Pilar tiene 62 años y es enfermera. Durante estos últimos meses ha atendido a enfermos con coronavirus en un centro sanitario de Reus. Pero a la dureza de este trabajo durante la pandemia ha tenido que añadir una experiencia aún más desagradable. Un grupo de personas okuparon su vivienda y a pesar de que ha intentado mediar con ellos no ha conseguido recuperarla. Asegura que su vida ha sido una pesadilla desde ese momento por lo que ha escrito una carta al Periódico de Cataluña para contar su tragedia.
La historia no deja de ser rocambolesca y demuestra la indefensión que sufre gran parte de la población ante el tema de la okupación. No en vano, ya se han producido enfrentamientos contra ellos en diferentes puntos, con vecinos cansados de estos hechos ante los que los afectados se ven impotentes con una justicia que sigue amparando a los okupas. Pilar quería vender su casa de Vic, en Barcelona. Había conseguido plaza fija en un ambulatorio de Reus y dejó que una agencia la enseñara a unos posibles compradores pero ocurrió lo que pocos entienden: "Llegó el okupa, empujó a todo el mundo, se sentó en el sofá y dijo que no se iba, que le gustaba". Su hermoso chalé, con televisión, muebles y todo tipo de detalles y enseres está en manos de un caradura profesional. "A la semana dio de alta la fibra óptica y cogió una abogada de oficio". Con ese recibo puede empadronarse y la ley le protege. Durante el confinamiento la ocupación de casas vacías ha aumentado y con la justicia saturada por acumulación de procesos el desahucio puede prolongarse durante meses.
En su escrito, Pilar critica que los mismos que han aplaudido durante estos meses la labor de los sanitarios no se levanten contra el sistema de okupación de viviendas que hace que en 15 minutos dejes de poder disfrutar de tu casa quedándote indefensa.
Según su experiencia, recuperar tu vivienda de forma legal pueden suponer años de pleitos y la vía exprés tampoco da satisfacción a los propietarios que ven cómo los grupos o mafias que están detrás de estas acciones han aprendido a sortear las leyes.
Recuerda que en estos procesos exprés, los okupas suelen esperar hasta el ultimo momento previo al desalojo forzoso por la policía para traspasar la casa a otros personas y obligar así al sistema a iniciar de nuevo todo el proceso.
Tampoco le ha servido a ella el intento de mediación con los okupas. Según su experiencia, cuando intentó negociar con ellos le aseguraron que "la casa les iba bien".
No entiende que personas con coches y con capacidad para contratar fibra optica en la casa okupada puedan ser consideradas como un colectivo "vulnerable".
Concluye su misiva afirmando que "me he sentido abandonada por instituciones, policía y justicia" por lo que reclama un sistema más justo ara evitar situaciones de "ansiedad y estrés".
Pilar quería vender su casa de Vic, en Barcelona. Había conseguido plaza fija en un ambulatorio de Reus y dejó que una agencia la enseñara a unos posibles compradores pero ocurrió esto: " llegó el okupa, empujó a todo el mundo, se sentó en el sofá y dijo que no se iba, que le gustaba". Su hermoso chalé, con televisión, muebles y todo tipo de detalles y enseres está en manos de un caradura profesional. "A la semana dio de alta la fibra óptica y cogió una abogada de oficio". Con ese recibo puede empadronarse y la ley le protege. Durante el confinamiento la ocupación de casas vacías ha aumentado y con la justicia saturada por acumulación de procesos el desahucio puede prolongarse durante meses.