Este 24 de octubre de 2019 ha pasado a la historia de España como el día en que, tras una larga –larguísima– lucha judicial, se ha exhumado al dictador Francisco Franco para sacarle del Valle de los Caídos, donde había sido enterrado el 23 de noviembre de 1975, hace casi 44 años, y donde sus restos permanecían junto a miles de sus víctimas. Franco era el único de los enterrados en el Valle que no murió en la Guerra Civil española y, desde hoy, sus restos estarán en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio, donde se ha acometido su inhumación.
“Cerrando heridas” del pasado, el Gobierno de Pedro Sánchez ha destacado que, a partir de ahora, el Valle de los Caídos no será un mausoleo de homenaje a un dictador, sino que “simbolizará el recuerdo de un dolor que no debe volver a repetirse y un homenaje a las víctimas del odio".
Como en el caso de Franco, el entierro de otros dictadores a lo largo de la historia ha dado también paso a la controversia, la polémica, el debate o incluso el misterio.
Adolf Hitler, Führer de Alemania, líder del nazismo, se suicidó el 30 de abril de 1945 tras dejar una terrible oleada de muertes durante su régimen totalitario. Como su mujer, Eva Braun, acabó con su vida en un búnker de la Cancillería para evitar ser capturado por el Ejército Ruso, que ya había irrumpido en Berlín consagrando la derrota del Tercer Reich. De acuerdo a la versión oficial, sus restos fueron quemados y enterrados, pero no se conoce dónde. Se dice que los nazis querían evitar a toda costa que su cuerpo cayese en manos de los soviéticos, si bien otras teorías apuntan a que la KGB quemó el cuerpo y lanzó las cenizas al río Bederitz.
Benito Almicare Andrea Mussolini, ‘Il Duce’, fue el líder del denominado fascismo italiano. Aliado del Führer, fue asesinado por partisanos comunistas, la resistencia italiana, en 1945, cuando se daba a la huida junto a varios acompañantes, incluyendo su amante. Tras ello, sus cuerpos fueron llevados a Milán y fueron colgados en la Piazzale de Loreto, donde se ensañaron con sus cadáveres. Tras ello, sus cuerpos fueron colgados en una gasolinera de la plaza cabeza abajo, en el mismo punto donde tiempo atrás habían colgado a una decena de líderes antifascistas.
Fue más tarde cuando sus cuerpos, ultrajados, fueron enterrados en tumbas anónimas, si bien, en abril de 1946, los restos de Mussolini fueron robados del cementerio de Musocco por neofascistas. Tras varios meses desaparecidos, finalmente, sus restos, restituidos a la familia, fueron trasladados a la capilla de Predappio, donde reposan desde 1957 y donde aún acuden defensores del fascismo italiano. Aquí, una bomba explotó el 25 de diciembre de 1971, pero el artefacto no dañó las tumbas.
Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, dictador en Chile durante 1973 y 1990, provocó el asesinato de más de 3.000 personas y fue detenido bajo una orden internacional de arresto durante una visita a Londres, el 10 de octubre de 1998. Liberado por motivos de salud, tras una batalla legal, volvió a su Chile natal, pero años más tarde un juez le declararía médicamente apto para enfrentar un juicio y fue puesto en arresto domiciliario. En 2006, en Chile, aún con más de 300 cargos penales pendientes, falleció por causas naturales. Sus restos fueron incinerados tras recibir un multitudinario funeral con honores de parte del Ejército de Chile, lo cual fue ampliamente criticado. Las cenizas fueron entregadas a su familia.
Rafael Leónidas Trujillo, también conocido como ‘El Jefe’ o ‘El Benefactor’, fue dictador en República Dominicana desde 1930 hasta 19361, cuando fue asesinado. Sus restos, como los de Franco desde este 24 de octubre de 2019, están en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio, en un panteón junto a su familia. Desde entonces, ha existido cierto debate con algunas voces que han llegado a sugerir su traslado a su República Dominicana natal.
Jorge Rafael Videla, apodado ‘La pantera rosa’, fue dictador en Argentina tras un golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, hasta 1981. Murió en mayo de 2013, y fue enterrado, según el medio argentino Clarín, bajo una lápida con otro nombre, el de la ‘Familia Olmos’, en un cementerio privado en la periferia de Buenos Aires. La familia quiso enterrarlo en su ciudad natal, en Mercedes, donde están sus antepasados, pero el repudio social propició que cesasen en sus pretensiones, abandonando la lucha legal.