David Hortigüela ha conseguido transformar un caso de acoso en una oportunidad oportunidad para desarrollar técnicas con el fin de acabar con él dentro y fuera de las aulas, y ha logrado que en un centro educativo de Burgos haya patrulleros de recreo y un carnet por puntos sancionador si uno se sobrepasa con un compañero. Y lo que es más importante, ha conseguido demostrar cómo implantar una metodología de carácter cooperativo en la escuela, junto con el fomento de la práctica de actividad física de manera transversal, mejora el clima social y ayuda a prevenir conflictos y a actuar frente al ciberacoso.
Lo que empezó siendo una metodología específica de trabajo del área de Educación Física, se fue incorporando al resto de materias, estableciendo mecanismos concretos y comunes de actuación por parte del profesorado cuando se detectara una situación de acoso. En el patio los estudiantes organizan y selecccionan sus juegos, dejando de lado la vertiente competitiva, trabajan en talleres donde reflexionan acerca de vídeos de agresiones reales y los padres del colegio se van juntos de senderismo y de picnic, “porque algunos ni siquiera se conocían y el binomio entre familia y escuela es fundamental si queremos remar en una misma dirección educativa”. Además, se formó al profesorado y se concienció a las familias acerca de una temática tan trascendental como es el ciberacoso. Sí, es una intervención basada en la cooperación que tiene el objetivo de detectar y erradicar el acoso escolar, y que ha sido
publicada junto a los profesores Javier Fernández Río, Gustavo González Calvo y Ángel Pérez Pueyo en la prestigiosa revista The Qualitative Report.
Todo comenzó cuando en el centro educativo se detectó un caso serio de ciberacoso. A partir de ahí, y de la conversación previa con las familias, David y sus colaboradores diseñaron el plan de intervención. Observaron que ni los profesores ni los padres eran conscientes de la realidad, comprobando cómo la niña llevaba sufriendo en silencio durante mucho tiempo. Había que ser discretos, prudentes, pero también activos. Todo el mundo debía colaborar para que la intervención diera resultados: los padres de los acosadores debían saber lo ocurrido y tomar conciencia, los acosadores llegar a saber el daño causado y asumir las consecuencias de sus actos, y los alumnos, profesores y equipo directivo de la escuela implicarse dentro del proyecto. Sonia (el nombre es un seudónimo) de 13 años, sufría ciberacoso. Sus padres de 45 y 43 años, enfermera y personal administrativo, aceptaron el reto junto con el equipo directivo, los profesores y compañeros de la joven.
En el centro se desarrollaron diversos proyectos cooperativos, compartiendo los resultados alcanzados entre clases y cursos. Se diseñaron actividades deportivas de carácter extraescolar, y además, una vez al mes, los padres compartían actividades al aire libre con sus hijos, realizando caminatas y ciclismo, actividades que terminaron con una comida conjunta en la que también participaban los docentes interesados. La idea era involucrar a las familias para crear un sentido de comunidad en la escuela y normalizar relaciones entre docentes, padres y alumnos en actividades no académicas.
“El proyecto nació desde la asignatura de educación física, estableciendo protocolos normativos que se extendieron al resto de las áreas. Se pusieron en práctica talleres, debates y rutas de senderismo fuera de las aulas. “Al principio no venían todos los padres pero luego se fueron animando”. El trabajo en clase también ha sido exhaustivo, no faltaron talleres, debates, dinámicas, juegos... “hasta que la niña se fue sintiendo cada vez más cómoda en cada una de las técnicas de socialización aplicadas”. Los estudiantes se dieron cuenta del dolor y la soledad que provoca el ciberacoso, postuládose voluntariamente a ser patrulleros de patio a través del uso del carnet por puntos según la conducta observada.
Sonia volvió a la escuela. Fue duro. Pero la intervención aplicada hizo que se normalizara la situación, perdiendo el miedo a intervenir en cada una de las dinámicas. Para ello, la investigación tuvo un diseño longitudinal a lo largo de un curso académico, llevando a cabo instrumentos de recogida de datos como los diarios docentes, las entrevistas a las familias y los grupos de discusión con los estudiantes.
Por investigaciones como esta, y por su elevada implicación en el proceso de enseñanza, David ha sido nombrado segundo mejor docente universitario de nuestro país a propuesta de sus alumnos y exalumnos. Este joven doctor Internacional en Educación (sobresaliente cum Laude y premio extraordinario), licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y maestro especialista en Educación Física, entre otras titulaciones, tiene más de 250 publicaciones de carácter educativo. Además, no solamente forma a nuevos profesores para el futuro, sino que junto al grupo de trabajo Actitudes del que forma parte, se ha marcado entre sus retos cambiar la forma de educar, estableciendo una base sólida de respeto, igualdad y aceptación sobre la que se construyan diversidad de aprendizajes. Y ahora también, emprender una cruzada contra el acoso escolar. La primera batalla la ha ganado.