Ocho familias de Barcelona fueron a estrenar la vivienda nueva que acababan de comprar, pero al meter la llave se percataron que las viviendas estaban okupadas.
Indignados en plena calle mientras en el interior los okupas no les dejaban entrar. Un pulso que duró varias horas y que al final, le salió muy rentable a los okupas.
Se habían quedado a las puertas de sus casas, estaban a punto de recibir las llaves para poder entrar pero los okupas fueron más rápidos. Los propietarios de los ocho pisos recién construidos se plantaron frente al edificio, pero no fueron los gritos lo que logró la expulsión de los okupas.
La promotora tuvo que pagar dos mil euros a cada uno para que abandonaran los domicilios. Treinta y seis horas después salen a la calle cargados con sus pertenencias. Incluida la televisión bajo el brazo. Dentro dejan algunos desperfectos, y pese a ello, aliviados por recuperar la casa en la que no habían tenido tiempo de entrar a vivir.