Ana Julia Quezada, acusada del asesinato de Gabriel Cruz, ha admitido "haber dado muerte" al hijo de su entonces pareja, Ángel, a quien ha pedido perdón varias veces en el transcurso de su declaración en la Audiencia de Almería. Quezada no recuerda muchas cosas pero si que lo mató por "accidente" al taparle la boca y la nariz con la mano: "solo quería callarle". La asesina confesa no ha dejado de llorar y ha asegurado que intentó contar lo que había hecho pero no pudo. El día de su detención, dice, que iba a suicidarse. Está previsto que tras ella declaren los padres de Gabriel, un testimonio que se prevé largo y duro.
La asesina confesa de Gabriel Cruz ha comenzado a testificar relatando cuándo conoció al padre de Gabriel y cómo era la relación de este con la madre del niño. Ha asegurado que la relación entre todos era "buena", también entre ella y el niño y entre ella y la madre.
Ha negado que durante los días de búsqueda del niño tuviera un enfrentamiento verbal con Patricia, la madre de Gabriel y tampoco recuerda haberle contado a un familiar suyo por teléfono que “la madre es una hija de puta, hay mucha gente que la odia, porque debe dinero a mucha gente”. La sala ha podido escuchar dichas palabras de la acusada. Ella ha roto a llorar desconsoladamente y la jueza le ha pedido que se calmara. En ese momento sí ha admitido que era su voz.
Explica, en contra de lo que ha dicho otras veces, que el niño se vistió solo y dice que llevaba una o dos camisetas, un pantalón de chándal, zapatillas, ropa interior y una sudadera roja. Narra todo lo que hicieron ese día, Gabriel, ella y la abuela paterna y explica que en torno a las 15.30 el niño se va a casa de los amigos a jugar.
No recuerda haberle pedido a Ángel que quitara la alarma de la finca de Rodalquilar, ni tener dos de las tres llaves, tampoco haber roto su llave de la alarma, ni si la abuela estaba dentro de la casa.
Dice que se va con su coche unos 10 minutos después de que se fuera el niño. La versión de la abuela es que se va inmediatamente después del menor.
Explica que se encuentra al niño en un matorral haciendo tiempo a que comieran los primeros. Le ofrece ir a la finca y traerlo en 10 minutos y, según la acusada, el pequeño se va con ella. Rompe a llorar cuando explica la llegada a la finca de Rodalquilar. Argumenta que ella quita la alarma y mientras tanto Gabriel coge un hacha con una mano. Le pide que deje el hacha y el niño comienza –narra- a insultarla: ”Me llama fea, tienes la nariz fea, no me mandes, no eres mi madre, quiero que mi madre se case con mi padre”
“No quería matar al niño, le tapé la boca quería callarlo”, afirma mientras rompe a llorar de nuevo.
Cuando le preguntan dónde le pone la mano a Gabriel, tras titubear, dice que le puso la mano derecha en la boca y la nariz pero no donde puso la izquierda. Tampoco recuerda si golpea al menor contra la pared porque estaba “muy nerviosa, solo quería que se callara”. Le piden más detalles pero “de los demás no me acuerdo. Cuando lo vi ya no respiraba, estaba en el suelo”, dice llorando.
“Cuando le solté le puse la mano en el pecho y no respiraba, me quedé de pie bloqueada; empecé a entrar y salir, no sabía lo que hacía”, cuenta antes de señalar que al ver una pala decide ponerse a cavar. Tampoco recuerda verse las manos manchadas de sangre.
Le enseñan los materiales con los que enterró y desenterró al niño y llora desconsolada. No reconoce el hacha que le muestran como la que cogió el pequeño porque era “colorada”
“Decido quitarle la ropa, no sé porque. Lo cojo de los dos bracitos y lo meto en el agujero".
Insiste la acusada, como ya dijo ayer su defensa, en que no quería matar al niño sino que fue un accidente. Cuando la fiscal le pregunta por que no le contó a alguien lo que había hecho, ha dicho que no pudo, que lo intentó varias veces pero no pudo contárselo ni a Ángel ni a nadie de su familia.
Ana Julia explica que es Ángel, que está trabajando, quien le llama para que regrese a la casa de la abuela porque esta no encuentra a Gabriel.
Asegura que puso la camiseta esperando que la cogieran porque no era capaz de decirle a nadie lo que había hecho. Sin embargo, durante sus declaraciones previas a los investigadores dijo que lo hizo para darle una esperanza a Ángel. "Salí corriendo a llamar a la Guardia Civil" cuando supuestamente halló la camiseta. Quezada no cesa de llorar.
La ropa que llevaba Gabriel el día de su muerte la tiró a un contenedor, relata.
Le cuenta a la fiscal que lleva a la finca de Rodalquilar a varias personas, la prima de Gabriel de 10 años, una amiga, su hija Judith… para ver si puede confesar el crimen. No admite, en cambio, que intentara tapar el lugar donde había enterrado al menor apilando sillas y maderas.
Si recuerda haber estado en la zona donde halló la camiseta días antes con Ángel y otra amiga de la familia. No recuerda en cambio señalar a su expareja, Sergio, que vive a un kilómetro en esa zona.
Explica que un domingo, tras dejar a Ángel con Patricia decide ir con su coche a la finca a desenterrar el cadáver. “Le tiro cuatro piedras a mi perro, quito la madera y destapo a Gabriel. Le echo por encima dos toallas que llevo en el coche porque mi perro echa mucho pelo y lo meto en el maletero”, relata mientras toma aire. Cuando le muestran las fotos que le hacen los investigadores mientras desentierra el cadáver y la toalla llora desconsolada.
"Perdonarme, le que quitado la vida a un niño de ocho años, dios mío", lamenta tras admitir que si recuerda perfectamente como desenterró al pequeño. No obstante, no recuerda los comentarios que hace en su coche mientras conduce con el cadáver en el maletero tales como "quieren un pececito, van a tener un pececito por mis...". "Ahí oigo un susurro pero no recuerdo haber dicho eso", afirma.
Explica que su intención era dejar el cuerpo del niño en el garaje y subir a casa a escribir dos cartas, una para Ángel y otra para su hija pidiéndoles perdón. "Iba a dejar a mi perra en la cocina con agua y comida y tomarme todos los medicamentos que tenía en casa y echarme en el sofá". La fiscal recuerda que es la primera vez que da esta versión.
Entre lágrimas, Ana Julia le ha pedido perdón a Judith y a Ángel: "Todo fue un accidente".
A preguntas de la fiscal admite que Ángel le había pedido matrimonio y que durante la desaparición le dijo que cuando apareciera el niño se casarían.
Se niega a responder a las preguntas de la acusación particular que quería saber cuándo llevó el hacha y la pala a la finca de Rodalquilar y sugiere que intentó envenenarlo.
La acusada recuerda que el niño tuvo diarreas tras estar en casa del padre con ella. Niega haber envenenado al niño. Solo le dio alguna vez batidos de galletas, que su madre no le dejaba tomar. Niega igualmente haber llevado herramientas a la finca.
Explica a preguntas de su abogado que llevaba lorazepam, diazepam, que tomaba casi a diario, el día de la muerte de Gabriel. También asegura que cuando fue detenida “iba a quitarse la vida”.
La acusada no recuerda haber llamado a Ángel el día que desapareció el niño, justo cuando este se fue a casa de los primos. “Nunca tuve intención de hacerle daño a Gabriel”, recuerda antes de señalar que tras la muerte del niño “sentía mucho miedo de la familia del niño”.