El miedo puede tener consecuencias terribles. Nos lleva a tomar decisiones sin meditarlas y, en ocasiones, el resultado de nuestros actos acaba perjudicando a otros. En plena pandemia de coronavirus, que ya ha costado la vida a decenas de miles de personas, prácticamente todo el mundo está pendiente de los fármacos que mejor funcionan a la espera de una vacuna. Y, precisamente, en medio de esta situación la celebración de Donald Trump sobre el uso antipalúdicos empleados contra la malaria como si fue se un "punto de inflexión" en la lucha contra el COVID-19, causó la proliferación de recetas de Dolquine -que contienen hidroxicloroquina- en algunas farmacias de Andalucía, donde la propia Consejería de Salud y Familias de la Junta tuvo que intervenir para asegurar su abastecimiento. Todo ello a pesar de que no hay evidencia científica de su efectividad contra este virus.
En solo un día, se multiplicó el número de personas que solicitaban Dolquine en las farmacias de Andalucía, un fármaco que toman los enfermos crónicos de lupus y artritis. Ante el riesgo de que quienes realmente lo necesitan se quedasen sin ello, la Consejería de Salud y Familias de la Junta dictó un procedimiento más estricto en la distribución de la cloroquina y la hidroxicloroquina, según publica ‘Diario Sevilla’.
Pero, ¿por qué se amplió su demanda? Según el mismo diario, la fiebre por el Dolquine llegó tras unas declaraciones del presidente de EEUU, Donald Trump. Este mencionó repetidas el uso de los antipalúdicos empleados contra la malaria como un "punto de inflexión" en la lucha contra el coronavirus a pesar de las reticencias de numerosos expertos, que alertan de que no se sabe suficiente de las repercusiones sobre pacientes con COVID-19.
No obstante, el 30 de marzo, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos autorizó la donación de 30 millones de dosis de sulfato de hidroxicloroquina del laboratorio Sandoz y un millón de dosis de fosfato de cloroquina de Bayer a la Reserva Estratégica Nacional.
Los productos serán "distribuidos y recetados por médicos a pacientes adolescentes y adultos hospitalizados con Covid-19 cuando sea apropiado, cuando no haya una evaluación clínica disponible o viable", comunicaba la FDA, reconociendo que no había pruebas demostradas de su efecto sobre pacientes con coronavirus. Sin embargo, "ambas sustancias han mostrado actividad contra los coronavirus en estudios de laboratorio".
Actualmente, a pesar de los múltiples esfuerzos realizados desde que comenzó la pandemia, no hay disponibles vacunas ni tratamientos aprobados frente al coronavirus. Pero, un grupo de expertos participa en un gran ensayo clínico multicéntrico, promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), con miles de pacientes de distintos países, para evaluar y obtener evidencia sobre la eficacia de tratamientos en pacientes hospitalizados que han dado positivo en el nuevo coronavirus.
Este grupo recomienda la evaluación de cuatro opciones de tratamiento en este ensayo aleatorizado internacional -que incluyen solos o en combinación Remdesevir, Ritonavir, Lopinavir, Interferón y Cloroquina-, como adición a la terapia habitual no antiinfecciosa de cada centro sanitario.
Los pacientes que acepten participar en el ensayo, mayores de 18 años y que hayan dado positivo en COVID-19 confirmado en laboratorio que no reciben previamente ninguno de los medicamentos del estudio y sin contraindicaciones para ellos, serán aleatorizados entre todos los regímenes de tratamiento disponibles localmente con cinco posibilidades.
El paciente puede ser retirado del estudio en cualquier momento en el que se considere que no deba permanecer en él por distintas causas. Los resultados serán examinados por un comité mundial de vigilancia y seguridad de datos independiente.
E insisten: ningún medicamento tiene evidencia de un valor comprobado, por el momento, frente a esta indicación, y el objetivo es descubrir si alguno de estos tratamientos ralentiza la progresión o mejora la supervivencia de una enfermedad causada por un nuevo virus, cuya transmisión respiratoria entre personas en contacto cercano, o indirectamente a través de gotas producidas cuando una persona infectada tose o estornuda, y su infectividad han sido determinantes en esta pandemia.