Los jurados dieron por probado por unanimidad el relato del crimen sexual. El Chicle raptó a Diana para llevarla a la nave y agredirla sexualmente. No podían decir que fue violada porque los 500 días en el agua borraron los vestigios, y no creyeron al único forense que atribuía un edema a la violación. Esa discusión en sala entre dos eminencias, les hizo desechar esa prueba. No se ponían de acuerdo en si el edema era ante mortem o post mortem. El jurado no se complicó. El uso de la violencia y la intimidación, más los indicios desarrollados durante el juicio, fueron suficientes para dar por probada la agresión sexual. Y tenían la pregunta adecuada en el objeto del veredicto. Por unanimidad, los nueve, votaron sí a un asesinato con alevosía perpetrado para ocultar el delito anterior, la agresión sexual. Es lo que podría enviar a El Chicle a la prisión permanente revisable. Porque el asesinato subsiguiente a un delito contra la libertad sexual, el que sea, es uno de los supuestos para aplicarlo.
Pero el magistrado también introdujo en el objeto del veredicto la cuestión de la confesión de El Chicle como posible atenuante. Los jurados dijeron que José Enrique Abuín colaboró de forma “relevante”. Pero no dijeron de forma necesaria. Y la diferencia es esencial. Aquí es donde el magistrado tiene que decidir si le aplica el atenuante simple que no modifica la prisión permanente revisable. Porque si aplica el atenuante muy cualificado, entonces bajaría la pena un grado y no podría aplicarse la permanente. Abuín tendría que ser condenado a entre 20 y 30 años de prisión, seguramente con un límite de cumplimiento de menos de 25. El tema de la confesión ha sido muy discutido en el juicio porque no fue inmediata, ni completa, pero ayudó a encontrar el cuerpo.
Los investigadores siempre aclararon que tarde o temprano habrían llegado a la nave. Pero cuando declaraban en esos términos, el propio juez les preguntaba si habrían encontrado la nave, y también el pozo. Durante las declaraciones quedó claro que el estudio del móvil de El Chicle les había llevado a los alrededores de la nave. Los perros habían comenzado el rastreo pero aun no habían entrado porque no tenían permisos. Con los días quizá atando cabos, al estar la nave cerca de la vivienda de sus padres, y haber trabajado en ella, los agentes habrían entrado quizá en la fábrica de muebles abandonada. Pero uno de los investigadores reconoció que no sabían que había un pozo. Otro de los guardias, sin embargo, explicó que estaban a punto de descubrirlo porque el mejor amigo de El Chicle habría confesado que Abuín le enseñó el pozo meses antes del rapto, agresión sexual y asesinato de Diana.
Somoza, como se llama el amigo, declaró en el juicio que solían salir a buscar chicas. Abuín engañaba a su mujer metiendo garrafas en el maletero para robar gasolina aunque no las usaba. Luego iban a discotecas, colegios y burdeles en busca de morenas de pelo largo, las que le gustaban a El Chicle. Un día le llevó a la nave de Asados, donde había trabajado Abuín y le preguntó si quería ver un pozo. Abrió la arqueta tal y como luego haría con Diana, con el cable de la electricidad que arrancó de las paredes. Después se asomaron y vieron que estaba lleno de agua.
Somoza no lo contó en su primera declaración con los agentes, pero seguramente habría acabado confesando esa especie de ensayo que hizo el Chicle. Este testimonio va ser vital para la decisión que tome el magistrado. El jurado así lo ha considerado. La confesión de Abuín no se debió más que a una debilidad porque quería que liberaran a su mujer, acusada de encubrimiento. La investigación podría haber llegado al pozo con la ayuda de Somoza. José Enrique Abuín podría ser condenado a la prisión permanente revisable al no aplicarse el atenuante completo.