Jorge Ignacio. Ese es el nombre del asesino confeso de Marta Calvo, quien estaba desaparecida desde el pasado 7 de noviembre. Aquel día, la joven, de 25 años, se citó con él en Valencia. Le había conocido a través de una aplicación de citas. Fue la última vez que la vieron con vida. Su última localización conocida era la casa de Jorge Ignacio, de 37 años, con antecedentes por drogas y exconvicto en Italia. Fue ella quien compartió la ubicación con su madre para hacerle constar donde estaba. Después de eso, nada más supieron de ella. Fueron al domicilio en su búsqueda pero no la encontraron, por lo que denunciaron su desaparición. Las autoridades abrieron la investigación pertinente y pronto descubrieron que el sospechoso había pedido a un amigo que se deshiciese de su vehículo porque le estaban buscando. “Me busca la Guardia Civil, me tengo que ir”, le dijo, pidiéndole desguazar el coche. Poco después, la Guardia Civil localizaba el vehículo, ya desmontado. Había sido limpiado a conciencia, igual que su domicilio. Avanzando en la investigación, las autoridades confirmaron los malos presagios al entrar en aquella casa en la que estuvo con Marta. La había limpiado con lejía. No había rastro ni de la joven ni de él, que estaba huido.
Este viernes 4 de diciembre, Jorge Ignacio aparecía en el cuartel de la Guardia Civil de Carcaixent, Valencia, para confesar que mató a la joven en su casa, en la localidad de Manuel, aquel 7 de noviembre, hace 27 días, tiempo suficiente para destruir pruebas. Tras acabar con su vida, la descuartizó y después tiró distintas partes en varios contenedores de la zona.
Su acto atroz, aún bajo investigación, es una nueva muestra del horror de la violencia machista; una que en concreto responde al perfil de un asesino sin escrúpulos que además de matar a su víctima la descuartiza para intentar ocultar su macabro crimen.
A principios de este año, el 13 de enero, la misma terrible historia se repetía. Romina era el nombre de la primera víctima de la violencia machista en este 2019 con datos sumamente trágicos y preocupantes. A día 4 de diciembre, –y a la espera de que confirmen el caso de Marta Calvo–, son 54 las mujeres víctimas de violencia machista, según la última cifra del Gobierno.
Romina fue asesinada por su marido, Raúl Díaz, quien quiso en vano engañar a los investigadores fabricando un relato inverosímil. La realidad es que mató a su mujer y después compró sosa y trató de limpiar la sangre que los perros de la Guardia Civil encontraron. Preparó una estrategia durante días, y mientras quemaba el cuerpo de la joven para desperdigarlo por el mar, borró sus movimientos en el móvil hasta después del día de la muerte, el 31 de diciembre de 2018; Nochevieja. Dos días antes de su asesinato, Raúl le había propinado una brutal paliza. No había sido la única. Su asesino la había maltratado en diversas ocasiones, incluso el día antes de su boda.
Daría Oliva, de 22 años, nacida en Rusia, llevaba más de un año desaparecida. Su cadáver fue descuartizado. Lo encontraron metido en una nevera en una vivienda alquilada de Alcalá de Henares. Murió tras recibir dos puñaladas por la espalda. Había sido asesinada por su novio, Daniel Moreno, quien convivía con ella en el domicilio.
El detonante del asesinato fue una discusión, acontecida en octubre de 2017. Desde entonces y hasta el hallazgo del cadáver de Daría, el día 8 de febrero de 2019, el asesino guardaba silencio.
Nelea, de 26 años y origen rumano, desapareció un 7 de marzo en Vinaròs, Castellón. Un mes más tarde, el 7 de abril, su cuerpo sin vida, descuartizado, era encontrado por la Guardia Civil después de que su novio, de 22 años, confesase haberla asesinado. Se deshizo de su cadáver enterrando los restos en un descampado a 20 kilómetros de Vinaròs, en Ulldecona, Tarragona.
El asesino, nuevamente, fabricó una versión que no convencía a nadie. Acorralado por las autoridades, terminó confesando.
Sus amigos llegaron a asegurar que “era un trozo de pan”, pero lo cierto es que Leonardo, colombiano de 26 años, quien se hacía llamar ‘el carnicero’ en foros de sadomasoquismo en la ‘deep web’, está entre rejas después de haber sido sorprendido por la Guardia Civil con el cráneo ensangrentado de una joven de 18 años a la que descuartizó Leonardo, colombiano de 26 años‘el carnicero’sorprendido por la Guardia Civil con el cráneo ensangrentado de una joven de 18 años a la que descuartizó el miércoles 16 de octubre. Su expareja, que también fue detenida, le delató después de haberle ayudado en la escena del crimen por temor a que corriese la misma suerte que la víctima si no lo hacía. Allí, fotografió los hechos, consiguiendo pruebas de la atrocidad que después puso en manos de las autoridades.
Retrocediendo en el tiempo hasta finales de 2018, la noticia que estremecía a la sociedad tenía al denominado ‘rey del cachopo’ como deleznable protagonista. César Román, cocinero de profesión, mató a su pareja, Heidi Paz, después de que ésta rechazase casarse con él. Se lo había comunicado en una carta manuscrita en la que ella le pedía que no la buscara más. Pero César Román fue a por ella. Su cadáver lo encontraron en una nave del barrio madrileño de Usera el pasado 15 de noviembre de 2018. Hallaron un torso sin cabeza. Román la mató y la descuartizó. Después, vació las cajas de los restaurantes donde dio fama al plato asturiano por el que se autoproclamó ‘El rey del cachopo’ se mantuvo oculto bajo una identidad falsa. Las autoridades le detuvieron el 16 de noviembre en Zaragoza. Después, ingresó en prisión.
El mismo 15 de noviembre de 2018 en que eran hallados los restos de la pareja de ‘El rey del cachopo’, Patrick Nogueira, el descuartizador de Pioz, era condenado a prisión permanente revisable por los horribles crímenes que cometió en agosto de 2016. Asesinó a sangre fría a sus tíos y sus dos primos pequeños. Los mató a cuchilladas y los descuartizó en la casa de la familia en Pioz, Guadalajara. Se ensañó con ellos y se jactó del cuádruple asesinato fotografiándose con los cadáveres, contándole a un amigo que acababa de asesinar a su familia. Al escuchar la sentencia, el brasileño de 23 años no movió un músculo; ni se inmutó.