Cuando Elisa Fernández se pone a sumar, se echa las manos a la cabeza. A cuarenta euros por sesión de psicóloga, por ocho meses que ha ido, se ha gastado 1.280 euros en terapia, "y eso que Leonia me cobraba poco", dice. Su madre no puede entender por qué la niña -de 28 años- no se compra el coche que necesita, si tenía ahorros. Porque ésa es otra: nadie sabe que ha estado yendo al psicólogo, de hecho Elisa Fernández no se llama así. La falta de sensibilidad respecto a esta disciplina de la medicina quedó en evidencia cuando el diputado Íñigo Errejón fue increpado con un "vete al médico" cuando reflexionaba sobre los efectos de la pandemia en la salud mental.
Su ejemplo y el de Elisa resumen a la perfección el problema de la salud mental en España: está estigmatizada y es cara (porque la pública apenas cubre las necesidades de la mayoría de la población ni en cantidad de terapeutas ni en tiempo de terapia, y hay que recurrir a la privada).
Lo resume así Fernando Chacón, vicepresidente del Consejo General de Psicología de España, el órgano que representa a todos los colegios de psicólogos del país: "invertir en terapias psicológicas es ahorrar a largo plazo, porque la salud mental es la segunda causa de baja laboral en España".
"La atención psicológica en España es desigual, pero mala en todas las comunidades autónomas", reivindica Chacón. Porque hay menos psicólogos de los que se necesitan. En el asunto ha intervenido incluso el Defensor del Pueblo, que en enero publicó su informe sobre la atención psicológica en España, en el que pide al ministerio de se incremente la oferta de plazas de psicólogos en el sistema nacional de salud.
Pero, sin duda, el principal problema de la salud mental en España es la dificultad de acceso a la terapia en el sistema público de salud. Solo un 30% de los 9.000 psicólogos clínicos que ejercen en España trabajan en la sanidad pública. La lista de espera era de 90 días de media (muy superados por los 300 de Madrid, por ejemplo) antes de la pandemia. Los datos los ha recopilado la organización de psicólogos de esta especialidad, la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR). "Hay muy pocos psicólogos clínicos en el sistema nacional de salud. Estamos en torno a 5,71 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes en España, frente a los 10,7 de Francia, los 12,1 de Grecia o los 56,9 de Finlandia", explican desde ANPIR.
Así que la mayor parte de la gente tiene que recurrir a la terapia privada, pero muchos se encuentran con el escollo de no poder pagarla. La última encuesta al respecto la hizo la empresa MundoPsicólogos, y afirma que el precio medio de la atención psicológica privada en España era de 51 euros de media por sesión de una hora de duración.
Para acceder a un psicólogo a través de la sanidad pública debe derivarnos el médico de cabecera, ya que es una asistencia especializada como puede ser la traumatología, o la gastroenterología. Pero al haber tan pocos psicólogos adscritos al sistema público, las listas de espera son largas. "Esto, en un trastorno por ejemplo como la depresión, es gravísimo", denuncia Chacón. "Si se abordan al principio tienen una duración corta pero si se cronifica el paciente puede arrastrarla muchos años", explica.
Pero el problema no solamente es la entrada al sistema, sino la duración de la terapia. En una consulta privada la intervención habitual suele ser una vez por semana hasta que el paciente mejora. "Y cuando vas a la pública, después de esperar cuatro meses o cinco, te dan cita cada dos meses...", se indigna Fernando Chacón.
Así que cuando una persona va a su médico de cabecera y dice que tiene ansiedad, depresión, muchas veces "el profesional solamente tiene la opción de medicar, porque cuando ese paciente acceda a la terapia, es probable que su problema se haya cronificado, agravado o solucionado de otro modo mucho menos correcto que con terapia", en opinión de Chacón. Antidepresivos y psicofármacos como el Trankimazin y el Orfidal son de las medicinas más consumidas en España, según la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles. De hecho, "la adicción a psicofármacos es la de mayor incidencia en España", revela el psicólogo.
La excepción son los trastornos de psicosis o muy graves, que suelen ser detectados por el médico de atención primaria y tramitados como urgentes, incluso con ingresos en hospitales mentales.
Y de nuevo los colectivos más perjudicados por esta escasez son aquellos con menos ingresos y menor nivel cultura. Por tres motivos que apunta Chacón:
Es decir, "la población más afectada es la que menos accede a la atención psicológica", explica el vicepresidente de los psicólogos españoles.
A todo esto, ya de por sí bastante descorazonador, se une la pandemia, que ha disparado un 30% la demanda de atención psicológica privada, y en un porcentaje muy alto el consumo de psicofármacos. Si antes de la pandemia ya era insuficiente la oferta de terapia pública, ahora más todavía.
Nuestra Elisa del principio del artículo ni intentó acudir a un psicólogo público, porque no creía que fuera a acceder a él. "Yo solamente me sentía infeliz y no sabía por qué", cuenta. Estudia Derecho -es su segunda carrera- en la Universidad Carlos III de Madrid, es una buena alumna con amigos y una vida personal que ella consideraba plena. Pero no sabía por qué "no conseguía disfrutar de la vida". Gracias a su psicóloga, descubrió que se había convertido "en un personaje de mí misma", dice. Alguien que hacía lo que los demás esperaban de ella. Aún se deja atrapar por los fantasmas a veces, pero se siente más fuerte y cree firmemente que "todo el mundo debería pasar por terapia en un momento de su vida, par recapitular, purgar lo que nos hace daño y seguir adelante".