Henar acaba de sacar a su hijo Lucas, de tres años, del colegio público al que había comenzado a asistir este curso en Madrid. Hasta septiembre no supo qué horario iba a tener. Henar y su marido eran partidarios de que el niño se quedase en el centro hasta las cuatro de la tarde, con horario partido y siesta después del comedor. Finalmente, el colegio adoptó, como el año anterior debido al covid, la jornada continua. Lo que significa que los alumnos terminen en septiembre y junio a la una y a las dos de la tarde a partir de octubre.
"Nosotros no podemos recogerle hasta las cuatro de la tarde, así que le tuvimos que dejar a comedor hasta las tres y algunos días a extraescolares hasta las cuatro", explica Henar. "Eso significaba que Lucas saliese reventado, cansadísimo, porque él estaba acostumbrado a dormir siesta. Llegaba a casa y se echaba a dormir hasta las cinco y pico, pero, claro, luego ya no quería meterse en la cama hasta las once. Un desastre. Con esta jornada continua es imposible la conciliación familiar y el descanso de los niños", cuenta.
Henar y otros padres hablaron con el colegio para pedir que aunque hubiese jornada continua dejasen echarse la siesta a los más pequeños, pero el colegio alegó que la logística se lo impedía debido a los protocolos de la covid. "A partir de octubre podría haberlo metido a extraescolares hasta las cinco pero eso significaba que mi hijo se iba a tirar de nueve a cinco sin parar, y si ni un minuto de descanso, así que hemos decidido cambiarle a un colegio privado, con horario de nueve a cinco, y con dos horas de siesta", cuenta esta madre. "No entiendo como un centro público tiene un horario en el que los niños terminan a las dos de la tarde. ¿Quién puede recogerles a esa hora?", se pregunta.
Como el teletrabajo o las mascarillas, la instauración de la jornada continua en la mayoría de los colegios públicos es otra de las cosas que ha traído la pandemia (seguramente, para quedarse). Con este horario solo hay un recreo y los alumnos se marchan a comer a su casa o bien se quedan a comedor después de las clases.
"Lo que reclamamos a la Administración es que nos justifique los cambios de horario de la jornada y nos diga cuál es mejor", señala Camilo Jenés, portavoz de la Federación de Asociaciones de Padres Giner de los Ríos. "Lo que queremos es lo mejor para nuestros hijos, y no solo para la comunidad ni de los docentes ni de los padres. La Administración educativa no ha hecho sus deberes y le ha pasado la pelota a los centros educativos y a las familias para unas votaciones donde no se sabe la justificación científica para hacer el cambio de jornada", asegura.
La jornada continua se gestiona de manera diferente, según cada comunidad autónoma. En Andalucía, por ejemplo, es generalizada, mientras que en la mayoría de regiones existe la opción de adoptarla y en algunos territorios está más regulada que en otros.
En la Comunidad Valenciana, el horario habitual es de nueve a doce y de tres a cinco, pero prácticamente ningún centro hace este horario, ya que muchos han solicitado a la Administración hacer sus propias adaptaciones, por ejemplo, de nueve a doce y media y de tres a cuatro y media para reducir el espacio para comer.
La adaptación más radical es agrupar todo el horario en la mañana pero para solicitarlo hay que cumplir unas medias muy estrictas, como ofertar de manera obligatoria actividades extraescolares voluntarias y gratuitas para que el alumnado se pueda quedar en el colegio de dos a cinco y someterlo a votación de las familias en el que tienen que participar al menos el 80% y decir que sí más del 55%.
En la Comunidad de Madrid, para que un colegio puediese adoptar la jornada continua antes de la pandeima era necesario una votación en la que participasen al menos de 2/3 de los padres y madres y que 2/3 de los votos fueran a favor. Desde el cuso pasado, la decisión la toma el Consejo Escolar -integrado por el director del centro, profesores, padres y alumnos-. La idea era reducir las entradas y salidas del centro y permitir que más niños comiesen en casa, ya que no había clase por la tarde. El curso que viene, los centros que quieran jornada continua deberán someterlo a la misma votación previa a la pandemia.
"El interés que tenemos ahora mismo está muy enfocado a las medidas higiénico sanitarias para evitar que se extienda la covid. Esto supone que se dé la posibilidad de que se mantengan esas medidas en el comedor, porque se pueden hacer más turnos, porque se pueden alargar los tiempos, porque tienes muchas más posibilidades que de otra forma estarían acotadas a un horario más restrictivo en caso de que tuvieras jornada partida" defiende Oscar Martín Centeno, presidente del Consejo de Directores de Madrid.
Lo cierto es que el debate de jornada continua sí o no es recurrente y hay opiniones completamente dispares. Los defensores de la jornada continua alegan que los alumnos rinden más y mantienen mejor la atención por la mañana y tienen toda la tarde libre fuera del colegio. "Cuesta mucho que los niños tengan una participación activa después de comer, que además es hora y media", asegura Oscar Martín Centeno, presidente del Consejo de Directores de Madrid.
Más que jornada continua, la Giner de los Ríos prefiere llamarla intensiva. "Al final no es más que meter lo que antes hacían de partida en una jornada de mañana pero con las mismas horas. El cansancio y el estrés de los chavales es superior", explica. Y añade: "Entendemos que es un beneficio laboral importante para los docentes, complentamente legítimo, pero en lo que hay que pensar es en los niños".
Los alumnos más afectados por la jornada continua son los de infantil, según los padres. "No solo por el tema de la siesta, sino porque se pierde el contacto con los profesores (si dejas a los niños a comedor o extraescolares) como había antes a la salida de clase. Hay veces, incluso, que los docentes le pasan una nota a los encargados del comedor para que le digan a los padres lo que tendrían que decirles ellos directamente", asegura Jené.
Vicent Mañes, presidente de la Federación de asociaciones de directores de centros de infantil y primaria de toda España, asegura que a nivel pedagógico no hay razones concluyentes a favor o en contra de la jornada continua. "La jornada de nueve a dos para infantil y primaria tiene la ventaja de que por la tarde los niños pueden hacer otro tipo de actividades sin que sus horarios se alarguen de manera exagerada", apunta.
"El problema es que muchas familias no están pensando en el horario de sus hijos sino en sus horarios laborales. Hemos confiado toda la conciliación familiar a la institución familiar y deberíamos articular otras medidas", explica Mañes.
"A nivel pedagógico se rinde mucho más por las mañanas que por las tardes. Los niños depués de comer, a las tres y media de la tarde, no están para muchas florituras", asegura Mañes.
Aun así reconoce que a los niños muy pequeños, la última sesión, de una a dos, en jornadas continuas, se les hace muy pesada después de cinco horas de clase, aunque haya dos descansos de 20 minutos cada uno. "Cada comunidad escolar debería tener autonomía para poder regular el horario según su situación. No hay un mejor horario para todo el mundo", defiende.