apuran tiran la carga, si ven ya que vamos encima dicen 'mira…'. Ellos llevan una persona en la embarcación al que llaman 'garantía'. Es el que certifica, en caso de que tiren la carga al agua en una persecución, que ha sido así".
"Cuando los trincamos no suelen ser conflictivos. Se les pone las esposas y si todo ha sido legal entre nosotros muchos te terminan dando la mano después de detenerlos", comenta.
Y puede que, cuando la velocidad y la furia ha llegado a su fin, hasta quede tiempo para una broma.
"Una vez cogimos una lancha y tuve que pilotarla porque el piloto tenia hipotermia, y el marroquí que iba con el me dijo de broma, 'oye tío, tu pilotas bien la goma, ¿a tí te interesaría hacer un pase con nosotros?'", declara.