Son las ocho y media de la mañana y a las puertas del IES Mar de Poniente deberían arremolinarse los ochocientos alumnos del centro, para reanudar las clases tras el parón navideño. No hay tal, en su ligar, cinco chavales hacen corro frente a la entrada decidiendo si, visto que no ha ido nadie, entran o no. Del otro lado, la voz de la conserje advierte: "Los que tengan más de dieciocho si entran no salen hasta las tres".
"Mis padres me han dejado elegir si vengo o no", dice Karim. "Pero he venido porque yo sin los maestros no me entero".
"Tres niños han entrado", dice la conserje. "Y estos que tengo aquí, que los voy a intentar meter, pero a ver qué hacen. Ahora tendremos que estar toda la mañana con los niños llamando a los padres para que los recojan porque no ha venido nadie".
Los chavales, finalmente optan por entrar. Llegan otros dos a los que han traído en coche sus padres.
"No me parece bien, dice uno de los padres. "Pero mi hijo está en segundo de bachillerato y le van a exigir mucho en la selectividad".
"Al principio las clases eran semipresenciales", dice otro. "Luego empezaron todos los padres que presencial, pues ahora que los traigan"
No los traen. El balance de la conserje al director no puede ser más escueto. Han entrado doce alumnos. Al jefe de todo esto, no le pilla de nuevas. Tanto él como los profesores esperaban algo así.
"Que vengan lo veo un poco peligroso, porque la situación está un poco complicada", explica a NIUS una profesora que entra apresurada. "Tenemos un poco de miedo, pero hay que afrontarlo, es nuestro deber".
"Es una imprudencia, no es sensato", apunta otro miembro del claustro que ha llegado en bicicleta. "Deberían haber cerrado al menos quince días y ver qué pasa. Está la cosa peligrosa y tampoco va a pasar nada por dos semanas que estén en su casa".
A pocos metros de allí, en el colegio San Felipe, lo que normalmente son hileras de coches en doble fila, son hoy plazas y plazas de parking vacías. Unos pocos niños con sus padres esperan la entrada. No pasan de una treintena. Los padres, conscientes de ser la excepción que confirma la regla, no quieren hacer declaraciones, que la Línea es pequeña, y todo se sabe. Sí las hace una maestra de infantil, que va a tener pocos niños a los que enseñar.
"Está toda la población muy preocupada porque está la cosa muy grave", cuenta. "Y de hecho aquí lo tienes, no los han traído ni las madres que están trabajando. Yo tengo un curso de infantil, y yo creo que no va a venir nadie".
Es la rebelión de los linenses frente a una Junta de Andalucía que ayer por la tarde hacía caso omiso de las peticiones del Consejo Escolar de la ciudad, y de su alcalde, para que las clases se suspendieran, por la elevada tasa de contagio, que ya supera los 1.200 casos por cien mil habitantes.
"A estas alturas de la mañana la asistencia a los centros educativos está siendo muy muy baja, por no decir prácticamente nula", dice el alcalde de la Linea de la Concepción, Juan Franco. "Vamos a volver a convocar al Consejo Escolar mañana martes. Entendemos que lo más sensato hubiera sido retrasar el inicio del curso escolar, o bien hacerlo por medios telemáticos".
De esa reunión puede salir una nueva petición a la Junta de Andalucia, para que reconsidere su decisión de mantener las clases presenciales. El resto de medidas por el nivel de alerta cuatro, grado 2, en el que se encuentra la localidad, se están cumpliendo. Hay cierre perimetral, y permanecen cerrados todos los comercios no esenciales, y la hostelería.