Un 10 % de la población mundial padece dislexia, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El organismo internacional recuerda en este 8 de octubre, Día Mundial de la Dislexia que si trasladamos estos datos a una clase de 25 alumnos, tendríamos, al menos, dos de ellos con dificultades en la lecto-escritura.
La dislexia es un trastorno del neurodesarrollo que afecta principalmente al aprendizaje de la lectoescritura. Se da en niños que no presentan ningún hándicap físico, psíquico ni sociocultural.
La dislexia acompaña a la persona durante toda su vida, "se nace y se muere con dislexia".
Nuestro sistema educativo actual está basado en el aprendizaje a través de la lecto-escritura y la memorización. Lo cual, hace que este sea tremendamente dificultoso para estos niños. Si nos limitamos a que nuestros alumnos tengan que adquirir los contenidos curriculares a través de la lecto-escritura, de esta forma, los niños con dislexia estarán en total desigualdad de condiciones para con el resto de sus compañeros.
La dislexia es mucho más que tener dificultades en la lectura y en la escritura ya que existen problemas de compresión, de memoria a corto plazo, de acceso al léxico, confusión entre la derecha y la izquierda, dificultades en las nociones espacio-temporales. Debemos tener en cuenta que no existen dos disléxicos idénticos y por tanto cada caso es único y no tiene por qué presentar la totalidad de los síntomas.
Es necesario que durante toda la etapa educativa, desde las aulas se realicen adaptaciones metodológicas pertinentes para que ningún niño con dislexia se quede por el camino.
El derecho a la educación en nuestro país tiene carácter obligatorio, de igual modo, tendría que ser obligatorio poder adquirir este aprendizaje en igualdad de condiciones.