El 17 de mayo se conmemora el Día Internacional del Reciclaje con el objetivo de concienciar sobre la importancia de llevar a cabo una gestión responsable de los residuos para frenar el cambio climático y la destrucción de recursos naturales.
Tal y como la propia palabra indica, "reciclar" supone darle una nueva vida a muchos envases a los que, tras un primer uso, se les puede dar otra función comenzando de nuevo su ciclo útil. Junto con el reciclaje, la reducción del consumo y la reutilización son parte de la estrategia para frenar la generación de residuos.
La población mundial aumenta incesantemente desde hace décadas y eso supone más consumo, no sólo de productos sino de recursos naturales. Para asegurar la sostenibilidad de la vida tal y como la conocemos, se hace esencial reutilizar los productos y optimizar al másico los recursos disponibles.
Las venta de segunda mano, el reciclaje y un consumo responsable, son los ejes principales de un modelo productivo para salvar al planeta.
Las escuelas enseñan desde hace años la utilidad de los contenedores de colores y los productos que deben depositarse en cada uno de ellos pero, ¿Lo tenemos todos tan claro? ¿Sabemos qué se puede tirar dónde y cómo?
El contenedor amarillo, identificado como el contenedor de los envases, está destinado principalmente para bricks y latas. Las bolsas de plástico, envoltorios y otro tipo de deshechos no están considerados envases y por tanto deben reciclarse a parte.
En el caso del contenedor azul, debemos depositar todos los envases de cartón que usamos, cajas de galletas, zapatos, hueveras de cartón, periódicos, libros, revistas y bolsas de papel. No podremos depositar nunca restos de poda, briks, servilletas sucias, papel de aluminio, etc. En el marrón, tendremos que tirar exclusivamente la materia orgánica y en el verde todo lo demás. Pilas, baterías, restos de poda, electrodomésticos y otro tipo de residuos especiales deberán ser depositados en un punto limpio.
La optimización de recursos, su reutilización, reparación o renovación tiene un nombre: Economía Circular. Se trata básicamente de una forma de producción sostenible mediante la cual las empresas aprovechan al máximo los recursos aumentando su eficiencia y reduciendo la contaminación.
Su objetivo es que el valor de los productos, recursos o materiales, permanezca dentro de un ciclo útil durante el mayor tiempo posible para, de alguna forma, exprimir al máximo, todas sus capacidades antes de desecharlo.
En este sentido, se ha demostrado que el compromiso con el medio ambiente no tiene por qué ser enemigo del progreso económico sino que una política responsable orientada a la eficiencia y a la sostenibilidad puede generar crecimiento y cuidar del planeta al mismo tiempo.