Casi todo el mundo ha experimentado esa amarga sensación: intentar conciliar el sueño y encontrarse con que un ronquido que por momentos parece hacer tambalear los cimientos de la casa nos lo impide; convierte nuestra sana intención en una misión imposible. Es un verdadero desafío, máxime si ese ronquido se encuentra justo en la misma habitación donde intentas dormir o se une al de otros, fundiéndose en una orquesta que fluye impasible al compás de la respiración de cada cual. Vivir una pesadilla despierto; dar vueltas en la cama eternamente deseando que el concierto llegue a su fin. A veces llega; otras no. A veces introduce una pausa que nos permite por fin abrazar el reino de Morfeo; otras parece perpetuarse en el tiempo, dando cuenta de que no hay mucha alternativa: rendirse al cansancio más absoluto o pasar la noche en vela.
Es especialmente delicado ese momento en el que uno repara en todas esas horas de sueño que se está perdiendo por el camino, mientras mira los minutos o las horas pasar en ese despertador que cada vez está más cerca de sonar. No es muy inteligente caer en ese bucle. Frustra. Casi tanto como cuando uno logra por fin dormir, pero en un espacio de tiempo demasiado corto como para sentirse remotamente descansado se despierta, otra vez… asediado por ese sonido que por momentos se torna en desolador.
Normalmente la situación no pasa de ser incómoda y uno aprende a convivir con ello, pero en otros casos, y ante la repetición del indeseado evento un día tras otro, a veces llegan los problemas; problemas que pueden llegar a afectar tanto a la salud física como a la salud mental de ambas partes, es decir, tanto del que ronca como del que sufre escuchando los ronquidos.
El primer problema es obvio. La situación genera una auténtica falta de sueño, lo que provoca que el cuerpo no desarrolle adecuadamente sus funciones biológicas de reparación. Este problema puede alterar la regulación de nuestro metabolismo, además de afectar a procesos relacionados con la consolidación de la memoria, tal como informa el medio BrightSide.
Además, no se trata solo de dormir lo suficiente, sino hacerlo de forma continua de tal modo que puedan satisfacerse los distintos ciclos del sueño, en lugar de verse interrumpidos continuamente, como les sucede a las personas con apnea del sueño. A este respecto, los expertos sostienen que debe desterrarse la falsa creencia de que cuando alguien ronca está durmiendo plenamente bien.
Los ronquidos llevan a la falta de sueño, y la falta de sueño provoca en muchos casos irritabilidad y estrés. Después de una noche infernal sin poder pegar ojo, cabe esperar que algunas personas al despertarse sin haber descansado lo suficiente puedan estar de mal humor, con todo lo que ello conlleva: malas caras, malas respuestas, hartazgo… una situación que a veces deriva incluso en discusiones con el de al lado, sea con la familia, la pareja, amigos o compañeros de piso.
Es relativamente común, del mismo modo en que lo es sentir cierta falta de productividad al verse lastrado por el cansancio. Nuestras capacidades físicas no están al 100%, con todo lo que ello conlleva: más errores, mayor lentitud en nuestras acciones, etc.
Puede resultar exagerado, pero lo cierto es que un estudio realizado por la universidad Queen’s University de Ontario, en Canadá, sostiene que estar expuesto continuamente a los ronquidos de otra persona, a la larga puede provocar incluso problemas de audición.
En su investigación, tomaron como muestra cuatro parejas en las cuales al menos uno de los miembros –en rangos de edades de entre 35 y 55 años–, tenía apnea del sueño. La conclusión a la que llegaron es que en lo que se refiere a la audición, quien más sufría era la persona que escuchaba los ronquidos. Concretamente, todos tenían señales de pérdida de audición, siendo el oído habitualmente posicionado más cerca de la persona que ronca el más afectado, según refiere el estudio.
Por otro lado, según la ‘Escuela Imperial de Londres’, el ‘Imperial College of Science’, los ruidos fuertes, además de afectar a la audición pueden elevar la presión arterial. En un estudio realizado con personas que viven cerca de varios aeropuertos europeos, evaluando sus niveles de estrés determinaron que cuanto mayor era el ruido al que estaban sometidos mayor era el riesgo de hipertensión. Unos resultados que podrían extrapolarse a cualquier sonido de más de 35 decibelios, por lo que, según el estudio, las personas expuestas a los ronquidos también podrían experimentar ese problema, dado que estos pueden alcanzar los 80 decibelios.