Han tenido que cambiar formas de trabajar en semanas, implementar proyectos que llevaban años planificando en apenas dos meses, buscar medicamentos debajo de las piedras, inventarse sobre la marcha protocolos y adaptar dosis de fármacos de una enfermedad desconocida… Las farmacias de los hospitales no han tenido la visibilidad de las Urgencias o las UCIs, pero son la espina dorsal de un hospital, un árbol con ramas que llegan a todos los departamentos de un centro sanitario.
“El coronavirus ha sido un tsunami”, reconoce la responsable del departamento del hospital Gregorio Marañón de Madrid, con un poso de orgullo en la voz que no disimula: “Pero hemos hecho el trabajo. Me siento muy orgullosa”.
Lo dice María Sanjurjo en una llamada telefónica a seis entre esta periodista y el equipo de la farmacia hospitalaria del centro. Su labor, muy desconocida, abarca desde reparto de medicamentos a pacientes que no están ingresados hasta investigación de terapias. Y también a ellos les ha cambiado la COVID-19 para siempre. “Con muchos sofocos, mucho estrés, muchos llantos… lo hemos hecho, hemos podido hacerlo. Estamos hablando los 6 y pienso… madre mía…qué capacidad de adaptación hemos tenido”, confiesa María, ante el silencio emocionado de los demás.
Porque en este equipo han pasado miedo. “Oíamos que era una gripe”, cuenta Ana Herranz, jefa de logística de la farmacia, “y cuando ves cómo se va haciendo una bola cada vez más grande, a jóvenes que entran en cuidados intensivos, cuando ves el hospital normalmente tan abierto, todo con habitaciones cerradas, sin nadie en los pasillos… Te sobrecoge”. Un tercio del personal de Farmacia Hospitalaria se contagió, y el resto estuvo haciendo turnos de 24 horas para que nunca faltaran medicamentos en un hospital que duplicó su capacidad asistencial.
Tuvieron que donarles camas, porque no es un departamento que esté pensado para hacer guardias nocturnas. También les donaron neveras portátiles para llevar medicinas a las casas de los pacientes. “Tenemos a 10.000 pacientes que toman medicaciones que por ley sólo se pueden dispensar en el hospital. Normalmente vienen a por ella periódicamente, pero con el coronavirus tuvimos que improvisar un método de entrega en sus domicilios”, explica María Sanjurjo.
Así que contrataron una empresa de logística, pero también contaron con voluntarios de la Fundación Once. “En dos meses hemos llevado dos mil envíos a domicilio. Y claro, los voluntarios iban en su coche, en su moto… y teníamos que darles neveras portátiles” para que se conservara la cadena de frío de los fármacos, explica Ana Herranz. Porque sí, han tirado de ingenio para cubrir todas las necesidades del hospital.
Como cuando se creó un equipo COVID para que todas las medicaciones que se estaban probando en pacientes con la nueva enfermedad llegaran a todos los enfermos. “Estaba microbiología, medicina interna, farmacia, cardiología, neumología, psiquiatría… todo el mundo aportando ideas sobre cómo abordar esta infección más allá del tratamiento farmacológico”, relata Carmen Rodríguez, farmacéutica de enfermedades infecciosas.
La misma colaboración que sintieron cuando empezaron a escasear los medicamentos. Camino Sarobe, responsable de compras de la farmacia del Gregorio, habla de auténtica locura las primeras dos semanas: “teníamos que adaptar las compras cada dos o tres días, por la gran cantidad de pacientes que iban llegando y por la variedad de tratamientos que se estaban probando”, cuenta. Y relata que temieron verse desabastecidos cuando “en el pico asistencial de repente no había forma de encontrar hidroxicloroquina, y cuando se duplicó el número de camas de cuidados intensivos empezaron a escasear todos los medicamentos relacionados con la sedación”, recuerda.
Pero si algo ha tenido la pandemia es que ha conseguido que toda la sanidad reme unida. Y eso se notó en la provisión de materiales en Madrid. Un grupo de WhatsApp entre hospitales y profesionales de farmacia ayudó a que todos compartieran con todos. “Nosotros usábamos por ejemplo un sedante concreto y otros no, y nos cambiábamos por algo que tuvieran ellos. Diariamente había que actualizar base de datos con la existencia de nuestros fármacos… y veíamos lo que tenía cada hospital y lo pedíamos directamente a los compañeros”, cuenta Camino.
Un espíritu de trabajo conjunto, fuera y dentro del hospital, que Carmen Rodríguez, farmacéutica de enfermedades infecciosas, quiso aprovechar para volcar en una base de datos que usa todo el hospital los perfiles de los pacientes que estaban tratando. “El hospital era COVID al completo, había que tratar a estos pacientes a cualquier hora y desde cualquier especialidad y por eso era importante que la información llegara a todos los trabajadores de forma sencilla”, explica Carmen. ”No queremos que se pierda la información de los 5.000 pacientes que hemos tratado en dos meses”, insiste Carmen.
Los cinco profesionales tienen claro que habrá rebrotes de COVID-19, y se preparan para ello. Ya no trabajan turnos de 24 horas, pero hay alguien que tras el tsunami tiene más trabajo casi que antes: Vicente Escudero, coordinador de proyectos de investigación de terapias celulares. Un nombre muy largo que esconde un proyecto con células madre que puede ayudar a mitigar los efectos graves de esta nueva enfermedad.
“Colaboramos con un ensayo clínico de células madre: su uso (células mesenquimales) para el tratamiento de los síntomas de la COVID-19. Lo que intentan es bajar la inflamación de los pacientes más graves. Estas células regulan el sistema inmunitario y pueden evitar que pacientes cuyo sistema inmune sobrereacciona y sufren un agravamiento., lleguen a ese punto”, explica el único hombre en la conversación.
La charla que termina con una reflexión de la jefa: “hemos cambiado cosas, y han venido para quedarse. Por ejemplo, llevábamos años pensando en implementar la atención farmacéutica telemática y de golpe y porrazo ya la tenemos. Esto ha sido y va a ser revolucionario para el futuro, y si se apuesta por esto cambiará la forma de ejercer”… a mejor, cree esta emocionada jefa de farmacia. Porque el COVID, dice, ha sido un tsunami que ha arrasado con todo, pero que les ha hecho “mejores profesionales”.
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