El Mirador, en Guatemala, fue la cuna de la civilización maya hace 2.500 años, 38 kilómetros cuadrados de edificios, plataformas y calzadas en un enclave de 350.000 hectáreas habitadas por entre 100.000 y 200.000 habitantes. Según el arqueólogo Richard Hansen, El Mirador debería ser vista como Roma, Giza o Atenas porque concentra “una cantidad extraordinaria de estructuras de valor incalculable”. Pero, ¿por qué había sido abandonada, de modo tal que sus habitantes no lograron recuperarse hasta siglos más tarde y en otros lugares? Según Hansen, el consumo excesivo en el área terminó con los recursos. Algo similar puede volver a pasar.
"Es una mentalidad. Hoy hay gente que orina en inodoros de oro. ¿Por qué? Porque se puede. Y los gobernantes mayas colocaron pisos de cemento de cal cada vez más gruesos —hay algunos de hasta 50 centímetros de espesor— por lo mismo: porque se podía", explica Hansen. Hasta que un día no se pudo más: para que los mayas más antiguos tuvieran sus edificios, su producción de piedra caliza destrozó el medioambiente. Probablemente una sequía exacerbó la crisis. La gente común dejó de confiar en sus dirigentes y abandonó la cuenca. No se sabe exactamente dónde fueron pero sí cómo siguió la historia: fue el ascenso de Tikal, rival económico y político del Mirador. La vegetación y los animales volvieron a apropiarse del área.
"El problema ahora en Guatemala son las sequías. ¡Pero siguen deforestando! Por eso no hay lluvias", dice Hansen. La deforestación del área es un asunto complejo. Por un lado, hay concesiones de explotación de maderas y combustibles fósiles otorgadas por el gobierno, que se supone están sujetas a estándares sostenibles; por otro lado, dado que comparte la frontera con México y está en plena Reserva de la Biosfera Maya, El Mirador se fue convirtiendo en un imán para el saqueo de piezas arqueológicas y especies exóticas, la ganadería ilegal y el tráfico de drogas y de personas. Las comunidades de los alrededores son paupérrimas. Hansen se encontró con que bastaba crear ofrecer salarios a cambio de cuidar los sitios para que los ladrones se convirtieran en guardias de seguridad.
Actualmente el arqueólogo se encuentra en una suerte de lucha personal para evitar que El Mirador vuelva a desaparecer, junto con los seis tipos de bosque tropical que alberga. Las autoridades políticas guatemaltecas lo apoyan: la presidencia y una coalición de 13 diputados de seis de los partidos principales avaló una propuesta del Senado estadounidense para la donación de 60 millones de dólares a fines de crear un área de ecoturismo que genere los recursos para la conservación de El Mirador, el proyecto S3131 de 2019. Pero distintas organizaciones se oponen por el impacto ecológico que podría tener en el bosque más grande de Mesoamérica y por la interferencia neocolonialista con el derecho de los guatemaltecos a decidir sobre el empleo de su territorio.
Hansen argumentó que Guatemala tiene un sistema de gobierno que permite al pueblo elegir a sus autoridades y delegarles la capacidad de aceptar o rechazar el dinero. Desde su perspectiva, dado que el país sufre por falta de recursos incluso para combatir el COVID-19, sería fácil encontrarle uso a 60 millones para un proyecto —que en total podría requerir casi el doble— que permitiría asegurar que dentro de cinco años sea posible visitar las ruinas sin enfrentarse al crimen organizado, dentro de 100 siga existiendo el bosque tropical y dentro de 200 otros arqueólogos, con más tecnología, puedan revelar más sobre el misterio de la primera caída del Mirador.